sábado, 1 de marzo de 2014

No calles en las calles…

Venezuela Febrero 2014

David De los Reyes


 
¿Por qué existen los déspotas? ¿Por qué han de doblegarse
miles y miles ante los caprichos de un estomago y depender de su flato? 
Los Bandidos.  F. Schiller

Algunos nunca enloquecen. !Qué vida de mierda deben llevar!

Charles Bukowski

La política es el campo de las posibilidad humanas para convivir en sociedad. Pero puede tanto restringir como ampliar el desarrollo y la plenitud de los hombres.  Es lo que hemos visto a lo largo de la historia. Cuando la vida humana se reduce por incapacidad, corrupción, brutalidad, cinismo de sus gobernantes, los gobernados, ante los tiranos, tendrán el derecho y el deber de destituirlos, pues en ellos recae el poder soberano de aceptar o no a su conductor y decisor, su legislador universal en tanto gobierno.
Regímenes de estado que despojan a los hombres de sus derechos, o en los que son considerados como si solo pudieran gobernarse por la fuerza y el miedo al castigo son tiranías encubiertas, a veces, por una delgada máscara democrática. Esos regímenes tienen el efecto de producir tiranía y altivez en el déspota de turno, así como espíritu esclavo y bajeza en los ciudadanos; el efecto de cubrir de palidez y sangre todo rostro y de cobardía y resentimiento en todo corazón.  Toda sociedad que dependa, por tanto, en gran medida de la intervención del Estado siempre ha caído en el autoritarismo.
Venezuela ha pasado y pasa  por esto anterior en este infausto presente. Después de quince años de una promesa revolucionaria transformadora y esperanzadora para muchos incautos y otros  cautos, el país ha caído en el marasmo del atraso cultural, del cerco total de los medios de comunicación, de la destrucción del sistema educativo a todos los niveles, de la inseguridad ciudadana como permanente represión  y reducción de los espacios públicos libres, del parasitismo rentista estatal, del desempleo como plaga viral y del desmontaje del parque industrial-empresarial, del manejo doloso, volátil e irresponsable de los abundantísimos fondos públicos, de una justicia viciada y dependiente del ejecutivo, de un militarismo rampante, del dominio extranjero de la vida política y militar del Estado o el llamado neoimperialismo castrocomunista, de una mortandad civil que no remite a ninguna otra realidad actual ni histórica, ni local ni mundial, en relación a su número de asesinados por el hampa (casi 25 mil asesinatos en el 2013 de los cuales pareciera ser que el estado no tiene la culpa), y  un desabastecimiento de los artículos más elementales para las necesidades de la vida diaria dentro de un capitalismo salvaje de estado todopoderoso petrolero. La Salus Publica del denominado socialismo del siglo XXI se basa en la permanente represión de la protesta ciudadana y en el reparto del desabastecimiento general.
Frente a esto, la mayoría de la sociedad civil, impulsada por la gesta heroica de los estudiantes que han llevado la protesta justa  a la calle con un permanente  ¡basta ya! rotundo,  han iniciado una alentadora lucha pacífica contra un régimen decadente que se ha  apoderado del Estado con fines extralegales y determinados abiertamente desde centros de poder políticos en el exterior, ofreciendo conscientemente un detrimento permanente de la calidad de vida para  los habitantes de la nación y creando una casta revolucionaria rastrera y servil, llamada coloquialmente, boliburguesia.
El régimen, llamado revolucionario y socialista,  se ha convertido no en gobierno, sino en un sistema de dictamen que impone sus órdenes a los ciudadanos por encima de la ley. Un mandato por decreto, pues los revolucionarios no creen ni en leyes ni en constituciones, son molestas para el devenir histórico del partido y sus líderes; aunque no se cansan de decirnos que todo lo hacen bajo la lupa del ordenamiento legal expresado en el librito magno de mano, mas nunca concretado en la cotidianidad política. Toda dictadura se caracteriza por la supresión del derecho reemplazado por el ejercicio de la fuerza represiva inmediata. Una legalidad cínica y tiránica esgrimida contra aquellos que quieren levantar una voz disidente y que se sienten separados de la participación del acontecer político plural que corresponde a toda democracia parlamentaria. Un régimen que sólo tiene como solución el enfrentamiento, el apartheid en la división de ciudadanos acólitos y eliminables, la represión y el encarcelamiento permanente de los líderes que pueden elevar su palabra  y que pueda ser acogida por una inmensa mayoría  que casi ha perdido la voluntad de  protesta legal, pero que hoy ha vuelto a escucharse en la calle de forma  imperante, firme, combativa, estruendosa, y valiente, gracias a los estudiantes venezolanos. El único golpe de estado militar en marcha, tan repetidamente anunciado por el régimen, lo da todos los días el gobierno contra el país. El Estado en Venezuela se ha convertido en un coágulo de poder hamponil y militar, que se ha quitado, con los acontecimientos de estos días de febrero, la máscara frente a una población civil desarmada.
Lo más interesante que esta irrupción espontánea y libertaria ciudadana de inconformidad es que  ha surgido con un mínimo de organización, pero con un máximo de malestar social gracias a la presencia estudiantil juvenil en todos los frentes emergentes a lo largo del territorio nacional. Y no es esta la primera vez  que ocurre. Los estudiantes, ante un futuro incierto e injustamente mal tejido políticamente, de vida cerrada y enclaustrada a los dictámenes y decretos  dictatoriales de los funcionarios de un estado de una camarilla corrupta,  han tomado la calle y han dicho que de ella no saldrán hasta que no vean que la situación  cambie; no quieren que se les robe su futuro por una gris inteligencia política. Contra ellos y a todo el resto,  ha habido represión intensa y ejercida con los cuerpos de violencia militar del régimen militar-corporativo, los cuales se componen no solo de la guardia nacional sino de los llamados “colectivos de la paz”, quienes  se han organizado para inocular el miedo y han desplegado, a lo largo de las ciudades en justa rebeldía, la fuerza brutal de la destrucción e incriminación tanto a los estudiantes como a los mismos ciudadanos, como también a las propiedades particulares como a los bienes comunes del estado; toda acción de protesta civil se ha criminalizado con total fuerza. Colectivos desatados  y armados que, con una conducta hamponil,  han sido resguardados por los miembros de la guardia nacional, incentivándolos al ataque, al saqueo, al saboteo y a la destrucción, sembrando el caos y la impotencia que no por ello desalientan a no seguir con su pie de calle. Mostrando así la faceta única de sometimiento  y de falaz diálogo al que quieren reducir las voluntades de los hombres de este país. Se trata simplemente acallar y no aceptar el protestar la reducción de la calidad de vida desabastecida (alimentaria, médica, educativa, etc.),  plagada en el presente de injusticias en  muchas estancias sociales. Es la pesadilla socialista nacional que ha construido la ineficacia del delirante régimen ejercido durante quince años de arbitrariedades electorales e institucionales;  la gran mentira socialista, como colofón político. Esta inconformidad real ciudadana es el supuesto motivo y el fin de un permanente ataque, represión, acoso, encarcelamiento, y en ciertos casos de eliminación de la  misma vida de venezolanos (van más de quince estudiantes muertos en las calles; más de setecientos detenidos, torturados y otra cantidad de desaparecidos), bien de forma directa o indirecta. Un régimen que ha decidido ser totalitario siempre es sordo ante la voz de la diferencia; el régimen nunca se equivoca, es perfecto. La verdad política relativa y parcializada  se vuelve absoluta y se convierte en dogma;  no hay posibilidad de enmendar y reconocer ningún error, pues para sus dirigentes simplemente no existe.  Quieren las mentes silenciadas y sólo que acepten la orden de forma irrestricta; el mando, la ceguera como la única forma militaresca de ver la luz del día.



