lunes, 12 de enero de 2009




El Arte la "COSA" que piensa

Por: Theowald D'Arago


Más que un resumen esto es una introducción, en este trabajo no haremos ni literatura del arte, ni solo citas o analogías filosóficas, que no es Filosofía, y tratando de hacer filosofía del arte, probablemente nos volveremos pesados, porque ésta no es opinión (doxa), sino la búsqueda de la episteme, es decir de la matriz de conocimiento, de lo verdadero, en nuestra contemporaneidad ya no de la verdad, sino las verdades... (del Ontos On) lo que es verdadero.
En los últimos 25 años hemos desarrollado , básicamente, estas dos ideas: El arte no es solo un problema de formas de formas, pensar con las tecnicas, crear con la mente. Potencialmente artistas somos "todos", el arte (el hacer) es una cualidad del hombre. Aun mas es la cualidad que nos hace hombres. Nuestra condición.Para crear obras tan evidentes como la realidad, el Arte ha cultivado su vieja dolencia, que es la de rivalizar con la vida. Por lo contrario, el Arte Conceptual se afirma como una distancia reflexiva, como un lenguaje en el doble sentido de investigación y de (reflexión) comunicación. En el Arte Conceptual la obra aparece como una simple proposición; la participación intelectual del espectador-lector en la finalidad de la obra.
Desde un punto de vista práctico, podemos decir que las obras conceptuales ponen el énfasis en la parte mental de las mismas, relegando en importancia su realización material sensible, e hipervalorando, no sólo la teoría, sino la actividad reflexiva, tanto mental como experiencial “idea-comportamiento”.
La frase de Mel Bochner ejemplifica esta postura: “I do not make art, I do art. (La diferencia entre los verbos make y do en inglés, es la que va desde un hacer fabricar a un hacer abstracto). Y si por esto es, podemos decir, que algunas de las manifestaciones llamadas mal que bien conceptuales, son la máxima expresión del Arte Abstracto. Sol Lewitt nos dice: “Conceptual artist are mistics rather than racionalist”.
A pesar de que en un principio los artistas conceptuales reclamaron una no artesanalidad, hoy ya no sólo no podríamos decir lo mismo, sino que han penetrado el Mercado a través de todo tipo de objetos, además de las fotos, videos, definiciones, textos, etc. que conforman cierto tipo de Arte denominado Conceptual, donde el trabajo pone de relieve la propuesta perceptual entendida como función cognoscitiva.
El hacer del Arte un momento personal de volición, de “percepción estética” ha ampliado de un modo considerable el concepto Arte.
La esfera del “como” hacer Arte pareció al principio agotada y además era la causa por la cual había que desbordar los ámbitos tradicionales de éstos, pero esta apreciación, que fue la adoptada por la mayoría de los primeros artistas conceptuales y en especial los venezolanos, fue muy superficial porque no abordaron nunca el verdadero meollo del problema del “qué” del Arte y de todo el contexto de la cultura que expresa. Para esto deberíamos recordar, lo que ya Hegel decía a principios del siglo XIX sobre la pintura y su excesiva intelectualización: “el Arte no suministra ya a nuestras necesidades habituales, la satisfacción que otros pueblos han encontrado. Nuestras necesidades e intereses se han desplazado más allá de la esfera de la representación, y, para satisfacerlos, debemos recurrir a la reflexión, a los pensamientos, a las abstracciones... y a las representaciones abstractas y generales. El Arte mismo, tal y como es en nuestros días está destinado a ser objeto de pensamientos”.
Marcel Duchamp nos decía que: “El Arte ha sido pensado hasta el fin y se disuelve en la nada”. Picabia escribía a su vez que “el Arte es un agujero en la Nada”. Se ofrece provocadoramente como un juego en el vacío; nosotros no estamos muy seguros de esto, a menos que no nos refiriéramos sólo a nuestro Arte en Occidente, sino a toda su cultura; y por eso decimos con Rafael Argullol: “que no es menos cierto que gracias a este juego, y como gustaban afirmar algunos dadaístas, Zaratustra sube el abismo disfrazado de bufón. Y Zaratustra, es desde luego, un bufón aunque tremendamente serio cuando se trata de ahondar en la noche a la busca de un ligero destello de luz, por irreal que éste, de antemano, pueda imaginarse”.
Como diría Baudrillard, el arte moderno-pos o “pos-moderno” es al igual que el cadáver que le siguen creciendo las uñas y los cabellos después de muerto. Por eso, nos vemos obligados a repetir lo que acuciosamente dijimos en los 70, ya que sigue vigente, ¿no será que lo que está agotado, no son las formas de formar, sino la idea, la idea platónica?. La concepción ontológica sobre la cual se basan las epistemes sustancialista aristotélica y su lógica, y la mecanicista newtoniana “moderna”?
En nuestro caso, hemos decidido que después que el Arte se volvió una especie de cliché en lo que se ha llamado Posmodernidad (que tiene sus orígenes más allá de la Modernidad) y que más que una moda, representa como dice Váttimo: “Todo un cambio en la teoría”, nos es indispensable a investigadores y artistas tratar de esclarecer, elucidar las razones y sentidos de ésta condición en la cual nos vemos “obligados” a “movernos” en la contemporaneidad, y que como hemos dicho, tiene, según nuestra investigación, sus raíces más allá de la Modernidad. Y su umbral la Transmodernidad.
Filosofia del arte. Arte- Visualmente. Filosof- Arte
El Arte “La Cosa “ que piensa
Todo verdadero arte (hacer) es simultáneamente sensible e inteligible; seguir considerando anacrónicamente al arte como una percepción que solo está dirigida a la sensibilidad y a los sentimientos, como pareció haber quedado conjurado desde Kant y con los románticos y las vanguardias sucesivas que cierta contemporaneidad manipula por sus necesidades ideológicas y mercantiles, producto del idealismo platónico, por un lado, y de la ignorancia, por el otro, es absurdo. El arte como tantas veces hemos repetido desde hace ya más de 25 años, no es solo un problema de formas de formar. La percepción intelectiva, la hermenéutica (la interpretación) es propia, como diría Heidegger, de la condición humana. El arte como hemos planteado desde nuestros inicios en este quehacer,(como decíamos) es una cualidad del hombre, incluso es la cualidad que nos hace hombres (animales humanos), pues el único ser vivo que por voluntad conciente y auto conciente hace- crea, extiende sus sentidos-su mente es el ser humano. Por eso deberíamos ser más audaces y creativos al tratar de hacer y conocer el arte, y no solo hacer historia, idealizarlo, novelarlo y mucho menos copiarlo, además es una responsabilidad para con nosotros mismo y para el colectivo al cual nos debemos.
No busco ver, hacer, percibir o interpretar el arte sólo como fenómeno, como apariencia sensible, como representación sino como presentación objeto-sujeto de conocimiento, ontológicamente, que es finalmente como es; es decir, la simultaneidad de lo sensible y de lo inteligible, lo pleno.
Como ya nos decía Sócrates, “la percepción no es un encuentro entre los ojos y los entes, (las cosas) sino que el ojo es solamente un órgano del alma. Vemos a través del ojo, pero no es el ojo el que ve” (Teeteto, 184 d. Quien ve es la mente, la psiké, el alma, el espíritu, tu, yo.
Una cosa es el oficio y la belleza, otra el arte, el hacer, por eso creemos que todo artista, todo hacedor verdadero es básicamente un pensador, un hacedor intelectivo que se expresa
Sensiblemente, perceptible visualmente. Por ejemplo, en lo que hemos dado en llamar pre-historia, el hombre realizaba en sus cuevas pinturas, ahora denominadas rupestres, lo cual era básicamente un acto intelectivo, eso sin hablar (ya que sería motivo para otra conferencia) de la Mimesis ( imitación) que hemos realizado como arte por más de 2.500 años en Occidente, cuando como demiurgos (como artesanos de las ideas) rivalizando con el Logos, con el Ser, con la Vida, hemos querido crear o recrear la realidad – la verdad.

Todo arte es intelectivo ¿conceptual?. La búsqueda, el imaginar en su sentido primigenio encontrar su auténtico sentido y realidad y expresar la verdad. Por eso creemos que la vieja querella entre el arte (poiesis) y filosofía, en nuestra contemporaneidad, ya no tiene sentido; y como bien sabemos, el cuento de que el arte es solo belleza, en el sentido de sensibilidad melosa y de ojos torcidos, no solo es demodé sino propio del desconocimiento, de una interpretación ideológica, es decir de falsa conciencia, de la cual ya está bueno que artistas, investigadores, críticos, museos y, sobre todo, escuelas de arte se sigan permeando y continúen avalándolo. (aunque en la contemporaneidad nos parezca ya un perogrullo).
No todo lo bello es Arte,
Ni todo arte es belleza.
Arte (Hacer) y Verdad

“El objeto de la estética como ejercicio analítico filosófico habría de ser las palabras y los sentimientos que pretende expresar: se analiza el lenguaje sobre el arte y los procesos de creación y recepción a que remite, en busca, respectivamente, de su auténtico sentido (el que tienen de hecho, no el que pretenden tener) y realidad (lo que son de hecho, no lo que imaginamos. Pero para eso justamente hay que olvidarse de las palabras y de las imágenes (interiores), que de modo siempre diferente e imprevisible se ríen de nosotros, juegan con nosotros, nos colocan trampas y siempre parecen significar o remitir entidades metafísicas de las que no hay prueba alguna, haciendo buena, con ello, aquella vieja (septiembre de 1.913) máxima nietzscheana de Wittgenstein: “Desconfianza frente a la gramática es la primera condición para filosofar”. (Isidoro Reguera. Introducción: contra la arrogancia filosófica en Lecciones y conversaciones sobre estética, psicología y creencia religiosa”.
“En épocas diferentes se juegan juegos completamente diferentes”. “A un juego de lenguaje pertenece una cultura entera” L.Wittgenstein (1.992) Lecciones y conversaciones sobre estética, p. 20
La primera obra, el primer hacer, el Arte propiamente dicho fue (es) el lenguaje. Los juegos del arte, del hacer, del lenguaje son tan fabulosos como verosímiles.
Si el lenguaje y el pensamiento están intrínsecamente ligados y son la condición que nos hace animales humanos, su arte, su hacer es como “todos” sabemos expresión del pensamiento - lenguaje, de la concepción de vida y de existencia que tengamos, según y el momento en el cual nos ha tocado vivir.
¿Cómo deberían ser sus juicios, entonces, la crítica que ejerzamos del arte y del artista?.
Partiendo de que “el origen de la obra de arte y del artista es el arte”[1], el hacer. Buscamos su esencia en la obra efectivamente real. Y nos agrega Heidegger (ibíd.): “la realidad de la obra ha sido determinada a partir de aquello que obra en la obra, a partir del acontecimiento de la verdad”. Nuestro filósofo piensa este acontecimiento como la disputa entre el mundo y la tierra...

“En la obra, obra el acontecimiento de la verdad “... “El carácter de obra de la obra reside en el hecho de haber sido creada por un artista” (un hacedor)
Esto nos indica que de ser cierto lo que nos dice el autor, por la fuerza de las cosas, como él mismo plantea: “nos vemos obligados a introducirnos en la actividad del artista, para dar con el origen de la obra de arte”. Agrega, y nosotros con él: “el intento de determinar el ser – obra de la obra única, exclusivamente a partir de ella misma, ha demostrado ser irrealizable”.
En el planteamiento de este diálogo, nos queda manifiesta la reflexión sobre los acontecimientos plásticos nacionales (artísticos) fundamentalmente culturales: ¿puede la crítica iluminar certeramente la relación entre los distintos grupos e intereses humanos tal como se advierten en la obra de arte?.
La única forma de que la crítica pueda certeramente ejercer esa iluminación que anhela, es que los investigadores de arte que ejercen la crítica (no así los informadores de arte, quienes, como comunicadores sociales, solo pueden mostrar la obra), repito, ejerzan la crítica abordando la obra desde su naturaleza y existencia, es decir ontológicamente, con nuestras limitaciones, asumiendo hasta qué punto realmente podemos conocer la obra, es decir epistemológicamente y observar así la genealogía, los múltiples orígenes, no así la génesis de las obras que como respuestas realizan los artistas.
De lo contrario, el “status” de la crítica y de los críticos frente a la emergencia de lenguajes distintos(nótese que no digo “nuevos lenguajes”) a los tradicionales, difícilmente puede elaborar discurso alguno. A partir de ahí podemos hablar de diálogos, sentidos, legitimidad, crítica (juicios), de no ser así, seguiríamos moderna y extemporáneamente haciendo acertijos sobre la base kantiana de considerar el arte y a la belleza como apariencia, porque guarda relación solo con nuestra manera de percibirlo, es decir, subjetivamente, arte – juego independientemente de estar dirigido a un fin, y no así como en realidad es. “En la obra, obra el acontecimiento de la Verdad “...

“El carácter de obra de la obra reside en el hecho de haber sido creada por un artista” (un hacedor)[2]. Como decíamos, Heidegger piensa este acontecimiento como la disputa entre el mundo y la tierra. Puede parecer extraño que nos hayamos tardado tanto para dar esta definición de la obra, que además de aclarar todo, es la más lógica, y agrega: “pero manifiestamente el ser – creación de la obra solo puede entenderse desde el proceso del crear.”
Como hemos dicho nos vemos obligados a introducirnos en la actividad del artista, para dar con el origen de la obra de arte. Y la causa por la cual ha sido imposible la determinación del ser obra de la obra única, exclusivamente a partir de ella misma, no es otra que la herencia platónica, metafísica, pues el creer que hay una idea, un concepto ideal infinito, eterno e inmóvil del arte es producto de las interpretaciones platónicas e idealistas posteriores. Como plantea Gianni Váttimo[3]: “La estética ya no puede ser desde este punto de vista, reflexiones sobre las puras y simples condiciones trascendentales de posibilidad de la experiencia del arte y de lo bello, sino que ha de ser escucha de la verdad que se “abre” en las obras”... El origen de la obra de arte y del artista es el arte, el hacer. Buscamos su esencia en la obra efectivamente real. “La realidad de la obra ha sido determinada a partir de aquello que obra en la obra, a partir del acontecimiento de la verdad”.
Como hemos manifestado en otras ocasiones, es a partir de la physis, entendida como emerger y engendrar, es decir griega presocráticamente como el artista trae adelante y sale a la luz (aléteia) y se genera espontáneamente la cosa (el ente) arte. “Este quehacer está completamente determinado por la esencia del CREAR y siempre se inscribe en ella” (ibíd. p. 51)
“A pesar de que la obra solo se torna efectivamente real en el proceso de creación y por lo mismo depende de dicho proceso en su realidad efectiva, la esencia del crear está determinada por la esencia de la obra”... ahora, “si el ser creación forma parte de la obra de manera tan esencial como resuena en la propia palabra obra, tendremos que procurar entender esencialmente lo que se ha podido determinar hasta ahora como ser obra de la obra”.
Por lo tanto si aceptamos que el llegar a ser de la obra es una manera del devenir, del llegar a ser y acontecer de la verdad, y que en la esencia de la verdad, reside todo, tenemos que preguntarnos: ¿Qué es la verdad?.
Heidegger lo pregunta de la siguiente manera “¿qué es la verdad para tener que acontecer en algo creado?”.
Si bien es cierto que Nietzsche nos va a decir que la verdad se ha convertido en fábula, no es menos cierto que la verdad que él alude sigue estando dentro del contexto de la metafísica, pues el vitalismo antropocéntrico de su voluntad de poder sigue colocando en el sujeto, no así en el ser, en lo ontológico y su autonomía, la posibilidad de la verdad, como lo hará Heidegger.
“La verdad es el combate primigenio, en el que se disputa en cada caso de una manera, ese espacio abierto en el que se adentra y desde el que se retira todo lo que se muestra y retrae como ente... La apertura de este espacio abierto, esto es, la verdad, solo puede ser lo que es, concretamente esta apertura, si ella misma se establece y mientras se mantenga instalada en su espacio abierto... Diremos simplemente que si la esencia del desocultamiento de lo ente pertenece de alguna manera al propio ser (ibíd. Ser y Tiempo, parágrafo 44), es éste, a partir de su esencia, el que permite que se produzca el espacio de juego de la apertura (el claro del aquí) que lo lleva, como tal, a todo lugar en el que un ente (en nuestro caso la cosa arte) sale a la luz a su manera.
La verdad acontece de único modo: estableciéndose en ese combate y espacio de juego que se abren gracias a ella misma”.[4] Esta hermeneútica ( técnica de interpretación) no es un método que se puede diseñar, enseñar y aplicar. Nuestro filósofo sostiene que el ser humano es ser interpretativo, porque la verdadera naturaleza de la realidad humana es interpretativa; por tanto, la interpretación no es específicamente un instrumento para adquirir conocimientos, es ante todo el modo natural de ser de los seres humanos, es decir conocedor.

