domingo, 1 de diciembre de 2013

Acercamiento y compresión
a la Esencia 
de la Poesía (Dichtung)


Adaías Charmell Jameson




El hombre que es consciente de su pensamiento, vive en un transitar por un largo y difícil sendero,  el mundo, la tierra, es la senda necesaria para el encuentro con la poesía (Dichtung). Un camino que es pensado en una sencilla pero poderosa palabra, eso es el lenguaje, el Logos. Todo hombre viene a esta tierra dotado de una naturaleza poética gracias al lenguaje, de manera que toda habla, es una forma del poetizar, la poesía viene a ser un rasgo muy esencial de todos los humanos.

De suerte que el humano nació dotado de una existencia poética, hay que comprender que  todo modo de hablar es una sutil manifestación poética, y en medio de esta comprensión, diremos que esencialmente todos somos poetas.

Buscar el sutil camino que nos indique, cómo podemos acercarnos a la esencia de la poesía, es una tarea que nos toca sobre esta tierra, es meritorio poder reconocer que todos hemos sido tocado y buscar esa vía especial para este reconocimiento. Porque “Pleno de méritos, pero es poéticamente como el hombre habita esta tierra.” Hölderlin.

Habitar poéticamente no es lo más meritorio, lo más estimable es el poder pensar en eso que nos fue donado por el simple hecho de ser hombre; esa realidad de la existencia poética que nos concierne a todos y nos concierne de modo primario. Este un rasgo esencialísimo de la existencia humana; comienza por el  poderoso legado del lenguaje. No hay poesía si no existiera la esencia del lenguaje.

De la misma forma debemos llegar al reconocimiento de todo material e instrumento de ayuda que llega y nos iluminan los caminos por donde tímida y silenciosamente vamos transitando con el mayor sigilo, buscando aquellos fundamentos que nos enseñen y nos permitan conocernos y reconocernos a través de la poesía; y de esta manera, aprender a presentir por medio de la experiencia y el temple de ánimo,  la verdadera Esencia de la Poesía (Dichtung). Es estar atento y permanecer en la cercanía de la esencia de las cosas;  abierto hacia los fenómenos del ser y  de los entes en general.

¿Qué hacer para dejarnos tocar y entrar en ese reconocimiento? Hölderlin, podría ser un camino a través de Heidegger; Poéticamente habita el hombre,
 “Estas palabras han sido sacadas de un Poema tardío de Hölderlin que ha llegado a nosotros por un camino especial. Empieza así ‘en un azul amable, dulce florece, con el metálico tejado, la torre de la iglesia…poéticamente habita el hombre…’…Para oír adecuadamente estas palabras debemos devolverlas cuidadosamente al poema” (Heidegger; Conferencias y artículos; 1994 : 163).
Habitar poéticamente  ya es un mérito y una virtud. El hombre habita en un espacio que define como su casa, su hogar o, su hoguera, su fuego. Es del fuego y de la hoguera de  donde se origina el hogar y en esa casa, es de donde se desprende aquello que nos ilumina, este es el lenguaje. En la medida en que la casa sea reconocida podremos partir al acercamiento y la comprensión de la Esencia de la Poesía, del Dichtung. Así ante el reconocimiento de la casa,  el acogimiento de la hoguera y la intimidad del refugio; seremos capaces de oír en medio del silencio la voz del ser y ante la vista de este, poder devolver las palabras con el poder de la imaginación al poema; dice Henry Bosco que “cuando el refugio es seguro la tempestad es buena” (cit. Por Bachellard;1974:71)

Hay que entrar en conexión con la Dichtung que poéticamente (dichterisch), estemos en ese habitar continuo del hombre como un rasgo esencial y vital de la existencia humana.  Si habitamos en el lenguaje, hay la posibilidad de que se abran los sentidos, veremos con los ojos del ser los diferentes colores “En azul amable’;  degustaremos con la fuerza del lenguaje ‘dulce florece’ y, oiremos adecuadamente las palabras ‘con el metálico tejado, la torre de la iglesia’.

Apropiarnos del espacio habitable en su esencia llega a ser incompatible con la poesía si nos dejamos arrastrar por los ruidos externos: lo mundanal, las habladurías, “el sortilegio de la empresa de placer y del ocio” y tantas cosas que hacen que el hombre se olvide del Ser.

Estas interrupciones no permiten que se establezca la fundación de lo poético en el habitar de la casa como forma esencial en el  humano. En otras palabras, si nos entretenemos en medio de tanto ruido es posible que estemos al borde del extravío y en el peligro de la caída y del olvido del Ser.