Por otra parte tenemos  una dirigencia política que se ha tildado de opositora que, si bien ha hecho intentos de dar seriedad política por alguno de sus miembros, ha sido fuertemente criticada por pactar cargos y legitimar gobiernos, instituciones electorales y judiciales fraudulentas. Ante tal dirigencia el eco de la sociedad civil ha protestado abiertamente o a soto voce entre los corrillos de la contingencia cotidiana de la familia y de los espacios públicos. Una gran mayoría indignada que adversa al régimen se ha desilusionado de su precaria actuación y su poca representación democrática; han jugado, cuestionablemente,  a que las elecciones son limpias cuando no hay árbitros electorales imparciales. Como he dicho en otra oportunidad. Pareciera esta llamada oposición más una reunión de capilla que un movimiento democrático que toma y hace frente a las injusticias permanentes de la ciudadanía a lo largo del país; en el fondo, parecieran querer no quedar fuera del reparto presupuestario de la renta petrolera, aunque sean migajas.
La mentira política nunca ha sido más explícita; cree  el gobierno que está ante un grupo de tarados mentales políticos. La mentira construida y reiterada para fines del manejo y hostigamiento de la opinión pública, a través del cerco de los medios de información amordazados, ha sido el mejor instrumento de coerción y de embaucamiento del ciudadano mayoritario;  medios que hasta ahora les han servido, pero no pareciera que por mucho tiempo más. La culpa de esta protesta ciudadana no son de los medios de comunicación sino de los fines de la incomunicación de los funcionarios del gobierno ilegítimo.  Una serie de promesas nunca cumplidas, de fracasadas misiones nefastas e ideológicas, de cargos parasitarios, de la destrucción sistemática del orden institucional constitucional, de   la compra de gobiernos beneficiarios del reparto petrolero y sus rentas, de regalos y saqueos demagógicos permitidos (como línea blanca, aparatos electrónicos, etc.), han sido parte de la ingeniería social del  “bozal de arepa” bolivariano. Así tenemos, en estos días de últimos de febrero,  la última  consigna revelada, esgrimida públicamente por un ministro que dice ser de educación, la pobreza es necesaria para la revolución y por ende, es importante mantenerla e incentivarla;  habrá que acostumbrarse a esta mediocritas revolucionaria, pues la  movilidad social y mejorar de condición por el esfuerzo e inteligencia personal está vetada dentro de una revolución; el reparto de la pobreza, no del incentivo a la riqueza: ser pobre es bueno. Ese ministro de educación nos ha mostrado, con su pobreza intelectual revolucionaria, la naturaleza ideológica implícita del absolutismo DESilustrado de este gobierno del socialismo s. XXI. La educación  para el gozo en el paraíso de la esclavitud comunista y el sometimiento servil a los funcionarios del supremo estado socialista; hay que aplastar la autonomía y la libertad, el crecimiento del ser del individuo con el quiebre de su voluntad. Se estudia sólo para ser un buen dócil siervo de la gleba revolucionaria, dirigida por el señor feudal bolivariano de turno y elegido por las alturas de un comisariato político o en función de los intereses del lugar respecto a quién es el funcionario iluminado que dominará a ese territorio desde todo punto de vista. No el incentivo del trabajo justo  y una educación para un mejor vivir responsable y útil. Simón Rodriguez, ese iluminado del s, XIX, bien hizo con no volver nunca más a estas tierras que lo vio nacer… Así es como, poco a poco,  ha caído el antifaz democrático para muchos de los seguidores del régimen; se han dado cuenta, por ejemplo, que el estudio es una pérdida de tiempo y que la formación e información del individuo vale tanto como  su vida: nada; que sólo es un número más donde la moralidad no cuenta y si existe la conciencia personal es un estorbo. Sumisión a la nomenklatura es el fin. Dominio arbitrario y no convivencia política. Sometimiento involuntario y aceptación del destino socialista sin chistar.   De ahí que sean tan dignas las demandas y las protestas de los estudiantes dentro del país. ¡Los estudiantes no se venden, no negocian, solo actúan por resistencia civil!




Todo este cuadro descrito es lo que viene a conformar el destino de una  nación desbastada, que hasta el momento ha dejado de ser soberana, donde  sus habitantes parecieran haber quedados separados de la solidaridad  democrática internacional  del resto de los países que en algún momento tomó a Venezuela como un territorio de ejemplo democrático; donde las esperanzas de una democrática perfectibilidad y reforma política podían haberse dado en el tiempo. Todo esto, pareciera, quedó atrás, según los lineamientos a los que quieren someternos. La realidad hacia el futuro glorioso –y nunca a llegar!-, es un garabato revolucionario caótico y empobrecido en todos sus rincones.  No creo que una gran mayoría se resigne a este cuento de una triunfante revolución socialista contada tan mal (y peor conducida),  por un gobierno criminal, ilegítimo, fracasado y mentiroso pero eficaz  en sus movimientos de control de los medios privados y de las legalidades aviesas; del manejo mordaz de los medios de comunicación que son públicos y no partidistas; del uso a discreción de los fondos públicos; de la legalidad de la corrupción como una de las formas normales para algunos elegidos militares y ejecutivos de la revolución;  y del uso formalista  y coercitivo de las leyes y el poder judicial para el control ciudadano, y todo eso que sea  aceptado por largo tiempo; esto junto a un manejo de las instituciones públicas por una directiva gerencial pública que está compuesta en una tercera parte por mano militar.
Hoy en el país las calles han vuelto a escuchar las voces que estaban mudas. En las calles no te calles, pareciera ser la consigna. Las gargantas de los estudiantes son tan fuertes como el acero; su creatividad se encuentra en ebullición constante ante los desmanes de la represión del decadente estado. No destemplan sus intenciones en su largo coro de protesta aunque estén  acompañadas con los estruendos criminales de las balas, los perdigones, las lacrimógenas, las tanquetas; dicen, ¡no tenemos miedo! Y  bien saben que sólo les queda la convicción de la exigencia de su reclamo y protesta  justa, pacífica, democrática, civil y encaminada a transformar una realidad inoperante, aberrante. Situación que la hemos padecido todos: la inseguridad permanente, la corrupción en los poderes judiciales, el aceptar al hampa como una forma más de vida revolucionaria, de sentir en propia piel el permanente acoso arbitrario de los cuerpos militares de la nación, y la inversión de los valores humanos por inhumanos, el fundamentalismo político. Los estudiantes han sido los que han asumido en representar y actuar realmente contra las quejas que están  rondando en el aire  enrarecido del país y en nuestros cuerpos golpeados de manera permanente. Sus capacidades y su inteligencia han puesto en jaque a toda la maquinaria del poder de un estado absolutista tiránico, modelo tomado del castro-comunismo que ha imperado  por más de medio siglo de represión humana permanente para darle el gusto a una decadente, envejecida y rapaz dirigencia que dejó de serlo y que sólo puede esconderse entre sus esbirros y sus huestes. Un mundo donde nunca se supo multiplicar la riqueza, la dignidad, el bien social, la libre creatividad, la libertad individual y ciudadana, en fin, una plenitud de vida. Por todo, junto a los estudiantes, habrá que decir: no calles en las calles!…   

Arturo Pérez-Reverte en su novela  El Francotirador Paciente  lo expresa así: "-La calle es el lugar donde estoy condenado a vivir...A pasar mis días. Aunque no quiera. Por eso la calle acaba siendo más mi casa que mi propia casa. Las calles son el arte...El arte solo existe ya para despertarnos los sentidos y la inteligencia y para lanzarnos un desafío. Si yo soy un artista y estoy en la calle, cualquier cosa que haga o incite a hacer será arte. El arte no es un producto, sino una actividad. Un paseo por la calle es más excitante que una obra maestra". Hoy las calles han vuelto a ser de los venezolanos.
La desobediencia civil
como práctica creativa

María Eugenia Cisneros Araujo




…Respondedme, niños: ¿quién os ha proporcionado una vida tan feliz?
Hubo un momento de desconcierto antes de que algunos de los alumnos de los cursos superiores respondieran.
-El Partido Comunista
-No os oigo -dijo el director-. Contestad más alto si confiáis en vuestra respuesta.
Varios profesores se levantaron e hicieron señas a los niños, tras lo cual otras muchas voces se unieron al coro. El director necesitó varias rondas más hasta quedar completamente satisfecho con la atronadora respuesta.
-Larga vida al más grande, glorioso e infalible Partido Comunista -repitió el hombre golpeando con el puño-. ¿Entendéis estas palabras? ¿Su significado? Significan que nuestro partido jamás se ha equivocado y jamás se equivocará, significan que cualquier cosa que hagamos no escapará al escrutinio del partido. Sé que os han enseñado respetar a vuestros padres, pero ¿qué son ellos comparados con el partido, nuestros primeros padres? Sois hijos del partido antes que hijos de vuestros padres. El partido ama a todos por igual; no obstante, si alguien comete un error, igual que cuando lo comete un niño, el partido no dejará pasar ni a un solo infractor sin castigo. No se librará nadie, no se tolerará ningún crimen.