“La verdad en suma no puede pensarse por la hermeneútica con el modelo del enunciado; en cualquier caso, si la experiencia de verdad acaece sobre la base de un enunciado (acabo sabiendo algo, descubro una ley científica) es tal únicamente porque transforma a quien está implicado en ella. Por lo tanto, reencontrar la verdad del arte no puede significar siquiera de lejos hacer prosa de la poesía, extraer enunciados de obras pictóricas, etc. ”[5].
En la apertura de la supuesta pluralidad (individualidad) contemporánea parecería posible otorgar a la palabra poética el sinónimo de libertad, sin embargo el sujeto metafísico moderno sigue a través del estado y de la técnica signándonos el camino de las poéticas a seguir, por eso hay que volver a imaginar, hay que conservar la individuación. Frente al dios único, el politeísmo, lo pagano, frente al estado, la autogestión, frente a la técnica, la imaginación, si no de lo contrario, a nuestro juicio, seguiremos preguntándonos con Heidegger, para qué poetas, artistas, hacedores, en época de miserias que es la época de la metafísica. “Pero lo que más importa es precisamente la contestación de que los poetas a los que la filosofía se puede volver, hoy, en la época del final de la metafísica, son los poetas que hablan de la esencia, es decir que hablan de lo que es, en nuestro caso el Arte, el hacer de la poesía”. (como lo hicieron en su momento Hölderlin y Rilke, del destino histórico ontológico, no desde luego de la naturaleza eterna), (p.116).
Nos es indispensable aludir al artista, al poeta en tiempos de miseria, y para ello nuestro autor nos dice, que la condición del poeta se define, especialmente, como la de mediador entre los dioses y el pueblo, pero su ser mediador no es una función pacíficamente definida, y refiriendo a Heidegger: el poeta mismo no pertenece a aquello, los dioses, ni a éste, el pueblo. Él es alguien expulsado, por todo ello, así hay que comprenderlo, Hölderlin poetiza sobre la poesía: no por defecto de sustancia cósmica, sino por que se asoma para pensar el fondo y el centro del ser. Todo esto es válido para el poeta nuevo que Hölderlin funda (y no simplemente refleja); es el tiempo de los dioses huidos y del dios que viene.
Al remontarnos al origen descubrimos que todo conocimiento es de algún modo reconocimiento. Lo vislumbró Platón, lo ha recordado Heidegger “la filosofía como constante movimiento de regreso al fundamento (grund), aunque finalmente el fundamento se esfume”.
Hacedor (Artista) y Verdad

La verdad para Parménides, en su modo de pensar como pitagórico disidente, lo que quiere decir también órfico, partía de unos axiomas autoevidentes, llegaban a través de una argumentación lógico-racional, no sensible, a unos teoremas. La verdad en este modo de pensar y de proceder, es coherencia lógica, carencia de contradicciones.
¿Pero existe la verdad sin contradicción?.
Nos dice K. Jaspers:
“La verdad es aquello que une a los hombres” (K. Jaspers (1.993). Los grandes filósofos. Madrid: Tecnos.
“La verdad se hace patente en el diálogo” (op. Cit. pág.117. Y nosotros parodiando a Heidegger agregamos:
La verdad, presencia ausencia un salir a la luz de lo oscuro.
En nuestro planteamiento hemos afirmado que la propia interpretación u origen filosófico, la interpretación desde los inicios del pensamiento de ese bien o mal llamado amor a la sabiduría desde Parménides interpretado por Platón, o más bien, por el platonismo y sus intérpretes, es lo que a los hombres comunes nos ha mantenido escindidos, y a los poetas (artistas) y filósofos, desgarrados. En estos tiempos de “pluralidad” y aciago donde el Arte al igual que el resto de nuestra cultura eurocéntrica, greco – latina – judeo-cristiana (llamada occidental) se ha quedado sin verdad para solo referirse a sí misma (a lo fenoménico, a lo antropológico) hemos sentido la necesidad de ir en la búsqueda de ese sí mismo del artista y del filósofo, que es a su vez el del hombre cotidiano, para tratar de encontrar su verdad, ya que la verdad parece haber sido siempre después de Platón desde los Aristotélicos y el resto de la filosofía hasta Hegel sólo un anhelo de conjurar el ideal socrático – platónico, es decir un bien sin mal.

¿Pero es posible este ideal?. No, nunca lo ha sido, ni lo será porque la real armonía no está en la unidad ideal platónica, en la negación de los opuestos, sino en el admitir y aceptarnos con estos, en medio de la tensión que ellos generan; como diría Heráclito el bien y el mal existen en su copertenencia, al igual que la sensibilidad y la razón, lo fenoménico y lo ontológico.
La realidad verdadera es vivir la no dualidad de los opuestos que conforman la armonía del uno - todo en el eterno devenir.
Pero vayamos a lo que nos mueve en nuestra búsqueda, ese referirse del Arte a sí mismo al quedarse sin verdad, que entre otras cosas siempre ha sido una forma de conservarse, de protegerse frente al conocimiento “objetivo” de la razón, y su mejor expresión la encontramos en “la subjetividad del romanticismo del siglo XIX frente a la Ilustración del siglo XVIII y las sucesivas vanguardias, desde entonces frente a la Modernidad. Pero en nuestra contemporaneidad bien o mal llamada Posmodernidad (para nosotros Transmodernidad) la subjetividad queda remitida a cada artista, cada uno es una fuente de creatividad, sin embargo en su remitirse a sí mismo está extraviado, inmerso solo en lo antropológico y lo patético, donde no parece haber más que el agotamiento de la IDEA, del logos ideal que atraviesa todo el platonismo, comprendiendo lo que en el pensamiento moderno se relaciona con él mismo. A mediados de los años 70, ya lo señalábamos de una manera intuitiva, hoy en los años 90 al conceptualizarlo cobra más vigencia; en aquellos momentos nuestros artistas reclamaban el agotamiento de las formas de formar, al igual que ahora, los de los 90, cuando, como decíamos, lo que ha estado agotado es el logos – ideal, que le dio fundamento a la cultura occidental, he ahí su reiterada necesidad textual y hasta patética, como todo vanguardismo, desde el Romanticismo... por eso nuestro planteamiento va en la búsqueda del Arte, sin importar el medio con el cual se realiza.
A nuestro juicio, no se ha tratado nunca (como lo pretendió la Modernidad y todavía pretenden algunos trasnochados) de excluir los medios llamados “convencionales” o de otras convenciones, pues todos son válidos a partir de la ruptura moderna del mundo clásico y su “equilibrio ideal, pues el arte al igual que todo, ya desde entonces queda huérfano de verdad ,lo que le dio a partir de ese momento y con el apoyo teórico kantiano el aval para “disfrutar” y padecer de “autonomía”, de subjetividad, perdiendo la brújula del actuar para conocer que es lo que caracteriza los orígenes de la cultura occidental, el mundo griego.
Al hombre al pensador, al artista actual le toca vivir en medio de la fragmentación posmoderna, su propia ontología y elaborar su cosmogonía particular. Por eso el Arte huérfano de Dios, de las divinidades ( se queda en las formas de formar, en lo antropológico, en lo patético o lo meramente esteticista) persiguiendo “libre” y desesperadamente, a través de la aventura “no” formal, una forma de lo “divino”, y al parecer la experiencia estética es también, obligar a que se manifieste a través de esa religión secular, moderna del arte aquello con respecto a lo cual el hombre moderno se siente abandonado. La aceptación de nuevo del enigma, eso desconocido frente a lo cual no nos queda más que hacer silencio y que la modernidad y su episteme newtoniana (la mecánica) sacó del escenario, y que en cierto momento imploramos su retorno...
En medio de las multisonancias, hay un arte y unos artistas donde la verdad de todos los tiempos nunca se ha agotado, El Sí Mismo, es el sí mismo de siempre y de todos. El Enigma del Intelecto, la aceptación silenciosa de lo mistérico, de lo místico, el Ontos – On (el Ser, lo que es verdadero).
El vocablo místico está, lamentablemente, muy viciado y mal interpretado, se suele creer que el misterio (el enigma) está en la llamada Metafísica desde Aristóteles, y realmente está antes y después del fenómeno physis, del engendrar y emerger, del umbral y del “límite”... Karl Jaspers acuñó un vocablo por la palabra mística (das umgreiffende), lo circunvalente, lo envolvente, lo omnicomprensivo, en suma, lo que sobrepasa la separación sujeto – objeto. El hecho es que las palabras no nos permiten (aunque nos acerquen) ir más allá del sí mismo, decir con palabras que nos es posible despertar mediante palabras, es como soñar que deseamos despertar, por eso hemos llegado a lo enigmático, a lo omnicomprensivo o como le queramos llamar, al asumir que la naturaleza última de las cosas trasciende a las posibilidades del lenguaje, y a partir de aquí no cabe, sino la Iluminación, la recuperación de algo que jamás habíamos perdido, descubrir o redescubrir, que la más profunda identidad personal, es paradójicamente transpersonal.
Todo artista, todo pensador verdadero para mantenerse en pie (y por eso en el nihilismo de hoy vuelve a cobrar vigencia) se recoge en lo místico, entendiendo como tal que no hay dualidad alguna, sino tensión permanente entre contrarios...
Se trata de trascender, de salir de la cárcel del ego y volcarse en algo que a uno le importe más que sí mismo (en el sentido perverso) salir de la cárcel del ego equivale a sobrepasar lo que la Filosofía se propone mediante el discurso crítico, que no es otra cosa que plantearse la vida como problema y rastrear la no dualidad última de todas las cosas, que es también infinita diversidad.
Nuestra cultura pos-socrática nos ha acostumbrado a vernos en la dualidad de ser humanos en busca de lo divino, cuando en realidad somos (todo lo es) expresión de lo divino.
No tenemos palabras para hablar de lo que no se puede hablar... esta es la paradoja esencial del lenguaje, su relación con la realidad, por definición inaccesible al lenguaje. No hay palabra que nos permita ir más allá de sí misma. Es ahí donde nos encontramos o nos reencontramos con esa otra mitad que nos es propia, con la mitad extraviada en los tiempos de solo la “RAZÓN”, el pensamiento que ha olvidado sus orígenes, la sabiduría, la mística, lo enigmático, la lucidez que es el impulso mismo de la razón crítica (la Filosofía) y también su fundamento. Paradójicamente Platón lo presintió: “Solo alguien que en el fondo sabe puede asombrarse por no saber”.
Preguntar realmente el por qué significa atreverse a agotar y atreverse interrogando lo inagotable de esta pregunta por medio del desvelamiento, el desocultamiento (aléteia) de aquello que esta pregunta exige preguntar. Allí donde algo semejante acontece está presente la Filosofía.
Para nosotros, el responder de la pregunta (ontológica) por el ser del hombre, va unida a su hacer, a su arte. El Arte es la cualidad que nos hace hombres, es una expresión ontológica, como bien nos dice Heidegger, porque confiere y recibe un sentido. Es sentido e interpretación, es decir, hermeneútica, lo cual lo hace no ser lógico, ni categorizable, ya que sus posibilidades son todas como el hombre mismo.
¿Cómo es posible la comprensión?
Comprender es el estado donde siempre estamos.
La comprensión precede a todo comportamiento, a la comprensión subjetiva..... previo al cogito cartesiano.
“La comprensión no es uno de los modos de comportamiento del sujeto, sino el modo de ser del propio estar ahí. En este sentido es como hemos empleado aquí el concepto de hermeneútica. Designa el carácter fundamentalmente móvil del dasein que constituye su finitud y su especificidad y por lo tanto, constituye el conjunto de las expresiones del mundo” H. G. Gadamer (1.977) Verdad y Método. Ediciones Sígueme. Pág. 12
Lo que queremos decir finalmente es que el filosofar hermeneúticamente, en el gerundio del ser (en el siendo), no es arbitrariedad, como diría Gadamer, sino que está en la naturaleza misma de las cosas.
Heráclito. Frag. 93:El señor cuyo es el oráculo de Delfos ni revela, ni encubre, sino que da señas, indica.
Lo mismo que Apolo dentro de su templo el Logos dentro de cada cosa, ni es patente, ni tampoco incognoscible, sino (que entre las dos cosas) emite indicios seguros: su comprensión depende del esfuerzo interpretativo o la penetración de los hombres.
Váttimo nos dice:
“del ser no se puede tener nunca “prensión” plena sino sólo la palabra rememoración, huella, recuerdo”.

[1] Heidegger, Martín (1.995) Caminos de Bosque. Alianza Universal. Madrid
[2] Heidegger, Martin (1.995) Caminos de Bosque. Alianza Universal. Madrid
[3] Vattimo, Gianni (1.995) Más allá de la interpretación. p. 112. Paidós. España
[4] Heidegger, Martin (1.995) Caminos de Bosque. p.52 Alianza Universal. Madrid
[5] Vattimo, Gianni (1.995) Más allá de la interpretación. p. 113. Paidós. España