Nos toca pensar ahora en este habitar de la existencia del hombre; en lo más originario donde el hombre habita desde su esencia en la casa; el ser ahí, de allí que esta existencia debe ser mostrada, sacada del desocultamiento y puesta de manifiesto para que el poetizar sea la mera construcción de la esencia de la cosa misma. Esto, solo puede hacerse bajo el dominio del lenguaje como medio y herramienta de expresión, dejándose arropar por el embrujo de él, respondiéndose y  correspondiéndose de manera que podamos a través de él y en él,  atrapar la sutiliza de la significación de la esencia de la cosa.

El poseer una casa significa estar lleno de mérito, saber que tenemos un abrigo y que nuestro transitar por el camino lleva siempre la esperanza de estar y habitar la casa de donde a cada instante salimos y entramos, en donde estamos cubiertos y encubiertos, es nuestro propio compromiso con el habitar poético. La casa es el lugar que nos acoge, nos hace consciente y nos invita en una retraída exhortación a vivir y convivir en armonía con la esencia, consigo mismo, y, por medio de tal exhortación, podemos visualizar nuestra actuación y nuestro dominio del mundo
“toda gran imagen simple es reveladora de un estado de alma. La casa es, más aún que el paisaje, un estado del alma. Incluso reproducida en su aspecto exterior, dice una intimidad” (Bachellard; op.cit.:104)
Corresponder con esta actuación y dominio que el lenguaje ejerce en nosotros comienza no con un mero poderío material de la casa; es decir, del lenguaje, es un corresponder con la esencia misma y que pueda acontecer la experiencia legítima de la poesía, sentir que estamos en un poetizar ontológico, en la que el hombre y el Ser se afectan mutuamente bajo un arropamiento y señorío de la divinidad y los dioses. Para esto no solo tenemos que estar expuestos ante el mundo sino dispuestos a tomar la decisión de abrirnos y comprender lo más originario del poetizar mismo como “la más inocente de todas las ocupaciones”  como oficio del  hombre bajo la dirección y protección del Ser de forma que, por ser un oficio ontológico sea inofensivo.

¿Cómo poder abrirnos ante el poema para  poder oírlo como dice Hölderlin y así, regresarlo a su origen, al poema mismo? Volvamos al habitar, allí está el acontecer como fundamento del ver y el oír, el fundar y el cultivar como el mérito  que ha hecho posible que ese habitar permanezca en el hombre. Si en ese habitar en el Ser que es el lenguaje, permitimos que el ver y el oír sustantivado actúen, ya hay una gran parte del terreno abonado como pieza esencial de la fundación y el cultivo de la Esencia de la Poesía.

Lo poético y el poetizar exigen un terreno, una tierra fértil donde crezca la semilla, el que Hölderlin nos diga que “…poéticamente habita el hombre  en esta tierra” esa tierra que se habita, ¿cómo es y dónde  está?  La tierra siempre lleva un amplio sentido polisémico: como origen de todas las cosas, lugar donde se puede cultivar, espacio que se puede habitar, materia de la que está hecho el hombre de forma mítica. En todas estas múltiples acepciones semánticas, podría ser posible que estuviera el pensamiento y el sentimiento de Hölderlin para ubicar al hombre en su habitar poético;

“Pero ¿qué debe mostrar el hombre? Su pertenencia a la tierra. Esta pertenencia consiste en que el hombre debe ser heredero y aprendiz en todas las cosas” (Heidegger;1958: 131,132).  
El que el hombre sea poseedor del lenguaje, lleva consigo el habitar poético sobre esta tierra,
“De este modo Hölderlin no sólo preserva a lo “poético’ de una mala interpretación, que es fácil que se dé, sino que añadiendo las palabras ‘en esta tierra’, señala propiamente la esencia del poetizar. Este no sobrevuela la tierra ni se coloca por encima de ella para abandonarla y para flotar sobre ella. El poetizar, antes que nada pone al hombre sobre la tierra, lo lleva a ella, lo lleva al habitar. (Heidegger; 1994:167)
Al comienzo de esta reflexión se ha hablado de la conciencia del pensamiento en el hombre, el poetizar es el resultado del pensar, es el diálogo que establece la poesía con el pensamiento,

“el diálogo entre pensamiento y poesía evoca la esencia del habla para que los mortales puedan aprender de nuevo a habitar en el habla” (Heidegger: De Camino al Habla; tradcc.;1979 edic.2002:30); siempre y cuando, puedan permanecer “de un modo decidido en un carácter diverso de su esencia” (Heidegger; op.cit; 1958:168).