Yiyun Li. Las puertas del paraíso


Introducción[1]
El Estado se fundamenta en el poder y la fuente de su dominio consiste en la capacidad que tiene de suscitar lealtad y obediencia de la sociedad a las instituciones fundamentales sobre las que descansa su estructura, tales como: el ejército, la policía, el derecho y la burocracia. Persigue asegurar la colaboración y la conformidad de la mayoría de la población a estos organismos. De tal forma que a mayor colaboración voluntaria por parte de los individuos y el colectivo el Estado estará más seguro. Y su autoridad devendrá de la fuerza por reivindicar su legitimidad ante la sociedad y su derecho a exigir obediencia dentro de los límites del marco constitucional.
Se tiene así, por un lado, un Estado que se fundamenta en el poder. Un mando que se alimenta por la autoridad, legitimidad y legalidad que contiene gracias a la obediencia de la sociedad, la lealtad del ejército y la garantía que le ofrece el modelo constitucional. Por el otro, se encuentra una sociedad conformada por individuos y por un colectivo que acata, consiente, apoya y coopera con el Estado y sus instituciones.
Ahora bien, cuando un gobierno utiliza la violencia y la coacción para lograr la lealtad, cooperación y obediencia de la sociedad descontenta ante sus actos abusivos, entonces, la estructura que soporta al Estado se encuentra débil. Lo que se vislumbra es una relación conflictiva entre los ciudadanos y el Estado. Terreno fértil para la aparición de la resistencia pacífica.
La desobediencia civil, como una forma de resistencia activa que se vale de la imaginación y no de las armas, se manifiesta cuando la sociedad se opone a los actos arbitrarios que comete el Estado al hacer un uso ilegal, ilegítimo y subjetivo del poder que lesiona, limita y coarta el ejercicio de la libertad individual, colectiva y social. Así, por un lado, se tiene un Estado que se caracteriza por reservarse el monopolio de la fuerza, el uso del poder como dominación para manipular y sancionar, mantener la obediencia de la sociedad a sus prácticas cualquiera que estas sean, lograr la colaboración de los ciudadanos y otros Estados para llevar a cabo los abusos del poder, ejercer la autoridad mediante la violencia y fortalecer la legitimidad y legalidad perdida con las relaciones comerciales y de intercambio que lleva a cabo con otros países; asegurar la lealtad del ejército, policía y todo cuerpo que represente la coacción. Se trata de ejercer la violencia en forma opresiva para mantener su estructura, aunque por sus acciones esté, al margen del marco constitucional que lo regula. Y por el otro, se encuentra una sociedad conformada por individuos y colectivo que gozan de un poder que se manifiesta cuando son capaces de desarrollar métodos y técnicas para enfrentar mediante actos imaginativos concretos las injusticias de que son objeto por parte del abuso del dominio político que hace el grupo que esté en posición de mando.
El hecho cierto es el siguiente: Un Estado para permanecer, por más arbitrario que sea, requiere de un mínimo de lealtad, cooperación y obediencia de algún grupo para asegurarse que sus órdenes se cumplirán. Cuando en un país existe estancamiento de la vida económica, cultural, corrupción en la administración pública, son indicadores que muestran: 1) la pérdida de legalidad y legitimidad de un gobierno; y, 2) un gobierno que utiliza la violencia, el terror, la represión como formas de conservar el poder. Esto es, hace un uso no contemplado en la ley de los servicios de inteligencia y seguridad.
Por consiguiente, la desobediencia civil como una forma de resistencia activa e imaginativa, consiste en un método de lucha política, colectiva o individual, basada en la idea de que los gobiernos dependen de la colaboración, sumisión, acatamiento, cooperación de la mayoría de los ciudadanos de una sociedad; de la lealtad de los militares, la policía y los servicios de seguridad civil. Se fundamenta en las circunstancias reales del poder político y busca movilizar a la población civil para que retire el consenso, la colaboración y la obediencia con el fin de procurar socavar las fuentes de poder del Estado injusto, ilegítimo y arbitrario e incluso buscar apoyo internacional para lograr su cometido.
Los actos de desobediencia civil se presentan en forma de protesta, persuasivos, mediante la no cooperación social, económica y política, la intervención no violenta, huelgas, jornadas de trabajo lento, los boicots, las sentadas, ocupaciones, creación de instituciones de gobiernos paralelas, la objeción de conciencia, los movimientos ecológicos, entre otros. En mi criterio las prácticas de la resistencia responden a la facultad imaginativa que tienen los individuos y el colectivo de innovar, crear en cualquier momento formas inéditas de lucha política para socavar el poder abusivo del contrario o de una forma de institución injusta, ilegal e ilegítima para que se someta nuevamente a la regulación constitucional, al control democrático y continúe en esta situación. Puede que persiga la reforma de una ley determinada, la supresión de alguna injusticia; o que busque el derrocamiento de todo un sistema político y social.
Cuando se decide ejercer la desobediencia civil hay que tomar en cuenta que intervienen factores psicológicos y morales; capacidad de movilización, aguante y persistencia en la lucha; considerar si las circunstancias políticas justifican efectivamente este tipo de acción; evaluar si los hechos a realizar son legítimos, tienen sentido político y si son capaces de lesionar la fuente de dominio que mantiene la constitución del Estado arbitrario.
La lucha política entre el Estado y la sociedad moviliza los campos de la experiencia y cotidianidad individual y colectiva. La política, la economía, la religión, la educación, el derecho, la sexualidad, la familia, el trabajo, el tiempo de ocio, el sentido de la vida son trastocados en una intensidad que dependerá de cómo se aborde las desavenencias que surjan de la propia dinámica conflictiva. En este contexto, la desobediencia civil coloca en puntos opuestos al poder y la libertad; el Estado y la sociedad; la tiranía y la democracia; el Estado de derecho y el no-Estado de derecho; la represión y la participación; la opresión y la persistencia en la lucha política, sólo por nombrar algunos. Ante esta brecha les corresponde a los individuos en cooperación con el colectivo emprender acciones que involucren la conciencia del individuo en aceptar que forma parte de una sociedad y su experiencia como parte de un colectivo que padece las consecuencias de la pérdida de la libertad por las acciones de un Estado injusto, ilegítimo e ilegal.
En la presente época (2014), tiempos de globalización, tecnología, redes sociales, el análisis de la desobediencia civil implica tomar en cuenta diversos aspectos, como lo son: el jurídico, ético, político, social, filosófico, psicológico, entre otros. Cada uno de estos campos presenta interrogantes aún no resueltas respecto a esta forma de resistencia activa e imaginativa. La cuestión se complejiza cuando no se puede evitar la interdisciplinariedad entre los campos de conocimiento y la conexión entre el transcurrir de la vida y estos referentes.
La desobediencia civil se manifiesta en la experiencia, en la realidad social efectiva, en la cotidianidad. Le exige a los individuos y al colectivo emprender acciones imaginativas efectivas para defender o rescatar el ejercicio de su libertad, limitar el ejercicio abusivo del poder político. Impulsar tales acciones es difícil. Le exige, tanto al individuo como el colectivo, sacrificio, sufrimiento, incomodidad e incluso la muerte por la libertad. En la realización de actos concretos de lucha política interviene la conciencia (esfera privada-individual) y la acción (esfera pública-colectiva-política) porque somos individuos sociales.
Esta disyuntiva entre el poder y la libertad; el Estado y la sociedad que provoca la aparición de la desobediencia civil reclama un análisis, una investigación, un replanteamiento y relectura de la noción de libertad y de sus calificativos: libertad política, libertad constitutiva de la existencia, libertad como no dominación, el miedo a la libertad, entre otros. También del poder y la organización en la que se estructura ese poder como institución.
La cuestión sigue vigente: ¿La sociedad debe obedecer, consentir, ayudar, colaborar con un Estado injusto, ilegítimo, ilegal y arbitrario?
En este trabajo me propongo a demostrar las siguientes afirmaciones: 1) La desobediencia civil pertenece al campo de lo imaginario y la imaginación; y, 2) La desobediencia civil es una práctica creativa individual y colectiva cuya finalidad es consolidar la libertad. Para ello, me apoyaré en la tesis de Cornelius Castoriadis sobre lo imaginario y la imaginación; el planteamiento de Etienne De La Boétie sobre la servidumbre voluntaria y la postura de Hannah Arendt en lo atinente a la desobediencia civil. Finalmente presentaré las conclusiones con las ideas de Erich Fromm sobre la desobediencia civil como cuestión moral y psicológica.



 




1. La desobediencia civil pertenece al campo de lo imaginario y la imaginación
Castoriadis aclara en el Prefacio de La institución imaginaria de la sociedad que el término imaginario no es utilizado como reflejo o imagen de, tal como lo hace el pensamiento heredado. Al respecto afirma:

“…lo imaginario no es a partir de la imagen en el espejo o en la mirada del otro. Más bien, el “espejo” mismo y su posibilidad, y el otro como espejo, son obras de lo imaginario, que es creación ex nihilo. Los que hablan de “imaginario”, entendiendo por ello lo “especular”, el reflejo o lo “ficticio”, no hacen más que repetir, las más de las veces sin saberlo, la afirmación que les encadenó para siempre a un subsuelo cualquiera de la famosa caverna: es necesario que [este mundo] sea imagen de alguna cosa. Lo imaginario del que hablo no es imagen de. Es creación incesante y esencialmente indeterminada (social-histórica y psíquica) de figuras/formas/imágenes, a partir de las cuales solamente puede tratarse de “alguna cosa”. Lo que llamamos “realidad” y “racionalidad” son obras de ello”[2].

Del precedente párrafo se deriva que para el pensamiento heredado, el campo de lo imaginario y de la imaginación fue concebido como reflejo de, imagen de, representación de. Este espacio se caracteriza por ser fuente de falsedad, error, de no ser, de opiniones, de verosimilitud, de la no-verdad; no hay conocimiento de la realidad, abunda la indefinición, la indeterminación. Según Castoriadis, para el pensamiento heredado, en el territorio del ser, está la razón como origen de la verdad, de la certeza, de la lógica, del conocimiento de las cosas, de la determinación, de las definiciones, porque el ser es.
Castoriadis no se va a referir a lo imaginario bajo la concepción del pensamiento heredado; el filósofo greco-francés va a demostrar que la afirmación del pensamiento heredado es falsa; es decir, expone que lo imaginario y la imaginación no es ni reflejo de, ni imagen de, ni representación de, sino, por el contrario, lo imaginario y la imaginación constituyen un “es”, una zona cuyo ser se caracteriza por la creación espontánea incesante novedosa desde la nada, el azar, la contingencia, el abismo, el hallazgo, el hacer, la acción, las significaciones imaginarias sociales que se mueven en el campo de la indeterminación, de lo no definido, del caos, porque estos aspectos también son[3]. Estos componentes intervienen de manera específica en la formación de la sociedad como institución, siendo que lo que produce realidad y racionalidad es el vínculo entre lo imaginario y la imaginación y no únicamente la razón lógico formal como lo postula la tradición filosófica.
En este sentido, lo imaginario es un ámbito de creaciones espontáneas de cada individuo como sujeto psíquico, de los individuos como colectividad y de la institución social. Lo imaginario consiste en la creación incesante esencialmente novedosa de los individuos (desde lo psíquico) y lo social (histórico), pues lo social es el terreno donde se reúne lo individual y lo colectivo[4].
Lo que busca demostrar Castoriadis es que lo imaginario trata de “el trabajo por el cual los hombres intentan pensar lo que hacen y saber lo que piensan”[5], es el “hacer pensante”[6]. En lo imaginario, la actividad propiamente humana es la materia prima para la creación incesante esencialmente inédita. Es el espacio donde se despliega la vida social efectiva constituida por el desarrollo de un mundo de significaciones. La acción humana arroja resultados que significan algo y dan sentido al ejercicio de la acción. Estas significaciones son imágenes vivientes que nacen de las prácticas creativas. Así “…lo social (o lo histórico) contiene lo no-causal como un momento esencial”[7], esto es, lo no-causal se presenta como imaginación, invención, como praxis social creativa. Lo no-causal:

“…aparece como comportamiento no simplemente “imprevisible”, sino creador (de los individuos, de los grupos, de las clases o de las sociedades enteras)… como posición de un nuevo tipo de comportamiento, como institución de una nueva regla social, como invención de un nuevo objeto o de una nueva forma –en una palabra, como surgimiento o producción que no se deja seducir a partir de la situación precedente, conclusión que supera a las premisas o posición de nuevas premisas… el ser histórico supera al ser simplemente vivo, porque puede dar respuestas nuevas a las “mismas” situaciones o crear nuevas situaciones. La historia no puede ser pensada según el esquema determinista… porque es el terreno de la creación…”[8]

En mi criterio, el ser de lo imaginario se alimenta de la praxis social como la actividad humana que responde a la causalidad y la no-causalidad porque junto a lo determinado también está la creación incesante esencialmente novedosa. Es la vida socialmente efectiva como un mundo de creaciones espontáneas en actividad que se niega a encapsularse, dogmatizarse, someterse a las situaciones establecidas, y apuesta por los hallazgos, la contingencia, la superación, la modificación, el cambio. Es la acción, la praxis social como movimiento vital.
En lo imaginario los efectos de la actividad humana no están predeterminados, ni responden a fines queridos de antemano, los contradicen y no tienen relación con los objetivos que se les fijen anticipadamente. El hecho de que esto sea así no quiere decir que adolezcan de sentido. Por el contrario, en este escenario, los resultados de las acciones de los hombres se presentan con cierta coherencia y poseen una significación que obedece a lo creativo. La significación consiste en la presentación a los individuos y al colectivo de las imágenes vivientes que se están produciendo en la praxis social[9]. “…las significaciones construyen un orden de encadenamiento distinto y sin embargo inextricablemente tejido al de los encadenamientos de causación”[10].
Las significaciones construyen un orden distinto ¿qué quiere decir esto? El orden que erige las significaciones es lo imaginario y no el establecido por el pensamiento heredado que presenta los encadenamientos de causación según la teoría de la causalidad: causa y efecto, a la determinación, la visión científica, las leyes naturales, la lógica, los objetivos predeterminados, los conceptos, las definiciones. El orden que edifica las significaciones deviene de la creación como acción que se presenta como imagen: Este orden contempla tanto las conexiones causales que responden a la teoría de la causa y efecto como aquellas conexiones que van más allá de éstas, porque devienen de “un conjunto infinito de posibles y de un conjunto infinito de imposibles dados… de una sola vez”[11] En otras palabras, las significaciones constituyen el campo donde se desarrolla la praxis social como creación en la que tiene lugar el azar, lo espontáneo, lo realizable, lo verosímil, lo viable, lo que se puede hacer y que se presenta en lo imaginario como imágenes, figuras, formas. La combinación de la razón y lo imaginativo en un espacio donde se producen infinitas conexiones cuyo vínculo se genera por la combinación de todos los elementos anteriormente nombrados y no responden a intenciones preestablecidas. De esta forma, la praxis social (los hechos y las significaciones) genera realidad. Por esta razón, para Castoriadis, la realidad deviene de lo imaginario como el campo de la actividad, la experiencia, la práctica de la vida y no únicamente de una teoría racionalista que cualquier individuo quiera imponer.
Puedo decir que se trata de evocar, incorporar, destacar que la práctica social produce significaciones inmediatas y que en ellas se encuentra el genuino sentido de la institución social[12]. La conexión de las significaciones inmediatas no responde a un deseo, a una intención o fin predeterminado; no hay garantía que se dé lo que la teoría haya pautado, porque, en las prácticas de vida, pueden ocurrir infinitas conexiones que abarcan lo posible y lo imposible, lo racional y lo imaginativo, el sentido y el sinsentido, lo enigmático y la claridad[13].
Se trata de admitir que en lo imaginario se encuentra lo infinito y no definido junto con lo finito y definido de la determinación racional junto con lo no determinado y lo imaginativo; conceder que la contingencia también tiene un espacio y acompaña a la necesidad, de tal forma que necesidad y contingencia están vinculados, así como el orden y el desorden, lo causal y no-causal. Es así como lo imaginario da cuenta de una historia viviente, de una ficción vivida, porque incorpora los productos que derivan de la praxis social. Por ello:

“No estamos en el mundo para mirarlo o para sufrirlo; nuestro destino no es la servidumbre; hay una acción que puede tomar apoyo sobre lo que es para hacer existir lo que queremos ser… puede y debe haber una praxis histórica que transforme al mundo transformándose ella misma, que se deje educar educando, que prepare lo nuevo rehusando predeterminarlo, pues sabe que los hombres hacen su propia historia”[14].

De las anteriores palabras del filósofo greco-francés se desprende, que es con la acción que los hombres combaten la servidumbre, la esclavitud, las imposiciones, las arbitrariedades, también buscan la gloria, el poder, someter a otros hombres, entre otras cuestiones. Lo que se quiere destacar es que la acción es un hacer autónomo, creador, inédito, innovador y, en consecuencia los hombres son forjadores de nuevas formas histórico sociales[15].
De este modo, en el terreno de lo imaginario la primacía la tiene la acción sobre la razón, porque para el filósofo greco-francés el mundo histórico consiste en el hacer humano, cuya raíz está en la praxis social. ¿Qué quiere decir esto? Los efectos y las conexiones entre las significaciones sociales imaginarias dependen de la praxis social. El sentido del hacer no puede fijarse ni detenerse, porque por su propia naturaleza es un movimiento que evoluciona modificando las vinculaciones pasadas. Es el movimiento que genera la praxis social.
El hacer tiende a desplegarse en un proyecto que es incierto, porque el proyecto no responde a conceptos, teorías, sino al orden y al desorden, al sentido y sinsentido[16]. El hacer implica la creación de infinitas posibilidades de relaciones y conexiones donde la actividad humana tiene la posibilidad de realizarse en su máxima expresión: la invención novedosa proveniente de la acción.

“La praxis es, ciertamente, una actividad consciente y no puede existir más que en la lucidez; pero es algo del todo distinto a la aplicación de un saber previo (y no puede justificarse por la aplicación de semejante saber –lo cual no quiere decir que no puede justificarse). Se apoya sobre un Saber, pero éste es siempre fragmentario y provisional. Es fragmentario, porque no puede haber una teoría exhaustiva del hombre y de la historia; y es provisional, porque la praxis misma hace surgir constantemente un nuevo saber, pues hace hablar al mundo en un lenguaje a la vez singular y universal. Es por ello por lo que sus relaciones con la teoría, la verdadera teoría correctamente concebida, son infinitamente más íntimas y más profundas que las de cualquier técnica o práctica “rigurosamente racional” para la que la teoría no es más que un código de prescripciones muertas que no puede jamás encontrarse, en lo que maneja, con el sentido”[17].

De estas palabras se desprende cómo el filósofo greco-francés superpone la experiencia de vida sobre la teoría distanciándose de la concepción del pensamiento heredado. La atmósfera de la acción es distinta a la de la teoría. La praxis social incluye la actividad humana como un saber práctico y no como una teoría abstracta. El hacer es una actividad que se genera en la creación, le interesa la transformación de lo dado y no responde a ninguna teoría formal previa. Incluye el saber práctico, el que se produce en la experiencia, en las prácticas de vida, como significaciones que se modifican en la misma medida que las acciones cambian las relaciones dadas en el trascurso del vivir. La praxis refiere a la experiencia, lo real efectivo social, la actividad humana en permanente dinamismo, lo imaginario, no a la teoría formal-científica.
El movimiento vital de la praxis social debe ser el desarrollo y el ejercicio de la autonomía, esto es, la creación de un modelo social signado por la acción autónoma de los individuos y el colectivo. En efecto, afirma Castoriadis que:

“Llamamos praxis a ese hacer en el cual el otro, o los otros, son considerados como seres autónomos y como el agente esencial del desarrollo de su propia autonomía. La verdadera política, la verdadera pedagogía, la verdadera medicina, puesto que han existido alguna vez, pertenecen a la praxis.
En la praxis hay un por hacer, pero este por hacer es específico: es precisamente el desarrollo de la autonomía del otro o de los otros… (el desarrollo de la autonomía)… (el ejercicio de esta autonomía)…”[18]

La noción de praxis que presenta el filósofo greco-francés la interpreto de la siguiente manera: El hacer muestra que lo real también consiste en imágenes vivientes porque su origen está en la acción de los individuos y el colectivo; en la actividad humana se entrecruzan, lo posible y lo imposible, lo racional y lo irracional, el sentido y el sinsentido, lo enigmático y la claridad, lo infinito y no definido y lo finito y definido; la determinación racional junto con lo no determinado y lo imaginativo; la contingencia y la necesidad, el orden y el desorden, lo causal y no-causal, que se presentan como una ficción vivida. Esta es la materia prima que lleva a la acción humana a superar imposiciones, determinaciones establecidas previamente y producir nuevas formas y contenidos. La praxis busca la transformación, el haciéndose, el cambio, libera la imaginación, la invención del individuo y la sociedad hacia el ejercicio efectivo de la autonomía. La autonomía es la motivación, el deseo y la intención que mueve a los individuos y al colectivo a emprender acciones. Se tiene así un imaginario donde el sentido de las significaciones consiste en el desarrollo y ejercicio de la autonomía del individuo y de la colectividad.
A partir de la tesis de Castoriadis considero que la desobediencia civil consiste en las acciones que emprende la sociedad con el fin de oponerse a las arbitrariedades del gobierno. Estas actividades nacen de la experiencia común, de la cotidianidad, del padecer la pérdida de la libertad en la esfera individual y en la colectiva. Las prácticas de resistencia de los individuos junto con el colectivo en el plano social los convierten en forjadores de nuevas formas de vincular el poder y la libertad; el Estado y la sociedad; la democracia y la participación.
La pasión que motiva la creación de una variedad de formas de ejercer la desobediencia civil es la autonomía que va ligada a lo político y lo social, puesto que la capacidad del individuo de darse sus propias leyes de comportamiento adquiere sentido y contenido cuando acepta la existencia de los otros y confirma que el desarrollo de su liberación interior es posible en la medida en que los otros también desean emanciparse de la opresión. La autonomía es un compromiso social, tiene que ver con reconocer que nuestra individualidad se desarrolla en colectividad.
Finalmente la desobediencia civil nace de la vinculación de lo imaginario y la imaginación como una significación de la experiencia histórico-social para procurar la auto-institución, la auto-creación y el auto-cuestionamiento.