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jueves, 1 de enero de 2009



Del Romanticismo a lo Romántico


 Theowald D’Arago


Estrategia=Arte de la guerra, habilidad
Arte
 = Del Sánscrito hacer

Entonces nos preguntamos, ¿esta charla tendríamos que titularla El Arte de La Guerra del Hacer?
Pero como hemos dicho en otras ocasiones, el Arte (la póyesis) es decir el hacer – el producir – el crear, es una cualidad del hombre, aún más es la cualidad que nos hace hombres, repetimos como siempre, potencialmente artistas somos todos. Además, tenemos que asumir la palabra estrategia cómo metafóricamente ha quedado establecida, cómo planificación. Entonces nos preguntamos, ¿en la atomización contemporánea podríamos hablar de las planificaciones del Arte?, ¿no sería esta pregunta una contradicción para lo que el Arte (entendido cómo desde el Romanticismo), ha terminado siendo? Como interpretación y expresión desde lo más íntimo, desde la interioridad, lo cual tiene sus antecedentes en La Modernidad y su yo, el sujeto. ¿Por qué? Porque en la medida en la cual los seres humanos nos hemos quedado solos, es decir, dejamos de ser criaturas divinas – criaturas de Dios, con el cogito, ergo sum cartesiano – el pienso soy, el inicio de la modernidad, desde entonces el Arte (el hacer del hombre), que por lo demás tenía su soporte en los mecenas, habiendo estado subordinado a la cristiandad hasta entonces, comienza a estar sobre los hombros del hombre de La Ilustración, el Enciclopedismo, el Iluminismo del siglo XVIII, quedando así sujeto de si mismo. Por eso en la Modernidad, después de la primera “vanguardia”, el Romanticismo del siglo XIX, su búsqueda vanguardista desde el principio (todo el siglo XX dio cuenta de ello) ha sido la búsqueda de esa unidad perdida al convertirnos en emuladores e inmoladores del soporte trascendental que nos daba lo divino. He ahí la crisis Postmoderna, la quiebra de la razón cómo paradigma y de lo que desde entonces hemos llamado Trans-modernidad, que lejos de ser una superación dialéctica, como podría sugerir el vocablo trans, es más bien según nuestro criterio, una aceptación de nuestras limitaciones y un evocar, un clamor axiológico, una vuelta a los valores trascendentales, a lo sagrado, a lo divino, ¿a Dios?
Por eso nos replanteamos ahora, ni artista, ni filósofo, Hombre. Finalmente y sincerándonos, a mi nunca me interesó, ni me interesa, ni La Filosofía ni el Arte por ellos mismos, fenómenos antropológicos, sino por la debelación del Ser a través de los existentes, su manifestación - la Estética… el conocimiento sensible - desde la physis (el engendrar y el emerger). El Enigma de lo Divino, esa ha sido mi real y verdadera preocupación y ocupación…
“Del ser, no se puede tener nunca prensión plena sino sólo La palabra rememoración, huella, recuerdo” (Página 22 Más Allá Del Sujeto J. Vattimo).
Por eso he aquí mis palabras. La sabiduría nace antes de la historia y se confunde con el mito. Más allá de la escritura, el carácter de la sabiduría descubre la simultaneidad de los opuestos: a las espaldas de los sabios se encuentran los símbolos divinos. Al no existir la escritura, la reflexión descubre su propia meta en el mismo proceso argumentativo- oral ¿la imagen? Más allá de La Filosofía está el camino de retorno y una recuperación de los orígenes de la sabiduría, orígenes y raíces que se funden en La Grecia de los sabios y que se pierde aún más lejos en la doctrina secreta del conocimiento mistérico, siendo las divinidades órficas de Dionisos y Apolo los principales protagonistas de este recorrido, donde se da, en medio de la tensión de los opuestos, el equilibrio del uno – múltiple y el uno – todo. La “confusión” y hasta la “pérdida” de la imagen estaría en el olvido de esa otra mitad que participa en la tensión… ¿la necesidad de la palabra escrita estaría en la acentuación, en nuestros tiempos, del conocimiento, más que en la sabiduría?
No hemos encontrado la explicación de la naturaleza, y las características de la sabiduría no se consiguen a través de lo que vendrá como ha creído el “progreso”, sino a través de aquello que la precede, o sea, de los estudios de sus orígenes. ¿Qué cosa hay antes de la sabiduría?, ¿Cuáles son los fundamentos?, ¿Dónde queda la palabra, el logos, el discurso, el pensamiento, la razón el sentido, lo que está más allá del conocimiento y la sabiduría?, ¿En el enigma? ¿O debemos aceptar de nuevo lo divino?
¿Que palabra nos permite ir más allá de si misma? Esta es la paradoja esencial del lenguaje, su relación con la realidad por definición inaccesible al lenguaje. No tenemos palabras para hablar de lo que no se puede hablar… Es allí donde nos encontramos o nos reencontramos, decíamos, con la mitad extraviada de los tiempos del conocimiento, el pensamiento sólo racional que ha olvidado sus orígenes, la sabiduría, la lucidez, la mística, aunque tal vez tendríamos que utilizar otra palabra ¿lo enigmático? lo circunvalente, lo trans personal para que no se crea que ésta otra mitad es irracional, la lucidez, es el impulso mismo de la razón crítica, y también su fundamento, nos dice Salvador Paniker. Lo presintió Platón: Dicho de otro modo, lo místico es la lucidez, la conciencia sin símbolo interpuesto. Lo que no puede decirse fundamenta lo que se dice… con lo cual podemos asegurar que en el principio no fue el verbo.
Pero bueno, las palabras y el valor de La Filosofía no radica en la esfera del conocimiento, como nos dice Nietzsche, sino en la esfera de la vida. La Filosofía (al igual que el Arte) se sirve de la voluntad de existencia con la finalidad de una forma superior de existencia. Por eso, esta pretensión legítima y honesta de buscar el o los planes, o planificación del Arte Contemporáneo, a nuestro juicio tiene su respuesta en lo antes dicho. Pero ciñéndonos al cuestionario de este Foro sobre La Estrategia del Arte Contemporáneo, en su primera pregunta, ¿subjetividad o forma de conocimiento?, para nosotros no es excluyente, porque el sujeto infundamentado, como le llama Kant, en su 3ra. Crítica, es lo que da sustento a La Estética, y finalmente es desde nosotros donde parte en la relación, subjetivamente la creación objetiva. Todo el Arte desde el Romanticismo (los últimos 200 años), parte de una angustiosa subjetividad, pretendiendo asir un conocimiento universal (una verdad, la unidad que la presencia de la trascendencia Divina aseguraba) a través de su parcialidad, cuando finalmente, es una relación.El otro cuestionamiento ¿cuáles son las propuestas del Arte Contemporáneo? Si en el siglo XIX comienza a aparecer, con el Impresionismo o el Simbolismo, por ejemplo, en la primera mitad del siglo XX se conjuran el vanguardismo, desde el Cubismo, el Dadaísmo, el Surrealismo y todos los ismos hasta llegara al Conceptualismo y sus derivados, con lo cual las propuestas ya no son de una vanguardia, sino de tantas vanguardia como artistas hay.
¿Por qué la resistencia ante las “nuevas” propuestas? Es obvio, sin propuestas trascendentes, universales, a cada artista no le queda más que ser un silopsismo, no en balde hemos dicho desde hace mas de veinte años que finalmente en la contemporaneidad, la máxima obra de arte es la “libertad”, el arte es la última ágora de la tribu, el último sitio de reunión que le queda al hombre.
¿De que manera se puede acercar al público a una propuesta artística? Invitándolo a que se reconozca como lo que es, y se desarrolle (en el área que sea) como un potencial creador ya que su condición, lo que lo hace humano, como hemos dicho, es la de ser un hacedor, pues su condición es la de ser un interpretador – hacedor, el universo viéndose a si mismo.
Las dos siguientes preguntas, la del acercamiento a las nuevas propuestas y la de la pérdida del temor, están implícitas en las anteriores respuestas. Sin embargo, creemos que en la medida en la cual abandonemos al Arte como algo único, solemne y propio de elegidos, y asumamos e invitemos a todos a la participación (repito, en cualquier área) a que sea creativo, productivo, poético, la comprensión y el acercamiento deberán confluir. Pero si se le sigue otorgando la solemnidad, el sentido hierático y sólo novedoso que mantiene en la actualidad, difícilmente encontraremos confluencia alguna. Si por novedad es (vicio de la modernidad y de la moda) todo acaecer es nuevo, es originario y tiene valor para todos por igual. ¿O es que este presente ya no es pasado y estamos haciendo futuro?
Aquí les dejo mi rememoración, mi huella, mi recuerdo.
Marzo 2006.


Advertencia: Este artículo es de dominio público. Agradecemos que sea citado con nuestra dirección electrónica: http://www.filosofiaclinicaucv.blogspot.com/



Nos-otros los otros ¿los mismos?
Hablar de Estética – de Arte – del hacer – del producir – del crear, como localidad, nos parece de entrada de modé, y por supuesto nos aburriría escribir de ello si no fuera por el inteligente subtitulo nos-otros-los otros, aunque hubiésemos puesto “otros”, entre comillas, pues somos los “mismos”, por varias razones: una de ellas es que al hacer hermenéutica - interpretación nos vemos obligados a decir que: si pensamiento y lenguaje están (de la mejor manera) consustanciados, y nosotros hablamos español (un latín mal hablado) y tenemos además todas las raíces griegas que dan contenido a nuestro lenguaje ¿Qué estamos hablando y pensando? Eso sin contar que nuestro habitar socio-político-económico, tiene sus orígenes en la Hélade, quien va a determinar todo lo que hoy llamamos occidentalidad o euro- centrismo contemporáneamente, y que a nuestro juicio desde el punto de vista epistémico, abarca todo el mundo de vida de “todas” las culturas del globo terráqueo, ya que La Episteme, el conocimiento, en el sentido en el que va a ser creada la ciencia y la tecnología a partir de Newton 2000 años después de Sócrates, Platón y Aristóteles, es propio y único del mundo griego; y que hoy ha sido asimilado y aceptado (lo creamos o no) por todas las culturas que por esta fueron conquistadas (es decir todas).
Hablar de una no occidentalidad en el sentido epistemológico, ya no es posible, incluso podríamos decir que es desconocer la diferencia entre saber y conocer. La cultura occidental (como bien sabemos) se ha caracterizado, por actuar para conocer (la búsqueda del porque de las cosas) y no así como el resto de las culturas que saben (parodiando la naturaleza sin interrogarla) para actuar.
La segunda de las interpretaciones está ya implícita en la presentación – invitación que hace este simposio: “el concepto ampliado de arte y estética que funda la estética contemporánea, seria inconcebible sin este proceso que llevo al arte y la vida cotidiana a fundirse en una Estatización del Mundo de las cosas, en una intensificación de la sensibilidad, en una supresión de la fractura entre arte y vida.” Lo que llama Sergio Givone en la introducción de la Historia de la Estética: Esteticismo difuso (Sergio Givone pagina 9 ss, 1990). Sin embargo se debería dejar en claro que dicha supresión, no guarda el carácter del romanticismo plenamente, es decir solo en el sentido intimista, subjetivo e individual, sino como lo hace el propio Nietzsche, radicalizando la lección de los románticos, al decir de alguna manera; “terminó la era de la retórica y comenzó la era de estética”. “Esta radicalización (dice Givone) arroja retrospectivamente luz sobre un rasgo fundamental del romanticismo, desde el momento en que han sido los románticos quienes convirtieron el gran estilo en su contrario, en una mezcla de estilos generalizada y elevada a la categoría de principio Poetico”, (op, cit), connotamos esta cita, porque a nuestro juicio pareciera que desde donde queremos partir, “América”, todavía se cree (si no es que todavía se espera) la creación del gran estilo americano, por eso y por muchas otras razones, nos parece naive hablar de la estética desde esta posición, (si hay un gran estilo en América es, el Trágico, del cual hablaremos al final de esta exposición).
El gran estilo (euro céntricamente hablando) ha sido el fin de éste, y si a algo a contribuido realmente América es agraciadamente a su destrucción, al adoptarlos todos, por eso diríamos que una de las características de la “americanidad”, (si es que podemos hablar de ello) es la de la fabulación, en y desde lo romántico, pues este no ha llegado a su fin (si es que tendría que tenerlo) en nuestro subcontinente.
Para el romántico no hay vedad sin estilo, ni estilo sin verdad, aunque parezca contradictorio ya que tendríamos que preguntarnos ¿ha habido verdad, filosofía en América?, como hemos dicho en el sentido epistémico, No, ya que nosotros partimos siempre de una mezcla de estilos generalizada, elevada a la categoría de principio poetico. Y por eso no podemos ser engañados, porque no habitamos en la verdad, sino en la poesía, como nos diría Maria Zambrano “solo quien tiene verdad, puede ser engañado”. Y los poetas no tenemos verdad, la hacemos poetizando, hermenéutica mente, en la contingencia, en la poetización. Los americanos hemos sido una auto producción, una auto creación, una poiesis.
Como podemos ver paradójicamente, ha surgido en nuestro discurso, un nos-otros precisamente mas estético- poético – artístico, que filosófico. Porque nosotros no hemos tenido que dar paso a lo estético, desde lo retórico, lo teórico, lo filosófico, porque somos estética desde nosotros mismos, y al decir estética me refiero a lo fenoménico – la percepción sensible – inteligible, los existentes, al ser, ontológicamente hablando; al logos en su sentido originario del verbo legein “en griego” elegir encontrar, y no así posplatónicamente como logos – razón.
Si existe una mundanidad, donde la hermenéutica es la praxis, la acción, sin episteme, es la mal llamada Latinoamérica y decimos sin episteme, porque como hemos dicho, nosotros sabemos, pero no conocemos, el por-que nos llega a posteriori, a diferencia de nuestra paternidad euro céntrica, quien conoce (hace episteme) para actuar. Creemos que paradójicamente Nietzsche no hubiese podido encontrar mejor terreno para su proposición: “No hay verdades sino interpretaciones”, que en nuestro continente.
Por eso no tenemos que desconstruir Derridanemente hablando, sino seguir habitando hermenéutica mente en el sentido que de ésta hace Heidegger, es decir” el hombre es de naturaleza interpretativa”. Sin querer por ello, que la hermenéutica sea racionalista, en el sentido filosófico, como al parecer, todavía pretende Vattimo, de ésta. En relación a la hermenéutica estamos de acuerdo, mas bien, con Rorty, donde llegamos al punto en que el esteticismo y el irracionalismo de la hermenéutica, asumen dos significados distintos: En un primer sentido el esteticista “ se define en relación a la distinción entre hermenéutica y epistemología, en la cual la distinción de nuevos sistema de metáforas entendido como Heiddeger, lo entiende, en Ursprung des kunswerks, la obra de arte; en ese sentido la asimilación por llamarla así, excluye la argumentación, la demostración, la heterogeneidad lógica. En un segundo sentido la hermenéutica en su versión de construccionista , parece implicar el “ irracionalismo” (las comillas son mías) , en la medida en que, para huir de la metafísica rechaza toda justificación argumentativa de su modo de proceder y de sus preferencias, presentándose mas bien, como un Coup des, dés (golpe de suerte)(mas allá de la interpretación, 1995. Yanny Vattimo, pagina 152), aunque podamos sentir con esto, como diría Vattimo, un trasfondo metafísico”. A nosotros esto último no nos preocupa, ya que el mismo Heiddeger (como bien sabemos) nos dice en su introducción a la metafísica que: "no podemos dejar de vernos desde el horizonte de la metafísica, ya que somos lo sido”... En cambio, lo que si nos preocupa, es la implicación “irracionalista” que asume en la hermenéutica, ya que a nuestro juicio, toda percepción sensible, es simultáneamente intelectiva o inteligible, ya que de lo contrario, no seria percibida, pues como también nos dice Heidegger,” toda ontología es fenomenología”, y parodiando a Parménides, el ser y el pensar,(para poder entendernos) lo hemos hecho lo mismo. Llegando así a la tesis pasablemente dialéctica: lo mismo es solo lo mismo fingiendo ser otro.
Para concluir, en esta libre, y si se quiere poética (en el sentido de producción, creación), interpretación de nos-otros América, queremos volver a la acotación que habíamos dejado sin concluir cuando nos referimos a la tragedia. Primero queremos aclarar que, asumimos este estilo, el trágico, como lo hace Nietzsche: “partir de la tragedia, salir de ella y encaminarse hacia lo trágico”. Donde por trágico, según nos dice Givvone (op,cit, página 12) debe entenderse, como señala nuestro filosofo en los textos póstumos, “el placer de la aniquilación, que conlleva el rechazo de absolución catártica, el amor por las cosas problemáticas y terribles y, por tanto el reconocimiento, del carácter último de los elementos mas radicalmente contradictorios, la economía a lo grande y el uso de lo negativo para conseguir ese beneficio que es el canto, la belleza. Pero una vez alcanzado lo trágico, el gran estilo deja de ser estilo, es decir, deja de ser un modo, una forma capaz de dominar el caos, y se hace uno con el sonido que sale del corazón de la tierra…”
En este sentido nuestra América permanece, ambivalentemente, en sus orígenes y su actualidad, trágicamente, porque el Estado y los políticos, habitan en el drama burgués euro céntrico, en cambio nuestras naciones conservan los dos elementos de lo trágico: “por un lado las catástrofes humanas que son constantes, en todo tiempo y en todo país. Por otro, el sentimiento de que estas catástrofes se deben a potencias sobrenaturales que se esconden en el misterio, cuyas decisiones nos son ininteligibles, hasta el punto de que el miserable insecto humano se siente aplastado bajo el peso de una Fatalidad despiadada de la que intenta en vano alcanzar el sentido” (La esencia de la Tragedia, A.J.Festugiéde, 1986, página 16, Ariel Filosofía).
La pregunta a hacernos es, ya no solo estéticamente, sino también inteligiblemente, ya que para nosotros lo sensible y lo inteligible, la forma y el contenido son una misma cosa. ¿Cual es el salto cualitativo, que debemos dar, en medio de nuestra occidentalidad (repito, ya que somos lo sido) para que en medio de las interpretaciones emerjan las posibles soluciones de la aporía axiológica en la cual se encuentra ya no solo América, sino occidente?. Nuestra pregunta es muy ambiciosa; como ya sabemos, todo se da en medio de las contradicciones (o la seducción como hemos planteado en nuestra anterior ponencia) y la contingencia, desde las cuales emergen las respuestas, pero no por eso deberíamos quedarnos en lo teórico, o como solemos decir ahora derridanamente, en la escritura y la diferencia, la desconstrucción, pues nos es imperiosa la praxis - la acción simultanea con aquellos, para que la emergencia se dé.
Como hemos observado, somos iguales, pero distintos, y probablemente es desde lo distinto, donde habitamos los Americanos, (todavía lo trágico), desde donde junto con lo epistemológico, podamos, ya no solo en lo metafísico, o lo positivista, generar respuestas.
Así eventualmente, podríamos llegar a ser los mismos sin comillas, si es que el deseo es alcanzar a ser un animal humano.
Como vemos, si para algo servimos los artistas, los poetas, es para abrir la vida asi misma en todas sus manifestaciones, mas allá de cualquier orden cerrado de significados. ¿lo enigmático?