Es imperante para llegar a un verdadero acercamiento de la Esencia de la Poesía, ir en busca de la comprensión; y luego, con mucha habilidad y sutileza, tener un acercamiento hacia la interpretación del poetizar y de la esencia en sí de la poesía misma.
“el proyectar del comprender tiene la posibilidad peculiar de desarrollarse. Al desarrollo del comprender lo llamaremos interpretación” (Heidegger: El Ser y el Tiempo; 1927; edic. 200:166) 
 Estas posibilidades de comprensión e interpretación nos conducen a la proyección y el acercamiento al lenguaje en su sentido primario, a eso que reconocemos como Logos;  y comprenderemos que  donde hay Logos hay mundo; iremos hacia una visión de que somos pensamiento, reconocimiento, desocultamiento y patencia en el lenguaje como diálogo mismo. El hombre nace dotado de este bien, me refiero al lenguaje y ahora, le toca pensar y por este difícil camino, obtendremos un Temple de Ánimo ante las experiencias fundamentales, este temple es necesario en el hombre para poder sostener en este mundo la pugna y la lucha entre los contrarios con la que día a día se enfrentará  ante su propia donación.

Temple de ánimo, pensamiento y lenguaje, todos juntos, uno al lado del otro establecen un diálogo y una mediación; cada uno se complementa en medio del diálogo en la realización de la Esencia Poética.

El vivir del hombre es un constante mediar y medir, ¿con quién media y qué  mide? Media con el mundo y mide las dimensiones del espacio en donde habita. El hombre toma la medida en tanto que puede ser medido con la divinidad. El hombre puede medir en la medida que pueda comprender la dimensión entre el cielo y la tierra, y esta comprensión no es una simple comprensión espacial de lo celeste y lo terrenal, de lo conocido y lo desconocido, es una mediación ontológica del habitar de los dioses y, del lugar habitado por los humanos; y en medio de esta comprensión de lo que es su propia medida, está el habitar  poético; podemos medir porque somos diálogo, una medición como reconciliación del ser con el hombre, mediación del hombre con la divinidad y esta con los dioses; llegando a establecer un diálogo los uno con los otros; oírnos mutuamente, medir y medirnos.

 Y en este medir está  la esencia de lo poético, en que podamos revelar, develar y rebelarnos ante lo no conocido, ante lo misterioso. Difícil tarea  para los que habitamos esta tierra, 
“Esto acontece en un tomar que nunca arrebata para sí la medida sino que la toma de un percibir concentrado que no es otra cosa que un estar a la escucha.Pero ¿por qué esta medida, que tanto nos extraña a los hombres de hoy, tiene que ser exhortada al hombre y tiene que estar participada  por medio de la toma-de- medida del poetizar? porque sólo esta medida saca la medida de la esencia del hombre. Porque el hombre habita midiendo lo que está “sobre la tierra” y lo que está “bajo el cielo” y este “debajo de” se pertenece el uno al otro. La interpretación de ambos es la medición transversal (de un cabo a otro) que el hombre recorre siempre en tanto que es como terrenal” (Heidegger; Conferencias y Artículos; op.cit.:172,173)
Esa conexión con la divinidad como medida misma es dios. Hay que conquistarlo y conocerlo ya que Él forma parte de eso misterioso y desconocido por el hombre, de lo originario y hasta de lo imaginario “en el principio era el verbo y el verbo era Dios” ¿es acaso dios la palabra, el verbo, así como la poesía es el lenguaje originario de un pueblo? Si lo permanente es presente, el lenguaje que es lo más originario junto a dios que es lo permanente, permanece en el presente. 

La poesía como lenguaje originario debe ser comprendida desde la esencia del lenguaje mismo y es al poeta a quien le compete fundarla en esta tierra, hacerla permanente;   indiscutiblemente esta es la medida, y esta medida, es la que abre esa morada debajo y sobre la tierra, es la razón por la que debemos deslastrarnos de esa dejadez, salir del desierto del Ser. Aquí nos insta Hölderlin por medio de Heidegger a que vayamos hacia la transición y a “otro inicio del pensar” de manera que nos sometamos al dominio del pensar y lleguemos a ser tocados. Heidegger de alguna manera nos exhorta que es meritorio ponernos en presencia de esta gran fundación  y habitar como todo  poeta de forma muy distinguida en la esencia del poetizar y en el sentido más originario del lenguaje.

El fin único del humano debiera ser, el hacerse consciente de eso que habita en el interior, dejar que acontezca la verdad del ser y que podamos vivir en este mundo o en esta tierra poéticamente.

Textos Consultados:
BACHELLARD, Gaston ( 1974) La Poética del Espacio;  Fondo de Cultura Económica. 
HEIDEGGER, Martin: 1958; Arte y poesía; México; Fondo de Cultura Económica.
HEIDEGGER, Martin: (1994) Conferencias y Artículos.
HEIDEGGER, Martin: 2002; De Camino al Habla; Barcelona, España. Colección La Estrella Polar-38.
HEIDEGGER, Martin. (2000) El Ser y el Tiempo. Fondo de Cultura Económica..   




  


     
        





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