2. La desobediencia civil: una práctica creativa
Este apartado tiene el propósito de mostrar las diferencias de nociones sobre la resistencia activa e imaginativa que presenta un autor clásico de la modernidad como Etiénne de La Boétie y una pensadora contemporánea como Hannah Arendt. Mientras que para La Boétie la desobediencia es una acción creativa individual y colectiva, para Arendt sólo se puede concebir este acto imaginativo en colectivo.
a) Etiénne de La Boétie(1530-1563): El discurso de la servidumbre voluntaria[19]
La Boétie inicia su discurso mostrando su desacuerdo con las siguiente palabras de Ulises “No veo un bien en la soberanía de muchos; uno solo sea amo, uno solo sea rey”[20]. Para el mencionado jurista debió haber dicho “No veo bien alguno en tener a varios amos”[21]. Aquí se vislumbra la tesis del mencionado autor: ¿Por qué tener un amo? Esta pregunta sencilla y compleja a la vez toma una dimensión mucho más profunda: ¿Por qué los individuos y el colectivo obedecen voluntariamente a un tirano? ¿Cómo es posible que esto suceda si no están siendo obligados por la fuerza, si como colectivo en número son más que uno solo, y a pesar de esta circunstancia, se dejan someter por uno solo? En palabras de La Boétie:

“…quisiera tan sólo entender cómo pueden tantos hombres, tantos pueblos, tantas ciudades, tantas naciones soportar a veces a un solo tirano, que no dispone de más poder que el que se le otorga, que no tiene más poder para causar perjuicios que el que se quiera soportar y que no podría hacer daño alguno de no ser que se prefiere sufrir a contradecirlo. Es realmente sorprendente…cómo millones y millones de hombres son miserablemente sometidos y sojuzgados, la cabeza gacha, a un deplorable yugo, no porque se vean obligados por una fuerza mayor, sino, por el contrario, porque están fascinados y…embrujados por el nombre de uno, al  que no deberían ni temer (puesto que esta solo), ni apreciar (puesto que se muestra para con ellos inhumano y salvaje)”[22].

El cuestionamiento del jurista francés se dirige a develar las razones por las cuales individuos y colectivos por propia voluntad aceptan ser siervos. Tal situación es un vicio y hasta pareciera una ficción. En este sentido, explica el autor que “¿quién creería, si sólo lo oyera y no lo viera, que en todas partes, cada día, un solo hombre somete y oprime a cien mil ciudades privándolas de su libertad?”[23]. Esta interrogante me motiva a preguntar: ¿Es que acaso la única organización institucional posible es la forma Estado-súbditos? ¿Existe la posibilidad de construir una institución política cuyo fundamento no sea la existencia de un amo a quien se tenga que obedecer? La Boétie ataca a las monarquías de su tiempo y propone aceptar la existencia de otras formas de organización social como las que se encontraron en América[24] que no son absolutistas. El jurista francés implícitamente muestra que la servidumbre voluntaria como institución es una forma que apareció. Lo que permite pensar que hubo un tiempo en el que no fue así.
Paralelamente, el mencionado jurista francés, señala que la servidumbre voluntaria implica un vínculo pernicioso entre el tirano y el súbdito. Y ese vicio radica en la voluntad. Los individuos y el colectivo por su propia voluntad producen la servidumbre. La tesis de La Boétie radica en que son los individuos y el colectivo los que generan la servidumbre toda vez que la aceptan, se someten y la permiten. El tirano estará en el poder mientras los individuos y el colectivo lo consientan con sus actos de apoyo, cooperación y colaboración.

“Que una nación…no se forje ella misma su propia ruina. Son…los propios pueblos los que se dejan, o…se hacen encadenar… Es el pueblo el que se somete y se degüella a sí mismo; el que, teniendo la posibilidad de elegir entre ser siervo o libre, rechaza la libertad y elige el yugo; el que consiente su mal, o, peor aún, lo persigue…”[25].

La sociedad fabrica su propia servidumbre. Por tanto, dice La Boétie que:

“...si un país no consintiera dejarse caer en la servidumbre, el tirano se desmoronaría por sí solo, sin que haya que luchar contra él, ni defenderse de él. La cuestión no reside en quitarle nada, sino tan sólo en no darle nada… para obtener la libertad, no hay más que desearla; si, para ello, basta con quererla…¿Quién puede lamentar el sentir la voluntad de recobrar un bien que debe ser reconquistado a costa de la propia vida, pues su pérdida amarga la existencia de cualquier hombre de honor y convierte la muerte en un alivio?...”[26]

La forma de salir de la servidumbre consiste: 1) en no obedecer al tirano; y, 2) en desear la libertad. Dicho de otra manera, la forma que tiene la sociedad para dejar de ser servil consiste en la no-cooperación, la no-colaboración, el no-apoyo al tirano. Pero la acción de no servir, de no apoyar, de no cooperar requiere el deseo de obtener la libertad. De esta manera, la libertad la ubica el jurista francés en el ámbito de las pasiones. El contenido que moviliza el deseo debe ser tan contundente que si es necesario morir por la libertad se está dispuesto a emprender incluso ese sacrificio. Entonces lo infalible para que un sistema tiránico, represivo, injusto, ilegítimo e ilegal se desmorone son las acciones de desobediencia.
Se puede observar que, según La Boétie, no se requiere atacar al tirano. Basta con decidir no apoyar, no someterse al sistema injusto para que la estructura sobre la que se mantiene se desplome “al igual que el árbol, cuyas raíces ya no reciben savia, pasa a ser muy pronto un tronco seco y muerto”[27]. Aquí cabría preguntar ¿Qué hace que el hombre pierda el deseo de rescatar su libertad? y ¿Por qué le da miedo no-obedecer?
Para el jurista francés la libertad es ínsita a la naturaleza humana. Lo constituye en su estado original y el hombre la pierde:

“la naturaleza…bienhechora de la humanidad, nos ha conformado a todos por igual y nos ha sacado de un mismo molde para que nos reconozcamos como compañeros, o…como hermanos…en el reparto que nos hizo de sus dones…a unos más, a otros menos, quería hacer brotar en los hombres el afecto fraternal y ponerlos en situación de practicarlo, al tener, los unos, el poder de prestar ayuda y, los otros, de recibirla…la libertad es natural y…en mi opinión, no sólo nacemos con nuestra libertad, sino también con la voluntad de defenderla…¿qué desventurado vicio pudo desnaturalizar al hombre, único ser nacido realmente para vivir libre, hasta el punto de hacerle perder el recuerdo de su estado original y el deseo de volver a él?”[28]

De las anteriores palabras se desprende que la libertad es un atributo de la naturaleza humana que configura al hombre en su estado original y que un algo modificó esta particularidad. Asimismo, el jurista francés señaló anteriormente que quien creería si lo escuchara pero no lo viera que un solo hombre somete y oprime a un colectivo lesionando su libertad.
La Boétie considera que el hombre en su estado original era libre y que un desventurado vicio alteró esa condición. En este contexto se reafirma que la servidumbre es un acontecimiento que irrumpe en la vida social de los individuos y el colectivo pero la condición de dominado no es una cualidad ni un atributo ínsito a la naturaleza humana.
Ahora bien, si la servidumbre no es consustancial a la naturaleza humana entonces es un producto artificial que la sociedad junto con el Estado crea y se impone. En este contexto, la desobediencia civil sería el conjunto de acciones creativas realizadas por la mayoría de los individuos en cooperación con el colectivo para rescatar su estado original: la libertad.
Esta idea continua a lo largo del discurso. Unas páginas más adelante La Boétie sostiene lo siguiente:

“…si…nacieran hoy personas totalmente nuevas, que no estuvieran acostumbradas a la sumisión ni atraídas por la libertad, y que no supieran siquiera qué es ni la una ni la otra, si se les diera a elegir entre ser siervos o vivir en libertad, ¿qué preferirían? No cabe duda de que elegirían obedecer tan sólo a su propia razón que servir a un hombre…”[29]