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Adios a la Estética
Theowald D’Arago

Para mi hijita Sofía, quien es mi “sabiduría”,
y para mi
hijo Theo quien es ya “conocimiento”…
Hoy también dedico este trabajo, a mi
noble padre ido… sin el cual nada hubiese sido posible…
T.D.

PrefacioNos es necesario, plantear, después de estar participando, desde hace ya 12 años en los Simposios, seminarios y coloquios promovidos por la ULA a través, del grupo GIE y ahora denominado CIE; el motivo por el cual, en lugar de presentar trabajos mas coloquiales y accesibles, como pensador (“Filósofo”), o prácticos visibles, como hacedor, (“Artista”, o Poeta, como nos gusta mejor llamar este hacer), presentamos textos, con pretensiones filosóficas; y decimos esto para tratar de hacer entender, que después de venir de las artes plásticas desde 1968, del Arte conceptual desde el 74 y de la Filosofía desde el 75, en los últimos 20 años, a partir del 88, lo que hemos hecho es; salirnos paulatinamente del Arte de concepto, que es lo que la mayoría de los artistas conceptuales hacemos, (para coherentemente después del “Estudio de Mercado”-Marketing-research- 0bra emblemática de los 80, presentada en la bienal del 88 en la GAN, donde dejamos constancia con nuestro hacer, de lo harto sabido, que el arte -con minúscula-, se convirtió básicamente en los últimos 200 años, en una empresa de mercado mas); terminamos de materializando nuestro trabajo de tal manera que se convirtió en conceptualista, proponiendo nuestras reflexiones y nuestras ponencias, efímeramente ( sin ser ni siquiera grabadas, fotografiadas o filmadas) -aunque luego los textos sean publicados-, como el propio hacer, el trabajo creativo (artístico) mismo, cosa que también desarrollamos cotidianamente en nuestras clases, igual de efímeras, sin procurarnos crédito alguno, pues finalmente creemos, que todos nos debemos al colectivo de autores, pero, básicamente del anónimo de todos los tiempos; para también ser coherentes con nuestro planteamiento de los últimos 30 años; “potencialmente artistas somos todos;el arte es una cualidad del hombre, la de ser interpretadores-hacedores. Pensar con las técnicas, crear con la mente; esto, ha arrojado como resultado, que en la mayoría de los casos no se entienda éste hacer, y se tilde de “ladrillo"; cosa que me complace, porque la Filosofía como Arte, Póyesis ( la cual ha sido nuestra proposición desde el 88), o, ésta en general - la filosofía-, no puede ser coloquial sino Ontológica, como lo es la Poesía de Hölderlin, por dar quizá el mejor ejemplo, de los últimos 200 años, aunque todos los verdaderos hacedores, artistas, poetas, filósofos, e incluso científicos, o como les llamemos, lo han sido y son: es decir, manifestaciones del ser, a través de las obras, o Fenómenos que realicen, hermeneuticamente.

Lo que pretendemos con el trabajo que hoy les presentamos, “adios a la estética”, lejos de ser un ocaso de ésta, es; plantearla como renacimiento, ya que lo que queremos es interpretarla separada de su doctrina, en la medida de lo posible, tratando de hacer ver éste inicio en nuestro caso, con Jean Marie Schaeffer, donde ésta (La Estética), parte desde un ángulo no necesariamente metafísico es decir dentro del ámbito que él denomina fuera de “La doctrina filosófica”, que paradójicamente, está dentro de la concepción ontológica del arte mencionada; esta otra reflexión que iniciamos es para nosotros muy reciente y no podemos todavía tener la claridad suficiente deseada, como veremos en el emerger en nuestra investigación.

¿La Estética condición del Hombre?
El conocimiento sensible, es “el a priori” del Conocimiento, sin él no habría conocimiento alguno, ya no solo Filosóficamente, sino en todo sentido, porque como sabemos, la percepción sensible a través de nuestro aparecer, emerger en el mundo, la Physis, es la condición sin e qua non, que nos remite a todas las relaciones, incluyendo, o empezando por la intelectiva, la racionalidad, la cual es simultanea con la sensibilidad; lo intelectivo, connota, la denotación sensible, y ésta repito, no existiría sin el emerger e implantarse, “la no dualidad” del fenómeno, los existentes, nosotros. La percepción sensible es quien da paso a la inteligibilidad, por eso todo acto intelectivo está condicionado por ésta, es simultaneo, también, no dual, como es el todo múltiple. Sin el fenómeno –reiteramos- La Physis, (lo existente); hay nada
Si embargo, si bien no nos cabe duda de nuestra naturaleza biológica, no podemos por ello negar nuestra condición espiritual, que a nuestro juicio, al igual que la cultura son continuidad de nuestra naturaleza, no dual, en medio de la tensión de los opuestos, y no por ello, deja de ser trascendente, lo es desde la inmanencia, La phýsis; todo lo que desde ella emerge, es trascendente, porque la verdadera trascendencia es; repetimos, el emerger, no la finitud, o que nos vamos a morir, sino que nacimos un día, hemos trascendido de “la nada” a existentes, a crear existencia, ya eso lo es todo, es como solemos decir coloquialmente; “para estar anonadados”; lamentablemente la cultura metafísica, no nos deja ver su importancia, y negamos la muerte o la ocultamos, cuando en realidad, como se suele decir, “ Ya cuando nacemos, (emergemos) somos lo suficientemente viejos para morir”, y ésta ( la finitud-la muerte) forma parte del llegar a emerger. Pero, éste no es el objetivo específico, que nos reúne en ésta reflexión, que deseamos presentar les, sino lo indispensable de la sensibilidad, para la experiencia de emerger, de estar acá creando, nuestra temporalidad como personas, y no ponemos sujeto, o individuo, porque; la persona es la que ante todo pone en tela de juicio la dualidad radical del cuerpo y el alma, del espiritualismo tradicional, en realidad el hombre es: todo entero cuerpo y todo entero espíritu”. Y a pesar de la desviación hecha por el cristianismo con el descrédito arrojado sobre el elemento carnal; paradójicamente, su dogma es: " la resurrección de la carne…”
Es desde la integralidad, la holística, de donde emerge la percepción sensible, que tampoco es dual, en relación a lo inteligible (como hemos señalado), sino una, puesto que no podemos percibir si no entendemos lo que sentimos, pues la percepción sería ciega, es decir, no percibiríamos. En este sentido es como abordamos el problema de la Estética, no ya solo desde donde ya Schaeffer identifica y separa, con la doctrina Estética, que básicamente se ha abordado desde el Romanticismo hace ya mas de 200 años, y desde donde se ha pretendidito desde los 80 dar legitimidad al arte y la estética, sino desde su integralidad, holísticamente, como nosotros la planteamos con Schaeffer, de alguna otra manera., porque su hipótesis va mas por una no dualidad de orden biológico, no sabemos en que medida podríamos incluso decir biologisista, pero afirmando, con él, que el arte es un fenómeno básicamente antropológico; y nuestra proposición apunta como siempre, también hacia una no dualidad, ( como estamos planteando) pero que va mas allá de lo biológico, para hablar en un tono que no solo se circunscribe a lo antropológico, lo cultural, y lo natural sino a lo que concierne a la Filosofía, que es lo ontológico, pero, a partir del fenómeno, en nuestro caso ya no solo de lo estético, desde el arte, sino desde la percepción sensible, genéricamente hablando, (conocimiento sensible) que para nosotros es la percepción, con lo intelegible, sin dualidad; es esto lo que siempre hemos planteado, en compañía del viejo Heráclito, Nietzsche, Heidegger, y que ahora, sobre la base del discurso de Schaeffer queremos extraer , haciendo un paralelo con su planteamiento no doctrinal de la estética, ya no solo de la no dualidad de la percepción sino de la Estética, al develarla en relación a la doctrina filosófica, que desde el siglo IIXX a imperado, subordinando los hechos estéticos y artísticos, en cuanto a su validez, a la jurisdicción Filosófica.
La pretensión de este tratamiento, no agota por supuesto la reflexión filosófica ni de otra clase, dedicadas al Arte o a la experiencia estética, que han sido recogida bajo la denominación de estética, solo nos sirve de reflexión sobre la base de lo que Schaeffer identifica como:” La doctrina Estética”, ya planteada.
Preguntamos, ¿Cómo se aborda la cuestión del juicio estético? ¿Cuál es el modo en que se trata la cuestión del estatuto ontológico de la obra de arte? ¿Cómo es el modo en que se encara la relación entre la dimensión estética y el arte?
Nos dice Schaeffer: “La necesidad de consolidar la legitimidad de la estética y del arte, deriva de la función que la filosofía cree que debe otorgar a ese juicio en el marco de su teoría del conocimiento, a fin de que ésta forme una unidad sistemática. La filosofía Hegeliana que se inscribe en la corriente de la teoría especulativa del arte, (la cual está muy bien planteada por Schaeffer en su texto, “El Arte de la edad Moderna” (1992 en Gallimard, 1999 Monte Ávila Venezuela) requiere del mismo favor, no ya de la relación estética, sino de la obra de arte en cuanto objeto estético por excelencia. En Hegel la obra de arte es, en efecto, el lugar de paso del mundo sensible al universo del concepto filosófico. Ella es la que evita que esas dos modalidades ontológicas se disocien en dos esferas incapaces de interactuar, una eventualidad que arruinaría la pretensión –fundamental en la empresa hegeliana-de totalidad dialéctica supuestamente capaz de abolir toda frontera entre el mundo sensible y el mundo espiritual”. Pero su “síntesis” teleológica perpetúa la dualidad, no deseada.
Además, como sabemos, fue Kant quien introdujo el tema de la validez universal del juicio estético, y que a través de su teoría del genio limpió el terreno para el emerger de la religión del arte; en su papel fundador, distinguió claramente entre la dimensión estética y la artística. Y nos señala Schaeffer; “dicho esto, sin lugar a dudas es la presencia conjunta de las tres tesis (las tres interrogantes que hemos abierto) las que delimitan la figura canónica de la doctrina estética, la de la , de la que somos herederos mas o menos recalcitrantes. En ella, la dimensión estética se reduce a la puesta en práctica de una verdad extática (de éxtasis) accesible únicamente al arte. Y esta verdad extática funda a su vez una definición axiológica del campo artístico, cuyos criterios son, los de una ontología dualista (verdad vs ilusión, ser vs apariencia, espíritu vs materia, etc.)” Y nosotros agregamos el de la dualidad que está presente desde los inicios, que da origen a La Filosofía, mundo sensible y mundo inteligible, sin la cual no habría dilema alguno, pues como hemos planteado desde cuando comenzamos a conocer del “fin” de la metafísica, “ no hay dualidad”;” el ente es, lo que se implanta y permanece”, como diría Heidegger en su Introducción a la Metafísica, subrayando que el ser no es sino que acontece, ( aunque su acepción del arte, “extrañamente”, también permanece dentro de la doctrina estética); o como ya nos dice Heráclito, con sus fragmentos; es desde la tensión de los opuestos, de donde emerge el uno todo.
Aunque Schaeffer recalca que la doctrina estética, pertenece a un momento histórico y conceptual muy particular, aquel en el cual la filosofía tiene, ( y pone entre paréntesis, tuvo) necesidad del comportamiento estético o de la obra de arte para asegurar su propia legitimidad como discurso fundador, insistimos que todo esto aunque parezca paradójico, es consecuencia de lo que define a la filosofía desde sus inicios con Parmnides,” mundo inteligible y mundo sensible”; un pensamiento Epistemológico, que partiendo, como sabemos de la necesidad de conceptualizar para la conducta en la polis, como ciudadanos, con Sócrates, y de su discípulo Platón, con su teoría del conocimiento (las ideas), que nos ha hecho mas que cristianos, platonianos, finalmente, desemboca en la filosofía moderna, con Descartes y Newton, donde como bien sabemos ya la episteme (matriz de conocimiento) no será ¿que es la sustancia?, aristotélicamente hablando, sino su certeza matemática y, ¿como funciona?, _ causa- efecto- lo que da origen a La Técnica, como la concebimos desde entonces, a diferencia de la concepción que de ésta se tenia en la Grecia antigua, la Hélade, donde ésta era un hacer epistémico, porque que conocíamos el oficio.
En nuestra contemporaneidad, y en particular en el tema que nos reúne en éste simposio sobre estética, la técnica, es aún mas pertinente, la puesta en escena del pensamiento “naturalista” de Schaeffer ; esto no descalifica a la doctrina estética en cuanto que discurso social, pero cambia la luz en la cual, se le puede juzgar, nos dice el mismo autor, pues ; “el hecho de suscribirla o no, no resulta de una finalidad cognitiva sino de una motivación existencial compleja en la que se reúnen las nostalgias de un paraíso perdido y la esperanza de un renacimiento por venir”. En este sentido la doctrina estética, asevera Schaeffer;” lejos de fundar la relación estética, es en si misma la traducción de un ideal estético histórico muy preciso ( el del romanticismo, en el sentido amplio del término)”, el cual nosotros hemos señalado cuando al referirnos a nuestra contemporaneidad, la tildamos, a pesar que algunos difieran; “ del Romanticismo a lo romántico”; porque de una u otra manera (queramos o no) habitamos, moramos en ella nostálgica o irónicamente en la contemporaneidad. Y la advertencia que Benjamin nos hace (ya hace mas de ochenta años) acerca de la pérdida del “aura” de la obra de arte en la época de la reproductividad técnica, está hecha totalmente desde la doctrina estética, es decir metafísicamente, es mas, sus influencias, independientemente de su filiación con el historicismo marxista (quien también es platoniano), están basadas disonante mente en Platón y Kant, que es desde donde realiza su tesis, y mantiene sus legítimos acercamientos místicos, (como muchos hemos hecho); y si hoy Benjamin tuviera idea, de la desintegración de dicha “aura” con la cibernética, no es precisamente de acuerdo, que estaría; porque la resublimación represiva del arte para la doctrina estética ha terminado revirtiéndose, ahora “todos pertenecemos al aura”. La doctrina estética y su religión laica está más fuerte que nunca, a pesar de toda la tecnología emergente, pues lo que estaría agotado- como hemos planteado desde los 70, no son las formas de formar, sino la doctrina, (la idea occidental de ésta); y Schaeffer en este texto “Adiós a la estética”, trata de mostrarnos, precisamente; que el renacimiento que se pretendió de ella, en los años 80, y que algunos filósofos se apresuraron a afirmar, es solo una ilusion.
Además en nuestro objetivo específico en éste trabajo, creemos que donde precisamente, podemos hablar de lo sublime es; desde la perspectiva naturalista planteada por nuestro autor, y no desde la perspectiva de la doctrina estética y su dualidad metafísica, pues se trata de la experimentación de un momento de inmanencia absoluta que se basta así misma, pues toda epifanía se constituye siempre en y mediante un objeto y un individuo, lo que nos remite no 
alguna sublimidad metafísica, “sino a la dimensión estética, que es una propiedad relacional y no una propiedad del fenómeno”. Como hace la tradición dual.
El término estética en general, señala Schaeffer, despierta en cada uno de nosotros prototipos mentales muy concretos. Estos prototipos varían mucho según-en el desorden de – nuestra historia personal, nuestro nivel de escolarización, la cultura a la que pertenecemos, el momento del día, nuestra edad, nuestras demás ocupaciones o preocupaciones, nuestro medio social, nuestro estado de salud física o mental, etc. Y -agrega-, que, sin embargo, esa diversidad no es sino superficial. Encubre una estructura intencional que es la misma en todas las situaciones. Pues todos los comportamientos son actividades de discriminación cognitiva, de discernimiento; lo cual corrobora nuestra apreciación, nuestra proposición, “seguramente elemental” cuando planteamos la inseparabilidad de lo sensible e inteligible. Pero dice Schaeffer que;” si bien es cierto que una actividad humana sea una actividad cognitiva es causa necesaria para que pueda haber comportamiento estético, no es causa suficiente”.
La condición específica que debe cumplir la actividad de discernimiento para ser de naturaleza estética, es la del placer que es capaz de provocar. Schaeffer dice que esa es precisamente la condición suplementaria:” para que una actividad cognitiva, se convierta en un comportamiento estético, es necesario que venga acompañada por una satisfacción fruto de la actividad cognitiva en si misma.”Aunque, agrega, pero por supuesto, la valoración puede ser también negativa, es decir de in-satisfacción, de disgusto. Nosotros agregamos que no solo la actividad estética, sino toda actividad poética, creadora, productora, hacedora del hombre, pues no solo el arte es juego sin telos, azaroso y necesario, independiente mente de estar dirigido a un fin sino todo emerger del hombre y del universo.
“Ya Kant (paradójica mente, ya que como bien sabemos saca la metafísica por la puerta, pero la mete por la ventana) había señalado, que la particularidad de la atención estética no reside en el hecho de que sea resultado de una facultad especial, sino sencillamente en una especificidad funcional en el uso de la atención cognitiva, una especificidad que describió” como libre juego de las facultades”
Ésta introducción al tema sobre una estética no doctrinal, no es posible agotarla, ni en esta ponencia, ni en lo sucesivo, porque deja abierta otra perspectiva, que no depende de que quisiéramos que tuviera continuidad, o no; pues está en el tapete, y el sentido inmanente que ésta otra vertiente viene dando, se ve expresado, no ya solo en el arte, sino en la técnica y en las múltiples disciplinas que tocan todos los ámbitos; sin por ello necesariamente ser positivistas.
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Sobre estética chavista