Explica La Boétie que existen tres formas mediante las cuales el tirano puede llegar al poder: 1) por elección popular; 2) por la fuerza de las armas; y, 3) por derecho de sucesión[30].Independientemente del camino por el que llegan al poder su ejercicio es el mismo: buscan consolidar su mando fortaleciendo la servidumbre y limitando la libertad del colectivo y los individuos mediante la represión y el miedo. Asimismo, expone que existen dos esferas de la vida que contribuyen a fijar la servidumbre y eliminar la libertad: la educación y la costumbre.
Los hombres educados en la servidumbre se adaptan a esta circunstancia como si fuese natural. La costumbre refuerza el mecanismo social educativo moldeando nuestro espíritu y conciencia de tal forma que los individuos y el colectivo están convencidos que la obediencia absoluta a la persona que ejerce el poder es lo bueno, lo éticamente correcto y está conforme al derecho positivo. La incorporación de estos dos campos descifra el desventurado vicio. Lo que altera, modifica y desnaturaliza el estado original del hombre son: la educación y la costumbre. Los individuos y el colectivo son socializados por la educación establecida y las costumbres imperantes en el tiempo que le corresponde vivir en esa sociedad específica.
Por consiguiente, las primeras causas de la servidumbre voluntaria residen en la educación y la costumbre. Dice La Boétie: “La naturaleza del hombre es ser libre y querer serlo. Pero también su naturaleza es tal que, de una forma natural, se inclina hacia donde le lleva su educación”[31]. La educación y la costumbre hacen a los individuos y al colectivo obediente y servil, cobarde y sin imaginación, le amputan el deseo de la libertad, le inyectan el virus de la indiferencia, el desánimo, la debilidad y la incapacidad para realizar cualquier acción creativa en rescate de su libertad. Al tirano le interesa mantener en esta condición a la sociedad. Para lograr eso, a las iniciales circunstancias le agrega la diversión y distracción. En este sentido, el jurista francés señala que:

…esa astucia de los tiranos, que consiste en embrutecer a sus súbditos, jamás quedó tan evidente como en lo que Ciro hizo a los lidios montó burdeles, tabernas y juegos públicos, y ordenó que los ciudadanos de Sardes hicieran uso libremente de ellos. Esta iniciativa dio tan buen resultado que jamás hubo ya que atacar a los lidios por la fuerza de la espada. Estas pobres y miserables gentes se distrajeron de su objetivo, entregándose a todo tipo de juegos… esos pueblos que se dejan atraer con tanta facilidad y llevar a la servidumbre por un simple halago, o una pequeña golosina…Los teatros, los juegos, las farsas, los espectáculos, los gladiadores, los animales exóticos, las medallas, las grandes exhibiciones y otras drogas eran para los pueblos antiguos los cebos de la servidumbre, el precio de su libertad, los instrumentos de la tiranía[32].

De este modo la servidumbre voluntaria artificio que el individuo y el colectivo genera por su consentimiento y que el tirano aprovecha consiste en un mecanismo que responde: 1) al consentimiento, aceptación, colaboración y apoyo por parte de la sociedad al sistema implementado por el tirano; 2) la educación y la costumbre encargadas de modelar a los individuos y al colectivo para obedecer y servir; 3) la diversión y distracción que contribuyen a suprimir la imaginación de la mayoría de los ciudadanos; 4) todos estos aspectos alteran la original naturaleza humana; los individuos nacen libres y por la educación, costumbre y diversión se convierten en instrumentos serviles de una maquinaria ilegítima, ilegal e injusta.
La pieza que falta en esta estructura para asegurar su solidez es el uso de la religión como superstición. La utilización del misterio con el fin de crear una atmósfera en la que el tirano se presenta como un ser divino con poderes sobrehumanos.
El contenido de esa atmósfera afecta la imaginación y el imaginario en el que los individuos y el colectivo desarrollan su cotidianidad. La praxis social se encuentra intervenida a tal punto por las fantasías que su efecto es hacer que la mayoría de la población desarrolle una fe y una creencia en el tirano que los llevará a percibirlo como un dios y no como un simple mortal. La sociedad apoya al tirano porque tiene la convicción que es un hombre que posee cualidades que generalmente se le conceden a Dios[33].
Ciertamente la servidumbre voluntaria es un círculo vicioso de retroalimentación de los individuos, el colectivo y el tirano. Si la fuente de la servidumbre es el consentimiento de la sociedad a cooperar con el tirano; el de la dominación y represión por parte del opresor son los cuatro o cinco que le sirven de confidentes. Aquellos que son elegidos por el déspota como acólitos cuya función consiste en asegurar que las arbitrariedades del dictador se transformen en hechos concretos. Para que esa lealtad tenga el matiz de plena confianza los cómplices tienen el deber y la obligación de acompañar al caudillo en la ejecución de sus crueldades, compartir sus placeres, voluptuosidades y encargarse de la repartición del dinero para llevar a cabo cualquier tipo de bajeza. Estos compinches a su vez tienen bajo su poder una cantidad de amigos íntimos que ubican en cargos públicos claves para facilitar la complicidad y garantizar una dependencia entre sí.
Se conforma una red de individuos para quienes el sistema opresivo le es conveniente, provechoso, ventajoso y hacen lo posible e imposible por mantenerlo. Afirma La Boétie que:

“…en cuanto un rey se declara tirano, todo lo malo, toda la hez del reino…los que están poseídos por una incontenible ambición y una incurable avaricia se agolpa a su alrededor y lo mantiene para compartir con él el botín y, bajo su grandeza, convertirse ellos mismos en pequeños tiranos…Así es como el tirano somete a sus súbditos, a unos por medio de otros…”[34]

A pesar del panorama descrito por el jurista francés advierte que:

“Siempre aparecen algunos, más orgullosos más inspirados que otros, quienes sienten el peso del yugo y no pueden evitar sacudírselo, quienes jamás se dejan domesticar ante la sumisión…Son los que, al tener de por sí la mente bien estructurada, se han cuidado de pulirla mediante el estudio y el saber. Estos, aun cuando la libertad se hubiese perdido irremediablemente, la imaginarían, la sentirían en su espíritu, hasta gozarían de ella y seguirían odiando la servidumbre por más y mejor que se la encubriera…”[35]

Reconoce el mencionado autor que si bien la mayoría de los individuos que conforman un grupo del colectivo por educación, costumbre, cobardía, debilidad, comodidad, provecho, obtención de ventajas y diversión avalan y sustentan al tirano y su red de cómplices; siempre existen algunos individuos en cuyo corazón vibra el deseo de libertad y están dispuestos a luchar por el honor, la gloria que se deriva de defender y mantener el deseo de libertad así pierdan la vida, pues prefieren una muerte digna por reivindicar la libertad que una vida servil y esclavizada. Esos algunos tienen una mente ordenada y organizada que han logrado mediante el estudio y la reflexión. Ello les motiva a rechazar la servidumbre voluntaria aunque pierdan su vida porque su deseo, imaginación y actos para la libertad son constitutivos de su naturaleza. En otras palabras, impiden que la sociedad junto con el Estado los convierta en rebaño, esclavos, siervos, dominados y sometidos a su mandato arbitrario.
De lo anterior se desprende que la desobediencia es una cualidad de sólo algunos individuos cuyas acciones están impulsadas por el deseo de libertad. Es decir, si la obediencia es una imposición artificial la desobediencia es una pasión consustancial a la naturaleza de los individuos que se mantiene en ellos y se manifiesta abruptamente cuando la imposición persigue extinguir esta potencia ínsita a su constitución humana. Estos individuos pueden hacer uso de la objeción de conciencia: Sócrates, Thoreau, Tolstoi, entre otros. O pueden agruparse e intentar captar a otros individuos que compartan su interés e iniciar acciones en conjunto como grupo (Gandhi, Martin Luther King, Mandela, por nombrar algunos).
En La Boétie la desobediencia surge del deseo de libertad. Y ello se traduce en que los individuos y el colectivo no cooperen, ayuden, apoyen y auxilien un sistema basado en la injusticia, ilegitimidad e ilegalidad. Basta con no servir para que la tiranía, totalitarismo, dictadura  se derrumbe por sí misma. El jurista francés no explica las formas de no servir ni cuáles deberían ser los actos de desobediencia. Sólo se limita a afirmar que si los individuos y el colectivo en forma pacífica deciden dejar de cooperar entonces la estructura arbitraria se desmorona. No se requiere enfrentamiento, lucha, armas, violencia. Considero que aquí ya está presente lo que hoy en día se ha llamado desobediencia civil. Oponerse a un gobierno arbitrario sin hacer uso de la violencia. Limitar el abuso del ejercicio del poder político por otros medios. Tal resistencia es difícil. Así lo anuncia La Boétie al afirmar que en este tipo de actuación hasta se puede perder la vida. Es una situación en la que la libertad es un bien que está por encima de la vida. Requiere de individuos que tengan imaginación, convicción, una mente estructurada, deseo de libertad, que estén dispuestos a sufrir, sacrificar, y abandonar las comodidades. Esta exigencia tiene sus razones. Se trata de enfrentar un monstruo fabricado por los individuos y el colectivo cuya materia es la complicidad, codicia, interés, beneficios personales.
La interrogante del jurista francés continúa vigente: ¿Por qué aún persiste la servidumbre voluntaria? ¿Por qué la mayoría apoya un Estado que abusa del ejercicio del poder político? ¿Por qué aún se le tiene miedo a la libertad? Retomar el discurso de La Boétie y actualizarlo exige redimensionar la práctica de la desobediencia civil en el ámbito filosófico, político, social, ético, jurídico, económico y tecnológico. Considero que en esta época es un imperativo vital emprender acciones de desobediencia civil. Ello insta a una toma de conciencia, el padecer una cotidianidad normada injustamente, la necesidad de cambiar de vida y reinventar un nuevo sentido de vida que nos proporcione herramientas para solucionar la contradicción que se nos presenta cada día de nuestro transcurrir entre nuestra conciencia y la existencia que emprendemos cada día.