 David De los Reyes









Yo permanecía escéptico ante esos embarazosos intranquilizadores incidentes en
los que un individuo se enajena de sí mismo. ¿Frente a qué? Poco después se
evidencio que aquellos sólo se habían liberado de la gramática y no del
capitalismo.
Bertolt Brecht

De estética política y la política de la estética
Para hablar de una estética chavista tenemos que plantear qué queremos decir con el concepto de estética en este contexto. El término de estética política lo plantearemos en tanto percepción de formas y emociones sociales que suscitan determinadas reacciones emocionales y actitudes identitarias. Bien sea por que los individuos se identifican con un grupo humano a través de símbolos, praxis políticas y sensibilidades tribales, o bien sea por la emoción subjetiva que parte de la existencia de ciertas formas objetivas que pretenden dar un significado teleológico a la sensibilidad y a la conciencia dentro de un contexto político e histórico.
Como podemos notar, no se trata de la búsqueda de lo sublime y lo bello o lo feo, de la contemplación placentera y de la libertad, o creación del gusto subjetivo respecto a la apreciación kantiana del arte. Se trata de comprender lo estético como una estrategia del poder político y doctrinario en la sensibilidad de los cuerpos, de los usos de formas sensibles que, en conjunto, dan apoyo a un régimen y se convierten en el hecho político de una sensibilidad universal degradada sin parangón.
Formas estéticas en tanto lenguaje simbólico que proporciona ciertas respuestas emocionales e intelectuales, por un lado, y políticas, por otro, como una acción que parte de un condicionamiento estético para construir una percepción de emocionalidad común. La estética y sus usos políticos es una práctica que comienza con la modernidad en el uso masivo de los medios de comunicación, multiplicándose exponencialmente hasta hoy en cualquier soporte público comunicacional.
Toda estética pide al diseñador y al creador de un lenguaje para su construcción; este lenguaje puede comprenderse en simbólico y en emocional. Lo simbólico y la emocionalidad están presentes en estas reflexiones que pretenden intuir una comprensión del sometimiento de la atención, afectividad y efectividad simbólica dentro del círculo social de la expresión estética del régimen cuasi-totalitario chavista a lo largo de una década.
Lo simbólico porque suscita ideas e informaciones instrumentalizadas y de desviación concretas, cercenando acceso y posibilidades financieras y expresivas a la contraparte, a la disidencia o críticos del gobierno. Lo emocional por suscitar sentimientos y actitudes de entrega ciega y reconocimiento al ejercicio del poder del régimen y la dirección única del líder militar. Ambas condicionan un espacio amplio de la formación, educación, información, comunicación, opinión, relación, reconciliación, convivencia y solidaridad de nuestra población.
Se nos impone una nueva supuesta tradición popular con tintes revolucionarios surgida de otra lectura de la misma tradición ahora redirigida a los fines e intereses del régimen; una moda y limitación ideológica en los usos del lenguaje, en los manejos de la gestualidad y en la moralidad del vestido traducido en uniforme que encontramos presentes en la expresión exterior de esta simbología chavista y de la uniformidad de los criterios y pensamientos políticos en un colectivo en su ámbito interno iconográfico y acústico, sea fílmico, televisivo, radial, publicista o fotográfico.
Todo establece la búsqueda de técnicas de persuasión para estimular emociones que susciten pasiones de unidad, perdida de identidad individual, auto limitación, negación del pensamiento disidente, integración a la masa, olvido de la conciencia particular, emociones de fuerza, violencia y agresión contra aquellos que no presentan la misma identificación simbólica, gestual y discursiva.
Los sentimientos de solidaridad emergen sólo para aquellos que cumplen con esta subjetividad emocional rayada y la integración absoluta al colectivo de marras. Ello no puede comprenderse sin ubicarlo en un tiempo, lugar y acción. Construyendo una mística religiosa fundamentalista secular de la acción política; entrega y adoración absoluta al líder, supresión de todo rasgo personal sobrepuesto al dictamen político; mística en una unidad espiritual colectiva, ceguera al resto de la realidad presente más allá de estos linderos del mensaje simbólico y sus metáforas de la reiteración revolucionaria. Lo cual no se conforma con proporcionar formas estéticas (o antiestéticas pudiéramos decir) esteriotipadas impersonales sino en una exaltación de la correcta moral y ética revolucionaria propuesta por los dictámenes del ejercicio del poder omnímodo.
Los mensajes y objetos del chavismo no parten de un presupuesto desinteresado sino de la constitución de un deseo de posesión, dominio, entrega, ejercicio del poder cuasi-absoluto y radicalización a la imagen del líder. Esto presente en la figura presidencial o en las distintas escalas de los líderes menores, desde ministros, gobernadores, alcaldes, dirigentes, etc., labrando una presencia de una estética políticamente correcta.
Hay, en toda esta esfera de la plasticidad emblemática, una universalidad sucinta que pretende englobar la realidad social dentro de un único discurso y sentido humano de la acción política. La estética chavista busca en sus formas y sentidos erradicar cualquier otro discurso surgido dentro del entorno de la realidad nacional que intente mostrar una diferencia y perspectiva a la condición socialista que se prefigura en todo momento por medio de las formas y los mensajes propuestos.
Es una universalidad estética social unilateral y permanente, que busca estructurar una sensibilidad dirigida a captar la atención exterior del individuo resentido, intentado ocultar la nefasta realidad de su calidad de vida tergiversada por la apropiación mediática de los significados y la conciencia de los ciudadanos. Las interpretaciones están reducidas a la realidad del mensaje oficialista, evitando puntos de comparación, intentando evitar sensibilidades y emociones alternas. No hay satisfacción desinteresada; no hay diversidad permitida. Todo mensaje tiene una estrategia y una finalidad particular del poder, la cual deriva a erradicar y anular la individualidad.
Este condicionante estético no tiene, por sus fines, el desarrollo de una elevada espiritualidad y sensibilidad; bien se sabe. Busca lo bajo, lo mediocre, lo escatológico, lo cuartelario, la exaltación de la fuerza, los antivalores, la expansión del resentimiento, el alarde destructivo de lo militar, el revanchismo y el hacer las cosas mal. Es una emocionalidad de tránsito y charreteras, que dirige su mirada a un horizonte que se yergue desde el presente a un futuro no delineado en concreto, sino suscitado por la repetición continua de conceptos que están desprovistos de todo contenido real, y activados, sobretodo, por su constante presencia virtual en los mensajes mediáticos (televisión, cine, radio, vallas, anuncios oficiales) y su carga simbólica (referencias a citas de héroes o a símbolos de la patria: bandera, escudo, himno, canciones y poemas de corte populares, citas de Bolívar, etc.).
El socialismo queda en otra parte (el mar de la felicidad nunca alcanzado), más no entre la realidad del país (la pobreza y el destrozo siempre presente); discurso de sometimiento, emocionalidad de claudicación, pasaje al aceptar las voces oficiales por el chantaje estético y dadivesco presente en las distinciones que arrojan las llamadas misiones diseñadas por el gobierno.
Schopenhauer proponía que la estética debía plantearse la opción de la satisfacción estética para huir, gracias a la contemplación del propio interés, del angustioso mundo cotidiano a que el individuo estaba expuesto; y así poder intentar reconciliarse una vez más con él y alcanzar la humanidad dentro (no fuera) del sí en el individuo. La intencionalidad de la omnipresencia de los modos chavistas de existir pretende todo lo contrario. Es la seducción del desvío de los valores y la regresión a la fuerza absurda y banal: exaltación de la muerte, del terrorismo (FARC y ELN), de los abusos de poder (expulsión de trabajadores fuera de sus puestos de trabajo, caso PDVSA; entre otras).
La seducción por las conductas tribales está implícita en este adoctrinamiento de la sensibilidad unilateral. La angustia se forja en función de la visión momentánea de su líder, perfilando una entrega absoluta y mimetizándose como prolongación de ese mensaje en la piel de cada uno de los seguidores tribales tanto en el habla, en las vestimentas, en la gestualidad impersonal y credo revolucionario.
Sin embargo, a tal asfixia emocional política, cohabita un mayoritario conjunto de la población, opuesta por distintos intereses a esa condición estética de la mordaza, mordaza que cierra canales mediáticos de expresión ciudadana y se envuelven dentro de la otra máscara, en una vivencia dentro de la tradición nacional pero quedando afectada por la negación de la sensibilidad presentada por esa casi total omnipresencia del discurso y las formas construidas por la política del régimen militarista chavista.
La revolución chavista (sic), tiene olor a pólvora, color de sangre, sabor a hambre, mirada de odio, sensibilidad de miedo, voluntad sometida, tactilidad de cuerpos reprimidos o suprimidos, en definitiva, como todo totalitarismo, se centra en la discriminación planificada (lista de Tascón, por ej.) para el sometimiento. La condición trágica y ciega de esta propuesta política de sensibilidad colectiva viene a arrojar una vivencialidad cuartelaria sin realce. Es una caída en la banalidad del transitar temporal sin llegar a provocar un despertar ni en los poderes creadores del individuo ni del pueblo (Nazoa), ni la libertad individual frente al destino (Simón Rodríguez), donde la vida no tiene otro sentido que seguir las delirantes propuestas abstractas virtuales y mediáticas del único y su programa de ingobernabilidad impuesto.
No hay posibilidad de cambiar los terrores establecidos por las vías democráticas pues parecieran estar conculcada toda ventana legítima, es una estética que pretende anclar al poder evitando toda alternabilidad democrática ética y estética. La angustia asumida por el colectivo nacional del mundo chavista conforma una patología de la mortificación psicológica permanente, lo cual implica dominio del otro sin llegar a su liberación. Este es su fin y casi lo logra...
Los relatos mediáticos de la vida del sentir chavista de clase no ofrecen otra alternativa que el uniforme y la marginalidad como formas y conciencia de vida para las mayorías. Parten del discurso de la pobreza para ampliar más el horizonte de la pobreza; más que una realidad social, sus orígenes están en los elementos de la inteligencia social que se ha anclado en torno al régimen.
La moral revolucionaria, que es cuartelaria y no civil, ni ha mejorado la vida, ni ha reducido la sed de consumismo capitalista, ni los lujos dentro de su misma dirigencia, (desde un avión de 80 millones de dólares para las vacaciones revolucionarias de representación política alrededor del mundo como hasta en las corbatas de marca usadas por los personeros oficialistas; el gusto por un nuevo riquizmo revolucionario se hace más presente, latente y menos oculto; se consigue caviar pero no azúcar, etc.).
Esta estética chavista es un construccto emocional que persigue una utilidad partidista mas no un conocimiento de las acciones encaminadas por el gobierno en su ejercicio del poder para el bien colectivo. Las vallas y videos surcan entre un realismo ramplón y toques de añejas imágenes históricas decimonónicas que acompañan a los ¿nuevos? héroes revolucionarios, donde la técnica fotográfica tiene un papel fundamental a emular al retrato burgués, pero ahora con la mensajes doctrinarios y la sonrisa cínica de triunfo revolucionario por aquellos que han obtenido el éxito (momentáneo) de alcanzar los puestos estatales gracias a la argucia y la imposición de la voluntad no popular sino de los intereses de la minoría rectora en el mando y los organismos electorales conculcados.
Transitar por las carreteras del país es observar una inundación de mensajes oficialistas con rancio espíritu revolucionario donde siempre tendrá que aparecer, por sometimiento y apadrinamiento, el locutor de Miraflores junto al personero de la región. El padre dando la bendición al buen hijo de la revolución. Una estética iconográfica de los rostros orondos de flipada revolución que pretende humanizar la abstracción de un cambio que nunca ha de llegar por medio de la abstracción de la imagen multiplicada del realismo socialismo publicitario.
El discurso plástico del régimen lo vemos nutrirse de elementos del saco de lo histórico heroico, de un folclorismo chato revivido, y adornado con los colores y emblemáticas de los símbolos patrios, donde lo militar revolucionario preferiblemente se hace presente por encima de lo civil, recordándonos el eslogan infaltable que ahora Venezuela es de todos. Un fusil, una boina y un uniforme militar es preferible para la revolución a un libro, un pupitre y a un aula, por ejemplo.
El cerco patriótico nos lleva a una esterilidad de propuestas reales sociales e individuales. Erradicación de estéticas de creación artística originales que no converjan en este horizonte de mentalidad básica popular. A la pobreza hay que seguirla con obras que reflejen no a la pobreza de las condiciones de la realidad sino con la pobreza que queda reducida toda obra al expresarse sólo en clave predirigida y a través de la falsa visión de lo concreto histórico, popular y patriótico decimonónico o revolucionario prácticamente inalterable.
Cada realidad tiene un horizonte temporal que tiene que abrirse a las nuevas propuestas de la emocionalidad significativa, gracias a la visión personal del artista que crea dentro de un contexto incitador, suscitador y sugestivo a la creación; aquí eso fracasa y empobrece.
La ortodoxia estética del chavismo limita y censura. Limita el horizonte de creación a un arte de vestigios populares (al considerar que debe erradicarse toda expresión elitista de la creación, la cual es, en su nomenclatura, si no burguesa oligárquica) y censura al reducir presupuestos y espacios para los artistas que no se identifican con el régimen y su hermética emocionalidad militar de las visiones panfletarias surgidas desde palacio y las instituciones sociales postradas. Ello ha dado desarrollo a una estética de la resistencia.
Las propuestas estéticas ofrecen una expresión de una psique de enfrentamiento, negación, exaltación y culto a la personalidad y reducción de toda crítica a la sacrosanta cruz religiosa del dogma chavista. Ello ha conducido a crear un sistema de símbolos estéticos que propone una lectura única de la realidad, de un orden inalterable, de unas creencias a cumplir sin dudarlas, dirigiéndose a mostrar una falsificación de la verdad ciudadana y colectiva. De esta simbología estética oficial emerge una intuición y teatralización que no busca despertar los derechos políticos sino de reagrupar la voluntad ciudadana al callejón estampado del socialismo hegemónico centrado en el culto a la personalidad.
Nunca antes, ni en el mismo régimen fidelista, se había presentado en todas las variantes posibles el rostro único de la revolución. Hay toda una jerarquía en el orden espacial iconográfico que muestra constantemente el orden de mando autoritario del Estado. No hay expresiones del espíritu nacional colectivo sino mandatos absolutistas de cuartel expresados a través de las construcciones objetivas de estambres que anudan una vertizalización militarista de la hegemonía discursiva y única. Esta (anti)-estética tiene como resultados ser instrumento de la falsificación de los logros de un régimen y el propósito concreto de inmovilizar el cambio de las sensibilidades, de los discursos y de las imágenes que suscitan desde el ámbito de otra lectura de la realidad política. Se trata de detener y estatizar la realidad de la dinámica política.
Las desaliñadas producciones estéticas mediáticas del régimen no buscan una reconciliación con la construcción social, que emerge de las voluntades de la población total que integra el país. Su gesta propuesta, que pretende ser heroica y termina siendo cantinflesca por lo irrisorio de las situaciones y el desconocimiento de la interdependencia global actual, propugna un permanente enfrentamiento contra enemigos que son nombrados más no neutralizados en la realidad. Se lucha contra el imperialismo pero se sigue haciendo buenos negocios con toda clase de imperialismos, sea de corte estadounidense o chino, por sólo nombrar algunos.
Esta zozobra incesante es la táctica reiterada de todo régimen totalitario. Un enemigo siempre se tiene entre la mirada y un atentado a futuro. Sea una clase, sea un partido político opositor, sea un país vecino, sea una raza, sea un grupo económico, de empresas o una serie de multinacionales. Golpear la tranquilidad y no alcanzar el sosiego de la vida ciudadana es el elemento continuo de toda revolución; se trata de cambiar la vida libre por un neo-esclavismo rojo contemporáneo. No se gobierna para mejorar al país, para eso ya se tendrá tiempo en los siglos venideros, ahora se tiene que consolidar el poder del líder y de un hegemónico partido difuso que viene a ser extensión de las visiones delirantes de un solo individuo al que ha claudicado parte de las voluntades de la población.
La concepción estética política del régimen chavista ni llega a tocar a las propuestas del marxismo clásico y su engendro de realismo socialista, que busca la implantación de un socialismo de clase. Las expresiones estéticas de ésta concepción ideológica proponen que sus formas expresen las relaciones subyacentes de la realidad, manteniendo una idea progresista en la medida que defiendan esa liberación del hombre nuevo socialista. Fija una condición individual de ser elegido por encima de la soberanía de la voluntad general para el conjunto de la población en general.
Estas expresiones chavistas más que romper tales relaciones aparentemente enajenantes, sólo nos muestran una abstracción del capitalismo convirtiendo en una oscuridad total los manejos y las relaciones económicas del uso del erario del Estado por parte de quienes lo manejan. En el marxismo siempre la economía se piensa como valor de uso pero sin conocer a dónde van dirigidos los usos del valor de cambio por la elite del poder.