 


b. Hannah Arendt (1906-1975): desobediencia civil[36]
Para Arendt la desobediencia civil no se manifiesta en un acto individual porque tal práctica no tiene efectos en la esfera pública. La desobediencia civil se revela mediante un grupo que constituye una comunidad de intereses que deciden oponerse a una política de gobierno. La comunidad decide emprender acciones conjuntas porque recíprocamente llegaron a ese acuerdo. Ese convenio es el que aporta la fuerza de la convicción y les da credibilidad a los miembros de la comunidad.
En este contexto, Arendt afirma que la objeción de conciencia no es un acto de desobediencia civil. La objeción de conciencia que deviene de la actitud de un individuo por preceptos morales corresponde al terreno de lo trascendental y de una filosofía de la subjetividad. La voz de la conciencia es apolítica porque su mandato es en interés sólo del individuo. El individuo actúa en función de su particular perturbación sin importarle el mundo donde se comete la injusticia y las consecuencias de ello. Actuar en función de la conciencia es independiente de la condición social, de la educación y lo intelectual. Siendo un mundo individual, privado. Lo que prescribe la conciencia de un individuo ante lo que juzga como injusticia puede que no afecte la conciencia de otro. La asunción de conciencia como acto individual y subjetivo no ocurre en la mayoría de los hombres. La voz de la conciencia era la voz de Dios que informaba al individuo sobre una ley superior que debía obedecer. Ésta es diferente a la conciencia secular del conocerse-a-sí-mismo. Esta conciencia individual no tiene ninguna influencia sobre las demás mientras sea meramente subjetiva. Es necesaria la intersubjetividad de las conciencias para que puedan tener un significado político. Sólo cuando varios individuos conforman un grupo porque coinciden en su conciencia y deciden por acuerdo hacer público su oposición al poder político, entonces se pasa al campo de la opinión pública donde se gesta la pluralidad, la deliberación y la acción.
Para Arendt la desobediencia civil se ha convertido en un fenómeno masivo que surge[37]: 1) cuando la mayoría del colectivo se da cuenta que sus quejas no son atendidas por los órganos del gobierno; 2) los cambios son impulsados unilateralmente por quien ejerce el poder político; y 3) el fundamento del Estado es injusto, ilegal e ilegítimo. En esta esfera si un grupo coincide en que tales condiciones están manifiestas y deciden por acuerdo emprender acciones no-violentas contra el Estado injusto, ilegítimo e ilegal, entonces estamos en presencia de la desobediencia civil.
La desobediencia civil se encargará de desvelar la coacción organizada de la que se vale el Estado para mantenerse en su ilegitimidad. Una institución democrática incorpora en su estructura el desacuerdo y el consenso. La dinámica de ambos dependerá del ejercicio de la libertad de los ciudadanos. Lo que dará equilibrio y balance al disenso y al consenso será la capacidad humana de confiar en que pueden hacer promesas y cumplirlas. En este sentido para Arendt “la única obligación que puedo aceptar justificadamente como ciudadano es hacer promesas y cumplirlas”[38]. Con la promesa se encara el futuro, pero este es imprevisible. Las cosas cambian cuando irrumpen en escenas acontecimientos repentinos. Por consiguiente, estamos ligados a la promesa mientras la reciprocidad que le dio origen permanezca y no aparezcan eventos inesperados como que el Estado se vuelva ilegítimo. En este caso, la desobediencia civil se presenta como asociaciones voluntarias que son “organizaciones ad hoc que persiguen objetivos a corto plazo y que después de alcanzarlos vuelven a desaparecer”[39].
Lo que busca destacar Arendt es que la desobediencia civil radica en el arte de la asociación que tienen que desarrollar y perfeccionar el grupo que coincide en la necesidad de emprender acciones no violentas contra el gobierno arbitrario. Se trata de una minoría organizada como una asociación voluntaria que se consolida recíprocamente mediante las promesas. Esta asociación voluntaria como minoría se enfrenta a una mayoría que necesita captar para su asociación. Esto lo puede conseguir mediante la deliberación en espacios plurales que generen una opinión pública que cambie y persuada a una cantidad de miembros de la mayoría para que se incorporen en su asociación.
Se tiene así que en la tesis de Arendt las prácticas creativas para ejercer la desobediencia civil consisten en el arte de producir agrupaciones cuya alianza esté garantizada por las promesas mutuas de ejercer una lucha contra un gobierno injusto, ilegal e ilegítimo en el espacio público.
No me convence la crítica que hace la filósofa alemana de origen judío a la objeción de conciencia por lo siguiente: Señala que los actos individuales de desobediencia que responden a la objeción de conciencia no son tales porque son individuales, no tienen efecto en lo público y son actos aislados. Que es necesaria la intersubjetividad de varias conciencias para que se manifieste las acciones de desobediencia en lo político y allí si pueden causar efectos de cambios por tratarse de actos producto de una asociación de varios individuos. Pero, para llegar a la intersubjetividad de conciencias se precisa que se trate de varias conciencias individuales que luego se unirán. En otras palabras, la conciencia individual es y no es al mismo tiempo. Lo que es una contradicción.


 



A modo de conclusión: Erich Fromm y la desobediencia como problema psicológico y moral[40].
Fromm sostiene que la obediencia se presenta como una virtud y la desobediencia como un vicio. Los individuos y el colectivo se socializan con estos valores. Para contrarrestar esta creencia el mencionado psicólogo social y filósofo humanista afirma que “la historia humana comenzó con un acto de desobediencia, y no es improbable que termine por un acto de obediencia[41]. Este suceso de rebeldía ocurrió cuando Adán y Eva desobedecieron la orden de no probar el fruto prohibido. La consecuencia de la transgresión fue la expulsión del paraíso. En el Jardín del Edén, Adán y Eva, estaban en armonía con la naturaleza. Esta situación cambió con su incumplimiento y entonces el ambiente se les hizo hostil y extraño.
Para Fromm el acto de desobediencia independizó, liberó y les dio la libertad a Adán y Eva. “El “pecado original””, lejos de corromper al hombre, lo liberó; fue el comienzo de la historia. El hombre tuvo que abandonar el Jardín del Edén para aprender a confiar en sus propias fuerzas y llegar a ser plenamente humano”[42].
La desobediencia vuelve humano a los individuos y al colectivo, abre el horizonte de la evolución, desarrollo, imaginación, la aparición de pensamientos nuevos y de inventar un nuevo sentido de la vida. Los individuos y el colectivo hacen historia mediante actos de desobediencia.
La organización institucional está constituida de tal manera que tanto los que viven por la libertad como aquellos que se acoplan al sistema por distintas vías afianzan la obediencia: por la costumbre, la educación, la persuasión. Si los individuos y el colectivo sólo obedecen a una persona, institución, poder están sometidos y son esclavos. Carecen de autonomía. Por el contrario si los individuos y el colectivo sólo desobedecen, entonces son sencillamente rebeldes. Se dejan llevar por un arrebato pero no por una convicción o principio. De aquí que una cosa es obedecer por sometimiento y otra obedecer a mi propia convicción que es un acto de afirmación de mi autonomía y libertad.
En este contexto, Fromm introduce lo que llama conciencia autoritaria y conciencia humanística. La conciencia autoritaria es la que está presente en los actos de obediencia por sometimiento. La conciencia humanística es la que orienta las acciones hacia la libertad y la autonomía, en palabras del psicólogo:
La conciencia humanística se basa en el hecho de que como seres humanos tenemos un conocimiento intuitivo de lo que es humano e inhumano, de lo que contribuye a la vida y de lo que la destruye. Esta conciencia sirve a nuestro funcionamiento como seres humanos. Es la voz que nos reconduce a nosotros mismos, a nuestra humanidad[43].

Para que los individuos y el colectivo realicen acciones de desobediencia por principios y convicción es fundamental que tengan una conciencia humanística internalizada y fortalecida que les permita ser y juzgar por sí mismo. Generalmente la conciencia autoritaria opaca a la humanística haciendo que los individuos obedezcan a un poder o institución en la falsa creencia que se está actuando por sí mismo cuando en términos prácticos acatan las ordenes de un poder que le es externo. Este dominio se vale de la fuerza y el miedo para asegurar la obediencia absoluta.
La cuestión que se plantea Fromm es la siguiente: “¿Por qué se inclina tanto el hombre a obedecer y por qué le es tan difícil desobedecer?”[44]. La respuesta que ofrece a esta interrogante es que en el acto de obedecer al poder, Estado, institución, alguna persona, los individuos y el colectivo se sienten seguros y protegidos. En cambio el acto de desobedecer requiere
“…coraje de estar solos, errar y pecar. Pero el coraje no basta. La capacidad de coraje depende del estado de desarrollo de una persona. Sólo si una persona ha emergido…como individuo plenamente desarrollado y ha adquirido así la capacidad de pensar y sentir por sí mismo, puede tener el coraje de decir “no” al poder, de desobedecer”.[45]

El ejercicio de la desobediencia implica valentía. Este arrojo se forja mediante el desarrollo de la conciencia humanística. El atreverse a resistir y no obedecer es condición de la libertad y la creatividad. La libertad y la desobediencia en la tesis de Fromm conforman un binomio indisoluble. Ambas impulsadas por la indomable imaginación. Así

“Una persona puede llegar a ser libre mediante actos de desobediencia, aprendiendo a decir no al poder…la capacidad de desobediencia es la condición de la libertad; la libertad es también la condición de la desobediencia…la libertad y la capacidad de desobediencia son inseparables…cualquier sistema social, político y religioso que proclame la libertad pero reprima la desobediencia, no puede ser sincero”[46].

De lo anterior se deriva que la desobediencia es la garantía, protección y mantenimiento de la libertad de los individuos y el colectivo en su cotidianidad, experiencia y que se manifiesta mediante sus acciones innovadoras.
La desobediencia se materializa mediante actos creativos que la hacen efectiva. Decir no al poder implica expresiones humanas visibles que muestren con certeza la oposición al poder. Me enfrento a la fuerza con mis principios, convicciones e imaginación transformados en actos potentes, sólidos, concretos que limiten y lesionen el poder. Esta resistencia es lo que posibilita el desarrollo de la libertad, la autonomía y la imaginación. Dependerá de los individuos y el colectivo contribuir a la prosperidad de la humanidad y al desarrollo de la conciencia humanística.
En resumen para Fromm los actos de desobediencia provienen del ejercicio de la libertad y la imaginación. Estos actos se ejercen en la medida que se amplía una conciencia humanística a partir de la cual se juzga por sí mismo, se es autónomo, independiente y creativo. Un sistema institucional democrático incorpora en su organización la desobediencia, la libertad y la imaginación como actos que encaucen y garanticen permanentemente la autonomía.
 





[1] Sobre el poder, Estado, sociedad y resistencia civil Cf. Randle, M., Resistencia civil. La ciudadanía ante las arbitrariedades de los gobiernos, Editorial Paidós, 1° Edición, 1998.
[2] Cf. Castoriadis, C., La institución imaginaria de la sociedad. Marxismo y teoría revolucionaria, V1, Buenos Aires, Tusquets Editores, 2da. Reimpresión, p. 10, 2003.
[3]“…lo que es, sea en la región que fuere, no puede pensarse como caos desordenado al que la conciencia teórica -o la cultura en general, o cada cultura en su manera particular- impusiera, y se lo impusiera de manera exclusiva, un orden que sólo tradujera su propia legislación o su propia arbitrariedad; ni como conjunto de cosas nítidamente separadas y bien localizadas en un mundo perfectamente organizado por sí mismo, ni como sistema de esencias, sea cual fuere su complejidad. Lo que es no puede ser caos absolutamente desordenado, término al que, por lo demás, no puede asignarse ninguna significación: un conjunto aleatorio representa aún, en tanto aleatorio, una organización formidable, cuya descripción llena volúmenes enteros en los que se expone la teoría de las probabilidades. Si lo fuera, no se prestaría a ninguna organización, o bien se prestaría a todas; en los dos casos, no sería posible ningún discurso coherente ni ninguna acción…” Cf. Castoriadis, C., La institución imaginaria de la Sociedad. El imaginario social y la institución, V. 2., Buenos Aires, Tusquets Editores, 2da. Reimpresión, p. 285, 2003.
[4]“…¿Por qué imaginario? Porque creo que la historia humana, en consecuencia, también las diversas formas de sociedad que conocemos en esta historia, está definida esencialmente por la creación imaginaria. Imaginaria en este contexto, evidentemente no significa ficticia, ilusoria, especular, sino posición de formas nuevas, y posición no determinada sino determinante; posición inmotivada, de la cual no puede dar cuenta una explicación causal, funcional o incluso racional…” Cf. Castoriadis, C., “Imaginario político griego y moderno”. En El avance de la insignificancia. Buenos Aires, Editorial Universitaria de Buenos Aires (EUDEBA), Primera reimpresión, 1997, p. 195.
[5] Castoriadis, C., La institución imaginaria de la sociedad. V1, Ob cit., p. 11.
[6] Idem.
[7]Ibid. p. 75.
[8]Ibíd., p. 76.
[9]“…lo sorprendente es que el propio azar en la historia toma la forma del azar significante, del azar “objetivo”, del “como por azar”…¿Qué puede dar al número incalculable de gestos, actos, pensamientos, conductas individuales y colectivas que componen una sociedad, esa unidad de un mundo en el que cierto orden (orden de sentido, no necesariamente de causa y de efectos) puede siempre ser encontrado tejido en el caos? ¿Qué da a los grandes acontecimientos históricos esa apariencia, que es más que apariencia, de una tragedia admirablemente calculada y puesta en escena, en las que unas veces los errores evidentes de los actores son absolutamente incapaces de impedir que el resultado se produzca, en que la “lógica interna” del proceso se muestra capaz de inventar y de hacer surgir en el momento deseado todos los empujones y los puntos de detención, todas las compensaciones y todas las ilusiones necesarias para que el proceso llegue a fin –y unas veces el actor hasta entonces infalible comete el único error de su vida, que era indispensable a su vez para la producción del resultado “al que se apuntaba”? Ibíd., p. 78 y 79.
[10]Ibíd., p. 79.
[11]Ibíd., p. 78.
[12]“Hay… un problema esencial: significaciones que superan las significaciones inmediatas y realmente vividas y que son llevadas por procesos de causación que, por sí mismos, no tienen significación –o no tienen esa significación…” Ibíd., p. 88.
[13]“…los hombres tienen que dar a su vida individual y colectiva una significación que no está preasignada, y tienen que hacerlo frente a unas condiciones reales que ni excluyen ni garantizan el cumplimiento de su proyecto” Ibíd., p. 91.
[14]Ibíd., pp. 96 y 97.
[15]“…lo real por excelencia…el producto de nuestra propia actividad, esta actividad misma bajo la infinita variedad de sus formas…” Ibíd., p. 111.
[16]“racional y no racional están constantemente cruzados en la realidad histórica y social y este cruce es precisamente la condición de la acción”. Ibíd., p. 136.
[17]Ibíd., pp. 130 y 131.
[18]Ibíd., pp. 129 y 130.
[19] Cf. De La Boétie, E., El discurso de la servidumbre voluntaria, Barcelona, Tusquets Editores, 1ª Edición, 1980.
[20]Ibid, p. 51.
[21]Idem
[22]Ibid, pp. 52 y 53.
[23]Ibid, pp. 55 y 57.
[24] En este sentido Cf Clastres, P. “Libertad, desventura, innombrable” en De La Boétie, E., El discurso de la servidumbre voluntaria. Barcelona, Tusquets Editores, 1ª Edición, 1980. Y Lefort, C. “El nombre de uno” en De La Boétie, E., El discurso de la servidumbre voluntaria. Barcelona, Tusquets Editores, 1ª Edición, 1980.
[25]De La Boétie, E., Ob cit, p, 57.
[26]Idem
[27]Ibid, p. 58.
[28]Ibid, pp. 62, 63 y 65.
[29]Ibid, p. 66.
[30]Los que lo han adquirido por el derecho de la guerra se comportan…como en país conquistado. Los que nacen reyes…por haber nacido y sido educados en el seno de la tiranía, sorben…la naturaleza misma del tirano y consideran a los pueblos que les están sometidos como a siervos traspasados por herencia. Aquél que detenta el poder gracias al voto popular…a partir del momento que asume el poder, situándose por encima de todos los demás, halagando  por lo que se da en llamar grandeza, toma la firme resolución de no abandonarlo jamás. Acostumbra a considerar el poder que le ha sido confiado por el pueblo como un bien que debe transmitir a sus hijos…a partir del momento en que él y sus hijos conciben esa idea funesta, es extraño comprobar cómo superan en vicios y crueldades a los demás tiranos. Ibid, pp. 65, 66.
[31]Ibid, p. 73.

[33]…Los reyes de Asiria, y después los de Media, no aparecían en público sino al anochecer, con el fin de que el populacho creyera que en ellos había algo sobrehumano y de crear esta ilusión en aquellos que alimentaban su imaginación con cosas que jamás había visto. Así, todas las naciones que estuvieron largo tiempo sometidas al imperio asirio se acostumbraron a servir gracias a este misterio. Y obedecían más a gusto al no saber a qué amo servían, ni tan sólo si ese amo existía. De modo que vivían en el temor de alguien a quien nadie había visto jamás…El pueblo ha elaborado siempre de este modo engañosas fantasías para, después, creer en ellas a ciegas…Incluso los tiranos encontraban muy extraños que los hombres pudiesen soportar el que uno solo les maltratara. Iban con la religión por delante, a modo de escudo, y, de ser posible, se adjudicaban algún rasgo divino para dar mayor autoridad a sus viles actos…Ibid, pp. 84, 85 y 86.
[34]Ibid, p. 91.
[35]Ibid, p. 74.
[36] Cf., Arendt, H., “Desobediencia Civil” en Tiempos presentes, Barcelona, Gedisa Editorial, Primera Reimpresión, 2006.

[37] “…cuando una cantidad significativa de ciudadanos se convence o bien de que los canales utilizados tradicionalmente para conseguir cambios ya no están abiertos o a través de ellos no se escuchan ni se atienden sus quejas o bien de que, al contrario, es el gobierno quien unilateralmente impulsa los cambios y persiste en una línea cuya legalidad y constitucionalidad despierta graves dudas…” Ibíd., p. 129.
[38] Ibíd., p. 143.
[39] Ibíd., p. 145.
[40] Cf. Fromm, E., “La desobediencia como problema psicológico y moral”. En Sobre la desobediencia. Barcelona, Paidos, 1984.
[41] Ibid, p. 9
[42] Ibid, p. 10.
[43] Ibid, p. 13.
[44] Ibid, p. 15.
[45] Idem
[46] Ibid, p. 16.