Para la genealogía de un color.


El color une sin palabras y esto todos lo hemos vivido y se ha presentado ampliamente en estos casi diez años de preponderancia de un color por encima de los demás. El recurrente color rojo es emblemático y ha sido adoptado por el régimen chavista. Este lo encontramos desde en una cachucha o franela hasta en los autos, autobuses, inmuebles del partido, y edificaciones institucionales. Además de estar presente en las vallas publicitarias, en la propaganda impresa en revistas y diarios nacionales, así como en las comunicaciones electrónicas y mediáticas del oficialismo; es una distinción permanente que quiere evocar la fuerza, la energía y la acción de la revolución en marcha; de esta manera se busca hacer más visible y presente la revolución.
Es el color de la integración revolucionaria de esta izquierda (?) tropical caribeña: un color para ser visto, resaltar y reconocerse, para adherirse y sumar. Son en actos y movimientos de masas o espacios públicos y mediáticos donde se hace más presente sus estandartes, banderas, y atuendos en la vestimenta en torno a los rasgos particulares de cada uno de sus seguidores. El rojo uniformiza, quitando relieve a otro tono cromático que no sea ese. Une a todos los simpatizantes en una nueva identidad cromática nacional. Es signo y símbolo colorido, al menos hasta hace poco, que conduce a un cambio social radical proclamado.
Un color que se ha convertido en fondo, decorado y un contraste visual intenso más que las mismas banderas. Es el color de la nueva complicidad política. Es expresión aglutinante de la nueva búsqueda distintiva que integraba este movimiento conservador al introducir una nueva pero aparente percepción social y pública. Refiere a toda una cultura y mitología estética política que no ha evolucionado a los tiempos desde los inicios de los movimientos comunistas modernos, que fueron quienes primero lo adoptaron.
Esta apuesta cromática política infundió un efecto magnético, subyugante y telegenético para todo espectador; bien sea de inclusión y de rechazo, y no dejando pasar por indiferencia en cualquier persona. Se ama o se odia, por sus implicaciones, al rojo político. Va ha ser un elemento imprescindible de comunicación en la propaganda espectacular y emblemática del régimen.
El efecto del color rojo es bastante conocido dentro de la psicología de los colores. El rojo es sus implicaciones más inmediatas se relacionan con el fuego y con la sangre y ello nos lleva a una connotación de peligro por antonomasia, guerra, energía, fortaleza, determinación, así como pasión, deseo y amor. Y evoca masculinidad.
El color rojo en la antigüedad estuvo relacionado con distinción y lujo. Los romanos lo usaron en los estandartes de sus legionarios. Luego se usó en todas las épocas para engalanar los recintos, pasillos, trajes y carruajes de la corte real y de la aristocracia en general. Para algunos investigadores dejó de tener un persistente uso por parte de la nobleza de sangre al quedar retirada del poder por el ascenso de la clase burguesa y mercantilista a los predios del estado. Sin embargo, aún hoy se sigue utilizando para trazar el paso por los corredores y escaleras de palacios y en ciertos actos y espacios públicos de los representantes reales y gobernantes de muchos países.
Es un color que denota poder, fuerza, diferencia y distinción. Como podemos notar, el rojo siempre estuvo presente en los periodos pre-modernos cerca de las orillas del poder y del estado feudal, pero con un uso más de ambiente, lujo y distinción que tono emblemático de un partido o escudo real. También los verdugos de la corte, al ejecutar la sentencia de muerte del reo, solían vestirse de rojo.
Por otra parte es el color que tiene una evocación a fuerza. Es por lo que en la antigüedad fue usado por los guerreros en sus uniformes pintados de rojo. También podemos observar una preponderancia de ese color en los uniformes históricos militares. Constituyendo un elemento estratégico, pues permitía distinguirse perfectamente de los enemigos, con lo que al usarlo tenía el agregado condicionante de atemorizar a éste: su efecto espacial hace que pareciera aún mayor el número de soldados en el campo de batalla. No con ese sólo significado encontramos que además estaba asociado con el diablo, ese ser luciferino que suscita temor y expresión del mal para la conciencia católica. Igualmente lo observamos en los guardias beefeaters del palacio de Buckingham de Londres y en la guardia suiza del Vaticano.
Otros usos históricos se presentan durante la 1ra Guerra Mundial, al ser utilizado por el piloto emblemático alemán, el Barón Rojo, quien pintó su aeroplano de ese color para atraer a sus enemigos y así destruirlos. En Inglaterra hay una conmemorativa tradición para la fecha del 11 de diciembre, en la que hasta la Reina junto al pueblo, llevan una amapola artificial en la solapa para evocar y simbolizar la sangre de los soldados caídos en la 1ra. Guerra Mundial.


Las emociones del rojo. Sus efectos estimulantes por su intensidad afecta al metabolismo humano, acelera el ritmo respiratorio y la presión sanguínea. Tiene una alta visibilidad. Es el color que más se distingue en espacios nevados y por ello se recomienda su uso en las prácticas referidas a los deportes de invierno. Capta la atención en los elementos publicitarios.
Sus usos publicitarios permiten que aparezca el objeto o símbolo utilizado a un primer plano, resaltándose sobre el resto de los colores. El rojo fuerte denota sentimientos eróticos. Su presencia en distintos usos dentro de la moda y en los vestidos es ya una constante. Su uso está presente en labios, zapatos, vestidos, uñas que vendrán a ser arquetipos de ilustración sugerente. El rojo claro simboliza amor, sensibilidad, pasión, alegría. Pero igualmente puede denotar enfado, cólera y agresividad. Este color fundamental implica audacia, valor, coraje, crueldad, intensidad y virilidad; despierta sentimientos enérgicos. Es bien sabido el uso del adjetivo relacionado con expresiones violentas o extremas: rojo de ira, rojo de vergüenza, rojo como un tomate, estas rojo de rabia, etc.
Es el más sensual del círculo cromático. Esta asociado también al sol, al calor, por lo que un ambiente pintado de rojo de más sensación de acaloramiento aunque objetivamente la temperatura del ambiente no haya cambiado. El uso en objetos no sólo les da un carácter erótico y sexual sino una sensación de movimiento y energía, de ahí que esté presente en los spots de autos, motos, bebidas energéticas y revoluciones a paso de vencedores (?).
Su tono oscuro evoca energía, fuerza de voluntad, ira, malicia, capacidad de liderazgo. Su tono rosa evoca romance, amor y amistad, representando cualidades femeninas y pasivas. En publicidad lo usan por tener la capacidad de hacerse presente en la memoria de las personas. Está en los logos y productos de grandes marcas multinacionales como Coca-Cola, Ferrari, Nestlé, Vadafone, etc.
También es usado por los centros terapéuticos que atienden a niños con parálisis cerebral, al implantar el método de lectura donde al utilizar este color llama la atención de los infantes sobre los textos que se les presentan, sólo luego pasan a usar el negro en las letras.
Su presencia está en los códigos y señalamientos de tránsito a nivel universal por su pregnancia y captación inmediata por encima de otros colores y formas. Es usado para suscitar a la acción, la atención pero su uso reiterado tiene la connotación negativa que causa repulsión y rechazo.
Pero lo más constante de su significado es que para muchos el color evoca inmediatamente al comunismo. Esto dado que ha sido usado como bandera de guerra de distintos movimientos obreros, pero junto a ello, y por encima de todo, simbolizó la expansión y el triunfo del comunismo por la revolución rusa de 1917. Aparte de sus usos asociados con movimientos radicales marxistas comunistas, tienen presencia en las fiestas religiosas que aluden al Espíritu Santo, iluminando la llama del amor divino, como en otras celebraciones referidas a fiestas de los mártires, en la pasión y en Pentecostés. El rojo representa la sangre de Cristo.


El rojo en Venezuela. En nuestro país el rojo fue usado por la gesta independentista en los uniformes de los soldados patrióticos, para distinguirse del uniforme realista azul. Pero antes que ellos, los indígenas del país siempre lo han usado tanto para la decoración de distintos utensilios de arcilla como para pintarse el cuerpo a partir de la bija, un árbol que nace en las regiones cálidas; de las semillas de su fruto macerado sacan un polvo de color rojizo que ha sido utilizado para la decoración corporal desde tiempos ancestrales, teniendo un valor ritual para participar en actividades de orden mítico-religiosas.
También es el color distintivo de las vestimentas y preparativos para las festividades del Corpus Christi de los Diablos danzantes de Yare, con lo que tiene una relación con el infierno, el paganismo y la exaltación dionisíaca de la festividad; en este evento convergen la cultura negra de África con las tradiciones cristianas europeas.
En el siglo XIX estuvo relacionado con el Partido Conservador, propio de la oligarquía reaccionaria (los liberales, incluso las tropas de Zamora, usaron el color amarillo, el cual fue el color del partido Unión Republicana Democrática y ahora con Primero Justicia). Igualmente, el partido comunista venezolano lo usó como el resto de estos movimientos políticos a nivel mundial.
Según Alexis Márquez Rodríguez, advierte que el rojo de la bandera nacional no representa la sangre derramada en la lucha de nuestra independencia, que es el significado usual que es enseñado en todas las escuelas primarias de la nación, y que junto al color amarillo, que representa la riqueza, completada por el azul, referido a nuestras costas y mares que nos separa de España, forman nuestro tricolor. Este académico de la lengua señala como la verdad de esta selección al propio Francisco de Miranda, pues cuando propuso esa bandera tricolor la tomó de la antigua bandera de la Rusia zarista, que conoció cuando visitó ese país, el cual mucho admiraba, en tiempos de la emperatriz Catalina.


Otras batidas rojas. El rojo, políticamente hablando, siempre ha estado asociado simbólicamente con movimientos revolucionarios y radicales. Vendrá a ser usado por los jacobinos y los tejedores de seda de Lyón en sus motines durante la revolución francesa para distinguirse de los girondinos y de los demás grupos políticos del momento.
El rojo será un color que seguirá asociándose con movimientos radicales y luchas obreras. Es el caso del partido bolchevique dirigido por Lenin en su escalada al poder. Al obtener este partido el poder de la Rusia e instaurar de forma dictatorial la Unión Soviética y consolidarse así el movimiento revolucionario, el uso del rojo se asumió como símbolo en la proyección del comunismo a nivel mundial. Era uno de los elementos distintivos que el marxismo oficialista soviético usó de forma permanente para distinguirlo del resto de los otros movimientos que tenían alguna inspiración con el socialismo. En la China comunista fue asimilado teniendo diferentes connotaciones, al referirse a la Guardia Roja (en la URSS se habló del glorioso ejercito rojo), al libro rojo de Mao, etc.
Ha sido usado para denotar, por parte de los bandos contrarios al sistema comunista, como una amenaza de la realidad social al denominar el avance del peligro rojo. A los ministros comunistas se les llamó los zares rojos, por el ejercicio desmedido del poder por parte de estos burócratas.
Si los comunistas lo han usado indistintamente y en todas las épocas desde la implantación de la revolución soviética, no hay duda que también ejerció fascinación en otro movimiento de masas socialista pero centrado en un nacionalismo de razas y prejuicios de superioridad. El nazismo lo asimilará para la distinción del régimen, al introducirlo Hitler como tono principal de su bandera y simbolizando a todo un ejército, en este caso el 3er Reich. El uso de este color por el dictador no fue mera casualidad. Su escogencia se hizo para crear confusión, manipulación, y atraer hacia este movimiento la simpatía de la clase obrera alemana disconforme, cuyo movimiento internacional, el comunismo, siempre estuvo identificado con ese color.
Pudiéramos decir que si hay una constante política en la utilización de este tono cromático por partidos o grupos políticos, es que se asemejan por tener un fin político totalitario interno del estado y del ejercicio del poder, arrastrando la posibilidad de ser identificado con movimientos de corte reivindicativos, democráticos, representativos y de centro. El radicalismo, como hemos mencionado, siempre ha escogido esa cromaticidad intensa y atrayente dentro de sus símbolos.
Como podemos notar, el rojo se muestra como manifestación permanente de connotaciones revolucionarias totalitarias, de acciones agresivas, de irritabilidad ciudadana, de marchas oficialistas, de vallas y pancartas esgrimiendo mensajes de acciones de los militantes en contra del resto de la población civil que no está identificada con los planteamientos del estado chavista. Pero la tarea que queda con el rojo no es su rechazo. Se debería neutralizar y volverlo también uso de aquellos que no formamos parte de esa condición política, pues si evoca sentimientos negativos también tiene la cualidad de presentar sentidos positivos como alegría, amor, pasión, amistad, solidaridad.
Es por este lado que hay que insertar este color intenso de la escala cromática en nuestras personales visiones y usos de nuestra cotidianidad (y así lo vimos en las camisetas emblemáticas del movimiento estudiantil contra el gobierno y su propuesta de cambio constitucional a finales del 2007).




Postmodernidad y chavismo


El postmodernismo chavista estampa las interrelaciones simbólicas estéticas en distintos ámbitos que aparentemente no tienen relación, llevando a una uniformidad de las expresiones al ser traducidas homologando los significados en los distintos medios utilizados para implantar la seducción por el ánimo revolucionario. Más que ser una expresión de una modernidad tardía, de la razón y su función restauradora del bien social, son principios simbólicos que pretenden regir la efectividad de un mandato.
El postmodernismo exime de atender a las realizaciones del orden moral político concentrándose en la representación mediática como dadora de una virtualidad ecuménica electrónica secular nacional, que propaga sus significados como la única y concreta realidad. Se ha ido de un pluriverso a un universo único; es una política inscrita más en la uniformidad y direccionalidad de un estilo jurídico aéreo virtual que en la elaboración de una legislación y diversidad democrática terrenal. La diversidad sólo es aceptada como expansión y proyección de lo mismo, es decir, del olor vomitivo a revolución.
Nos encontramos con una multiplicación de formas comunes al régimen en torno a fenómenos que en apariencia no presentan relación. Hasta en la negación de las conciencias opositoras está sembrado el germen del régimen y su explosiva emocionalidad que los controla desde la misma interioridad en sus maneras de expresarse, estar, ser y vivir; los estilos se cruzan, aunque pretendan ser distintos encuentran su unidad a través de la asimilación negativa de los símbolos y del lenguaje que le agrega a las formas estéticas. Se trata, bien porque afirma o bien por que niega, esa conexión inquebrantable de un régimen, un estilo, un acoso y una época nacional, en fin, de una asfixia estética política virtual.
En el conjunto social cada elemento estético utilizado por el chavismo tiene una relación ordenada jerárquicamente respecto a todos los otros. En primer lugar está la exaltación y presencia absoluta de la imagen del líder chavista, que de tanto en tanto es acompañada por imágenes de ciudadanos surgidos de los estratos populares. El resto de los elementos simbólicos e iconográficos se ensamblan en función de crear una perspectiva general del nuevo cañamazo revolucionario que organiza la idea global de la sociedad emergente en todo ello.
Este es un gobierno televisivo, existe como imagen, como iconografía y su presencia se expande por el aire y por ondas satelitales. Los medios por excelencia del régimen han sido la televisión y la radio, aunque la prensa no ha dejado de lado y han surgido una cantidad de periódicos de efímera existencia unos y otros de dudosa intencionalidad informativa. Pero en todos nos encontramos en una permanente repetición del mensaje presidencial sin criterios críticos y enunciados por el resto de los partidarios del sistema chavista. Podríamos decir que el discurso presidencial construye las series de objetos y lenguajes que nutren la propuesta estética reiterativa, censurando cualquier otra propuesta, llegando así hasta en una aceptación negativa y reactiva de los elementos que conforman la llamada oposición.
Ante cualquier producto de la industria cultural privada surgen las contrapartidas de una industria cultural chavista alimentada por los cuantiosos ingresos petroleros que alcanzan a agentes multinacionales mediáticos que piensan las estrategias de este totalitarismo socialista a la bolivariana. Esta repetición y reiteración cercan cualquier otra expresión. Sin embargo la defensa ante la lluvia de emocionalidad revolucionaria lleva a reducir la acción de los individuos en una especie de salvación virtual personal en artilugios y discursos que separan más que integran en una fuerza de unidad política.
La reiteración estética lograda del régimen entumece voluntades y obtiene su quiebre por medio de la indiferencia. Se trata de ocupar los espacios más inmediatos en velocidad informativa, quedando para la reacción tardía en las respuestas ciudadanas. La realidad nacional se consolida a través de la ficción y teatralización de la vida del régimen. La ficción se hace y traduce en verdad y lo imaginario nutre y oculta a la realidad por medio de la reiteración estética del discurso mediático informante y doctrinario.




El uso del lenguaje fascista.


Reiteración de los temas y de los hechos, de las citas y de los personajes que dan al lenguaje las referencias de ejemplos para reafirmar la lucha encaminada y lograda en el presente. Nos encontramos con un lenguaje siempre intencional doctrinario en favor de la consigna, de la propaganda. Dentro del régimen bolivariano notamos que todos sus esfuerzos se dirigen al uso de los medios y del lenguaje con fines netamente políticos. Estos elementos, usados hasta el cansancio, tienen como fin asegurar la eficacia de su ficción contra cualquier otra experiencia y visión comprobada y argumentada. Erradicar la comprobación de los datos, sean estos cuantitativos y cualitativos, reducir los espacios de intercambio discursivo democrático son estrategias que envuelven la concepción de la propuesta escenográfica del poder chavista.
Un cambio continuo aparente de los temas y de las preocupaciones, de las luchas y de las consignas, como lo es trasladar la política nacional a un decorado exterior de la nación haciendo que la preocupación del ciudadano tenga su atención fuera de este reino bolivariano y convierta la realidad de la revolución en un horizonte internacional que se encuentra más allá de su habitar cotidiano. De esta manera lo primordial no se centra en el gobierno del aquí y ahora, ni en el orden del régimen hacia sus ciudadanos inmediatos, junto a su problemática particular y común, sino en acciones extraordinarias que pretenden mostrar a un teniente coronel como un ser que busca a la humanidad exterior para anclar una grandeza que siempre resulta ficticia.
El lenguaje y la simbología del bolivarianismo crean un cerco que logra un blindaje de la doctrina contra cualquier comparación con la dinámica social de la realidad; se convierte en un uso tautológico permanente desde el inicio de su presencia. Esto se logra por medio de la independencia de los medios retóricos, la destrucción de los juicios alternos, de los usos de la argumentación comparativa y demostrativa y la repetición de tópicos y consignas aéreas del acontecer nacional. Es un lenguaje instrumental, basados en formas hipnóticas y antitéticas contra las propuestas del adversario, que se instauran para imponer un orden funcional incuestionable y censurador de todo otro argumento que contraponga y esclarezca las contradicciones del régimen.
En este mundo dividido por el lenguaje y los símbolos no hay espacio lingüístico neutro para la reconciliación. Es un lenguaje degradado, propio de emitir órdenes de cuartel -que es en lo que se ha querido convertir al conjunto de la nación-, preparando la sensibilidad reprimida para la arenga. Son estímulos, señales con que funcionan los mecanismos de atracción o atención lingüística e ideológica. La esencia del estilo estriba en la denuncia obsesiva del peligro contra los logros de la revolución (?) y no en resolver los problemas cotidianos de toda nación. Ampliar el conflicto, mantenerlo, da la sensación de estar haciendo algo por la nación, cuando sabemos que ha terminado en una esterilidad de reducción y pobreza, de escasez y encierro generalizado, a toque y ritmo del locutor fulminante de Miraflores.
Todos los que no asuman su posición pasarán a formar filas de los egoístas capitalistas, de hipócritas, envenenadores, traidores, traficantes, usureros y tramposos del pueblo, hasta alcanzar al uso escatológico de mierda para referirse al movimiento estudiantil y la sociedad civil que se antepuso a su pretendido absolutismo democrático (sic) y totalitaria reforma constitucional en diciembre de 2007.
Quien no se someta al dictamen del heroísmo bolivariano decimonónico pasará a engrosar las filas de los dudosos pacifistas de la no-violencia gandiana y, por consiguiente, son vistos como propios de un cuerpo degenerado, cobardes y de una voluntad y conciencia débil. Es un ejercicio doctrinario de tipologías cerradas que no prueba ni fundamenta; sólo describe sin reflexión, pues la lógica no es lo fuerte del régimen.
Es un lenguaje, como dijimos, que se mueve en tautologías, no explica ni amplía nada que no sea la ficción que quiere imponer como realidad universal. Se trata de un uso tradicional de una ideología en el peor de los términos, la que presupone una experiencia de un estado social ya problemático que tiene que de forma permanente defenderse, requiriendo de una justicia confusa que le permita forjar una apologética a las relaciones borrosas mediatizadas y atemperadas del poder.
La justicia sólo tiene sentido como una mediación para disponer de los medios que defiendan cualquier crítica al ejercicio de gobierno; todos los medios sirven para prodigar esta imagen de defensa y ataque permanente contra las fuerzas del mal, que siempre terminan en el colofón del imperialismo yanqui.




Identidad y revolución


Este estadio de la estética chavista vendrá a proclamar una falsa identidad tanto espiritual como real, sus juicios no están en mostrar lo verdadero de lo falso sino siempre nos habla de lo provechoso y lo dañino, del fiel y del infiel, del compañero y del enemigo, del soldado y la reacción. La condición mediática sólo sirve para hacer diagnósticos y proyectar sus alucinaciones contra los que siempre son poseedores de una permanente decadencia política, convirtiendo al adversario en un condenado sin apelación.
El uso de los términos oligarcas, antipatriotas y escuálidos son calificativos generalizadores, son comodines que le facilitan neutralizar de manera efectiva esa conciencia colectiva de los ciudadanos, llegando a sustraer cualquier rasgo individual a los interlocutores críticos al régimen; se generaliza permanentemente. La tarea de este lenguaje es evitar cualquier intento de reconciliación y negociación, donde no aparezca ningún tipo de solidaridad entre acusador y acusado, perseguidor y perseguido.
Son vocablos-arenga, palabras símbolos, que distinguirán los discursos de manera maniquea, evitando todo matiz de venezolanidad para el conjunto de los habitantes. Más que desarrollar ideas se trata de referir situaciones y hechos que se deben tomar como conclusivos; menos reflexión y sólo descripción. Las situaciones construidas por los medios presentan siempre una particular condición en el que el pueblo (la masa), llamado también el soberano, reclama el triunfo del más fuerte y la destrucción del débil o su sometimiento a esa gloriosa mayoría.
La eficacia del idioma reducido a lo circunstancial, coloquial, anecdótico, popular, chabacano de toda esta monotonía argumentativa está en el uso de las figuras de la antítesis y la repetición: revolucionarios-oligarcas, bolivariano-escuálido, patriotas-imperialistas, capitalistas-socialistas, ricos y pobres, etc. En estos regimenes se restaura y recicla la condición del déspota pero no ilustrado: todo para el pueblo pero sin la intervención del pueblo. Aunque se pida participación, está se reduce a los dictámenes y políticas propuestas por el movimiento político.
La mentalidad totalitaria comprende que la mejor defensa consiste en el ataque, y cosa harto significativa es que cualquier defensa puede transformarse en propaganda. En cada caso que es criticado el gobierno o se lleva a cabo un acto de protesta cívico, inmediatamente es traducido colocándose como víctima los responsables del gobierno señalados en sus desmanes y en victimarios fascistas los ciudadanos o los miembros de la oposición o disidentes políticos.
Pero los discursos tienen su fin. Si al comienzo de la campaña para la presidencia en 1999 una gran muchedumbre encontró en las palabras del incipiente dirigente el milagro ingenuo de la iluminación de las mentes apoderándose del hastío corrupto de los últimos gobiernos de la llamada 4ta República, sus palabras, desde aquél fatídico y esperanzador por ahora, nos encontramos que consiguieron los ecos de un conjunto humano que había perdido la fe en la democracia y en un porvenir estable. Ello mostró el origen del regreso a cierta voluntad de libertad momentánea y expresiva a los electores asqueados.
En un principio se pensó que este nuevo rostro mestizo del caudillo quitaría la máscara a los rostros desfigurados de una democracia ineficiente y corrupta, presente en la mediocridad de muchos parlamentarios y dirigentes políticos de los partidos del estatus. Sólo que ahora, luego de casi una década de gobierno, las palabras dejan de ser inspiradoras y sólo se sienten como mandatos sin respuestas y un aliento que produce cansancio.
Aquella fe revolucionaria sabemos que ahora sólo se mantiene por los constantes pagos becarios a través de las distintas misiones y de la imposición de los trabajadores públicos a movilizarse para satisfacer el ego del caudillo en los discursos rojos rojitos. Y los parlamentarios no han cambiado de calidad humana, todo lo contrario, por su incapaz actuación e ineficiencia como entreguismo a los dictámenes jurídicos y políticos del presidente, han hecho renacer figuras cuestionables que antes habían sido rechazadas por el pueblo.
Se entregó un nuevo catecismo para la nueva fe política decimonónica bajo el estandarte bolivariano, captando la desesperación de las muchedumbres frustradas, resentidas y hambrientas de un cambio y de una participación activa frente a un mundo en permanente derrumbe. Pero las palabras y, más aún, las doctrinas panfletarias en una comunidad donde las informaciones van y vienen, donde se tienen perspectivas para comparar y enjuiciar la realidad, devuelven la conciencia al desengaño y el abandono de la causa.
Las políticas mediáticas permanentes tienen como contra efecto su repulsión, pues se ha dejado de prestar atención a la maquillada realidad (sic) revolucionaria. La cual, es más un producto de una imaginería social no recreada en la historia y en la realidad humana que en la estructura de una estética política mediática. Los nuevos lineamientos de esta estética chavista se visten de una comedia permanente de aspavientos megalómanos al centrar en la unidireccionalidad del cuerpo y habla del ungido la atención ciudadana, que termina siendo rechazado, abandonado y reducido a la soledad de palacio emergiendo entre la sumisión y alabanza, la falsa aceptación y el engaño del entorno íntimo del gobernante.
Notamos que la condición de este líder es haber restaurado la oralidad del discurso como medio eficaz de propaganda que atraviesa a todos los medios, sean impresos o eléctricos, siendo estos últimos los de su predilección. Discursos reiterativos, llenos de retórica patriótica y nacionalista, propuestas de políticas elefantiásicas e irreales, proyectos inverosímiles, promesas incumplidas por la ineficacia misma y la indiferencia de construir un mejor país. Estas son las permanentes indicaciones que dan a esta oralidad discursiva el carácter de querer captar la atención mediática y la emocionalidad de las nuevas tribus rojitas sometidas y asentadas en un vínculo mítico, deslastrándose de toda racionalidad política y gobernabilidad democrática.
El don de la comunicación se conoce y está en ponerse a hablar ante un público que no le disimula su confianza, y muestra hostilidad, pero, finalmente, logrando captar la atención con aires de simpatía por sus apreciaciones. Para este orador de Miraflores, sabiendo que es difícil crear nuevos tópicos, la reiteración se hizo permanente y los ejemplos son sacados de la heroicidad de tiempos pasados de un ejército libertador, de los símbolos patrios y sus héroes, de personajes religiosos, de una mitología del buen revolucionario en la figura del Ché Guevara u otros por el estilo, y de su propia mitología-maniática personal. Reiterar las mismas palabras de forma incansable obra a manera de martillo-pilón.
Comprendió, como muchos populistas y demagogos mediáticos, que cuanto más vulgares, más escatológicos, más humillantes, más estúpidos fueran los argumentos, más decisiva era la impresión que producían en una masa que se identifica en ello, pues no posee la formación para más. Goebbels lo dijo: los movimientos revolucionarios no son obra de los grandes escritores, sino de los grandes oradores. Detrás de todos ellos siempre la oralidad del caudillo es determinante. Es un error creer que la palabra escrita tiene un mayor alcance a través de la prensa (hoy en franca crisis en todos los ámbitos), y no simplemente porque influye al que oye sino porque serán repetidos los argumentos -a favor o en contra, todo vale para esta postmodernidad mítico revolucionaria-, como cámara de eco, cien y mil veces.
Se ha comprobado que un discurso bien dirigido es más sugestivo para calar entre este espacio electro-acústico político tribal que un buen artículo. El eco electrónico de las ondas hertzianas que transportan los ecos de la voz y la imagen del momento vienen a ser los medios predilectos para irradiar el sentido único que debe seguir todos los que participan de esa realidad. Los discursos agitan, los artículos llevan a la reflexión, y esto último se requiere en grado mínimo para absorber el sentido revolucionario de masas. Se comprende que el arma del adoctrinamiento y de la propaganda es la fuerza del movimiento y de la permanencia. Pero la confianza dura poco y la realidad se impone, sumergiendo en la triste condición del hombre de a pie que el movimiento retiene toda tendencia de mejora e impone una cruda y cerrada condición de sumisión al régimen, que se convierte en una realidad peor a la vivida dentro de los pasados gobiernos.
La captación del control casi absoluto de los medios se impone para todo régimen totalitario. Y ese será su instrumento de esparsión simbólica. De un espacio democrático abierto a múltiples ideas y opiniones, el cerco jurídico que impone el estado a través de la Ley de Contenidos transforma la información en doctrina y cualquier información oficial en propaganda.
La sensación que da al público de qué tipo de dirigencia lleva las riendas del país pareciera ser más de pequeños gansters, de intrigantes que son incapaces de representar y desarrollar una gran idea y dar soluciones eficientes a los problemas cotidianos del país.
La condición de una estética doctrinaria es esencial dentro de todo esquema político contemporáneo, basado más en una impresión mediática iconográfica y audiovisual que en la racionalidad de un discurso impreso coherente y argumentado. Son requeridos la construcción de diseños que realcen las bendiciones del líder y subdirigentes. Ensambles en que siempre se nos presentan sendas fotografías donde la jerarquía y el lugar espacial privilegiado se haya orientado a partir del orden vertical del líder en relación al tamaño a presentar y sus subalternos que lo acompañan (siempre en un primer plano y en un segundo el subalterno).
Toda una remembranza del diseño cartelista revolucionario cubano de los ’60. Las vallas muestran una obstinada necesidad de tener siempre la fotografía de los líderes. En un mundo donde la imagen fotográfica publicitaria se hace casi aplastante a nuestra mirada, ella no escapa del uso para hacer presente más la imagen -virtual- del caudillo y sus allegados. Toda valla o spot publicitario del régimen no tiene la finalidad única de informar los alcances de la labor gubernamental prestada sino de las bendiciones revolucionarias que han traído a determinada comunidad, convirtiendo cualquier espacio en un reducto de propaganda doctrinaria del régimen. En una masa condicionada a la imagen aplicada a lo político, donde lo que la nutre no es la información veraz sino el gesto y la imagen virtual avasallante y manipuladora, imponiéndose ante la pobreza de sus vidas y el abandono de la realidad como una imagen de santo milagroso.
La eficiencia de lo estético político está en la emocionalidad suscitada y en la adhesión irreflexiva que pueda construir en la conciencia del individuo-masa. Una gestualidad militarista, un símbolo patrio, un color: el insustraible rojo revolucionario, una vestimenta militante (gorras, franelas, botas, emblemas, etc. repartidos de forma gratuita y pagadas por el erario público); un lenguaje dirigido y limitante, que no tiene capacidad de reflexionar la realidad; un griterío entusiasta, un volumen atronador de los altoparlantes para no pensar nunca, encontrándose vinculado con una emoción hilarante fabricada para los efectos del momento, que siempre pretenden filtrar la atmósfera ficticia de lo triunfal, militar y patriótico. Todos ellos forman un conjunto que vendría a ser la permanente presencia de la estructura organizacional de esta emocionalidad estética fascista que encuadra la ficción revolucionaria de avance hacia el mar de la felicidad del socialismo del siglo XXI.
La estética chavista, una vez que ha atraído a los miembros que conforman el movimiento político, deberá dirigirse a intentar su permanencia de una realidad inalterable y para ello lo mejor es este vínculo emotivo. Pero, como todo, sus efectos tienen un límite pues vemos cómo ha ido deteriorándose la efectividad de la propaganda reiterada luego de este tiempo de presencia dictatorial gubernamental sin mayores resultados. La estética de esta mal llamada revolución viene a cumplir una eficacia de religar a las voluntades dispersas construyendo comportamientos de adhesión y odio, de adoración y repulsión. Adhesión y adoración al caudillo ungido por la gracia de Bolívar y el odio y repulsión a aquellos que no nos identificamos emocionalmente ni con ese proyecto político ni con sus líderes.
Tal tipo de movimiento extremista no puede ampliar sus dominios sin desarrollar un clima permanente de inseguridad tanto para sus simpatizantes como para sus adversarios; el temor y la incertidumbre son sus armas invisibles a derrotar. La finalidad del movimiento es incuestionable, y a ella sólo tienen acceso los miembros responsables y leales; los demás sólo deben atenerse en todo a los fines del partido.
Esta estética, que enmarca los mensajes doctrinarios del régimen, tiene el éxito de la eficacia al alcanzar el objetivo perseguido. Independientemente que toda propaganda tenga el carácter de poder informar, divertir, mostrar o no, los resultados son los que cuentan, sin detenerse mucho a cuidar que ella sea tosca, brutal, injusta, difamante o lo contrario.




A la búsqueda de la identidad revolucionaria


Como bien aconsejaba Maquiavelo, todo régimen nuevo debe cambiar completamente todos los contenidos y relaciones del estado y la identidad institucional por otro distinto, permitiendo crear una confusión y atención, rechazo y energías desviadas a otras realidades más pertinentes que estas. Es lo que hemos encontrado al cambiar nombres y logotipos emblemáticos de plazas, parques, avenidas, museos. Eliminación de nombres o logos tradicionales arraigados desde varias décadas atrás (es el caso ampliamente criticado y comentado del diseño centralizado de los museos nacionales, por ejemplo, o del Parque del Este, ahora llamado “Francisco de Miranda”).
Todo esto pretende envolver de nuevos fines a esas instituciones que antes habrían sido dirigidas con criterios elitistas y oligárquicos, contra los que ahora tendrán una respuesta y contenidos de orden popular, revolucionario, doctrinario y exaltador de los aparentes poderes creadores del pueblo a beneficio de esta construcción de patria socialista populista petrodolaresca. Un nuevo realismo socialista a la caribeña se implanta en los suelos de este creacionismo patriotero del siglo XXI, vigilado cercanamente por el ojo de la dictadura cubana.
La identidad sólo es posible si acepta al devenir y al cambio evolutivo, al tránsito humanizante, como la única suerte y destino por el que se llega luego del cansancio y la dicha, del sufrimiento y de la habilidad, que nos da esa disciplina inapelable de toda creación estética. En el fondo, el sufrimiento de la creación se redime al ofrecer una acción que evite la degeneración, la brutal uniformidad y la degradación que conlleva. Se termina en querer implantar desde arriba una identidad mecánica y externa, artificial y unilateral.
Pero ¿dónde, en qué lugar aparecen elementos que pudiéramos llamarlos de desidentidad en este régimen? La desidentidad aparece por la imposición reiterativa de los mensajes deformantes, de las distorsiones de la comunicación, de la sensación de acoso, de la adjetivación de repúblicas, la alienación religiosa (laicas u ortodoxas), de la ruptura con nuestra subjetividad e intimidad personal con el entorno, de un permanente sentimiento de falsedad, de narcisismo o hipocresía, de un vacío interior que se emplaza en nuestro espacio cultural común, del sentimiento de la incertidumbre del otro y del afloramiento del desconsuelo y el temor permanente.
Un mundo en el que la subjetividad del individuo habita en la aproximación absurda del peligro y que está rodeada de una persistente fragmentación junto a su pérdida de coherencia. Es la caída de instituciones tradicionales en la esterilidad de la inercia y la anomia, de casos de asesinatos en serie y sumariales, de inseguridad permanente, de un latido constante acelerado por los miedos reales e imaginarios, de los representados estados mediáticos de los escenarios de guerra, del aumento de lo mal hecho, del desinterés colectivo por una realidad cordial y más amable, del ambiente permanentemente destruido o deconstruido en el que vivimos, de la reiterada sensación de engaño, de cambios de símbolos que nos llevan a repatriarnos en imágenes que no corresponden a nuestras proyecciones psíquicas, o en donde reina la bazofia y sólo se acepta la ostentación, sea esta de lo material o de manipular el poder político a capricho.
La desidentidad no es tanto cosa del individuo y de lo que pasa aquí dentro del ser sino también, como una cámara de eco, de lo que sucede ahí fuera. Tendremos un arte discordante, una creación de lo inestable, una estética de lo banal y, por tanto, de una psique enferma que por temor a perderse se arraiga en la identidad absoluta del mundo artificial exterior y desatándose de la estructura psíquica construida en la intersubjetividad; en ello vendrá a fijarse creyendo que ahí está su salvación cuando realmente lo que está tocando son las riberas de la muerte psíquica como individuo.
La desidentidad ahora viene más del mundo externo que del propio individuo. De ahí la fuerza personal para permanecer consecuente ante los cambios aluvionales del mundo artificial y de la atención requerida a nuestra identidad subjetiva para avivar esos derrumbamientos que persiguen el fetichismo del progreso colectivo a costa de la muerte del individuo.
Se trata, en el fondo, de aceptar en nuestro fuero interior la legitimidad y la necesidad de seguir inventando, reformulando y recreando una estética de la resistencia a los apocalípticos juegos de los delirios irracionalistas y utópicos, nacionalistas o mercantiles que vienen adosados junto a los juegos de la planificación centralizada, amenazante y homogénea de ciertos líderes que permanentemente buscan apostar realmente por el destrozo, la degeneración y la desidentidad individual o colectiva para su ventaja, con promesas abstractas de un mundo por venir isomórfico y aterrador por lo aburrido, elemental y absurdo. ¿No será realmente esto lo que desea el público de masas?



Algo más sobre cultura


Cuando leímos las propuestas de la Ley de Cultura y luego de ver las imágenes donde desfilan las milicias bolivarianas que se ha propuesto crear el gobierno con el lema de “las armas son del pueblo”, todo ello emergiendo junto a un discurso con metralleta al cinto, queda claro hacia dónde se dirige la nueva identidad nacional, su estética política y su proyecto cultural. Ese discurso de la identidad, como nos referimos antes, siempre ha sido un vertedero de aburridas e inconclusas polémicas y nada de creativas propuestas. Como si la identidad nacional se encontrase en estado estacionario y el mundo no girase y la tierra fuese plana y no hubiese ninguna otra posibilidad de construir mundo, vida y creación que en la cerrazón de estos muros inamovibles.
Entre lo condenable del socialismo marxista esta su proyecto obsesivo de búsqueda de identidad nacional en que el partido es la cultura, la burocracia es la más alta expresión cultural y el dictador de turno el único que puede discernir sobre cuál es la cultura que debemos digerir todos los días, bien en plano social, educativo, mediático y hasta en lo artístico. Si sólo podremos volver a las atávicas raíces y no interactuar con el resto de las experiencias globales que han surgido con los cambios científicos, económicos, artísticos de ahora en adelante, por ejemplo, tocar la música de Bach será reaccionario y Beethoven demasiado burgués para el gusto de los rasos culturales de valores universales.
Si bien en la cultura popular encontramos valores insoslayables y realmente geniales, no menos importante es poder comunicarse y dialogar, informarse e interactuar con la ciencia, el arte, la literatura, la música de creadores individuales universales que han trascendido sus fronteras nacionales. Aportes que están ahí, en cualquier esquina de la autopista virtual a la que tenemos acceso, si es que quiere uno acercarse. Incentivar una única manera de sentir correcto, de vivir correcto, y una única identidad es cosa de maniacos, por no decir de individuos nada informados y formados en lo que respecta al cruce mestizo de valores que se han construido sin querer queriendo y que han dado una presencia y riqueza humana donde antes no se tenía ni idea de la existencia de tales valores.
Que exista en el país, por ejemplo, una red de orquestas nacionales no es una propuesta surgida de una Ley de Cultura sino de un proyecto cultural puesto en práctica y en el cual se puede medir los logros por sus frutos. Que haya una pléyade de músicos, artistas plásticos y literatos venezolanos, más no de miras sólo nacionales, no se debe a una ley de cultura sino a que se ha tenido la oportunidad de desarrollar y ampliar su perspectiva individual localista, trivial y nacional por la que pareciera dirigirse esta roma ley. Más que querer ordenar por dónde debe ser el cauce por el que debe dirigirse los linderos culturales y creadores, lo importante sería propiciar sus oportunidades a todos los ciudadanos con más escuelas dotadas y de continuidad formativa de calidad estética y artística.
Una ley de cultura no soluciona nada si no hay proyectos reales que la sostengan y un ambiente cultural social que lo propicie. La cultura, una preocupación que quisiera mostrar algo del rostro humano del gobierno hacia la ciudadanía, no tiene una mayor ampliación si lo que se persigue es pintar en las paredes, por ejemplo, a los héroes militares anticuados de siempre; y regresar a las mismas consignas panfletarias para llenar de pan y circo al pueblo, con los que se le ha acostumbrado a sorber los mismos rituales simbólicos en todos los regímenes y que ayuda a reforzar la narcosis de la identidad nacional castrada, sin la mejoría intelectual y formativa individual de los ciudadanos al crear otras manifestaciones de convivencia culturales que no sean la de la camarilla militarista (o artística) junto al odio y el conflicto como solución final para emerger una nueva (y vieja!) cultura belicista en un pueblo que, en su mayoría, hasta los momentos se ha conducido por los linderos culturales del pacifismo y manifestación democrática.
Una organización social eficiente es la que permite desarrollar una cultura en la que los talentos individuales se enriquecen mediante una interacción estimulante y fructífera. Es lo que algunos autores liberales y ¿socialistas? nombran por “capital intelectual”, con lo cual pareciera no tener ningún mayor interés atenderse, sabiendo que es la principal riqueza verdadera de una nación.
Un gobierno que mira a las masas como rebaños a dirigir y no a las potencias creadoras del individuo lo deja como si todo está dicho. Las identidades fructíferas son aquellas que tienen criterios para operar autónomamente y en cooperar con el resto de la ciudadanía. Aquellas que aspiran a que haya múltiples identidades sin menoscabar al individuo y ocultar sus posibilidades creativas y libertades particulares. Todo a cambio de anclar la creación de proyectos totalitarios sobre un horizonte inflado por el espejismo mediático de la guerra destructora y de la confrontación estéril.
Una cultura inteligente, y por ende una estética política inteligente, es la que nos lleva a captar mejor la información y los contenidos para el desarrollo personal, creando un sistema de filtros individuales de apreciación, y ajustándose a comprender mejor la realidad, percibiendo los problemas a enfrentar y tratar de resolver, inventando soluciones eficaces que son puestas en práctica y que mejoran la convivencia. Eso de la identidad nacional es un cuento reiterativo de nunca terminar, es la culebra que se chupa a sí misma la cola. El cuento de querer colocar a todos bajo un pensamiento único a repetir como rebaños amaestrados.
Personalmente me gusta interpretar a mi maestro y guitarrista guayanés Antonio Lauro pero no menos a Juan Sebastián Bach, en leer a Rafael Cadenas pero también a Broch, por sólo decir algo. Me gusta comprender los valores del mundo real en el que habito pero también a los que trascienden las fronteras nacionales. Un mundo donde la inteligencia y la cultura me permiten acceder a ellos por más distantes que estén físicamente.
Se trata de absorber los frutos de la humanidad en uno. Sabiendo limitar los efectos persistentes y múltiples de esta realidad estética política cercenadora de creatividad. Como dice el Werther de Goethe: vuelvo a mi mismo y encuentro un mundo. Además, como sabemos, la cultura es todo lo que pasa por nuestro pensamiento, y lo menos que quiero que pase son los discursos de políticos y revoluciones inútiles, con alardes de iluminados ungidos.
Safranski, filósofo alemán, ha expresado en pocas palabras lo que significó -¡y sigue siéndolo!- el socialismo real. Para él, esta forma de gobierno nunca implicó una liberación, sino la crueldad de la prisión y el sometimiento al terror y a la tutela de pueblos enteros por parte de una élite ideológica. El socialismo del siglo XXI no deja de ser lo mismo pero con un delirio ampliado y sostenido por las sombras amplificadas de la irrealidad mediática, propia de una estética política castradora de la emoción individual y que arrastra a los hijos de la nación a la esterilidad creativa total.






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