Juan Liscano, el pensar y los días (II)
En el centenario de su nacimiento
(1915 - 2001)
David De los Reyes
“No se debe escribir la primavera sino después de haberla mirado sin memoria”
Juan Liscano
“La verdadera metafísica consiste en volver sensible aquello que es abstracto”
Josep Pla
(Observación: Este trabajo sobre los ensayos de Juan Liscano, ha sido elaborado para conmemorar el centenario de su nacimiento, y está dividido en dos partes. Esta que publicamos hoy es la segunda parte y una continuación del mismo, que se colocó en el mes de mayo de nuestro blog. En la primera parte de mayo tocamos, además de su estética, algunos de los pensadores y filósofos que captaron su atención en su obra: Krishnamurthi, Nietzsche, Sartre, Camus, Teilard de Chardin. En esta que publicamos en el mes de junio tocamos temas como el gnosticismo, la sexualidad, lo religioso, el suicidio, su posición ante la vida, entre otros dentro de la obra de Juan Liscano.
VII
Me gustaría tener la facultad de irme a otro mundo.
Cristo murió al tratar de transmitir un mensaje de
amor
que luego
la Iglesia lo convirtió en
mensaje político.
El amor consiste en nosotros mismos.
Los gnósticos tenían razón: este mundo está regido por el Mal
y tenemos que prepararnos para irnos.
Juan Liscano
Gnosticismo. Si bien su educación formal fue realizada en
recintos de enseñanza católica, de joven rechazó la normativa católica que
rodea a su conservadora familia caraqueña.
El encuentro con las concepciones filosóficas-espirituales del
gnosticismo, el catarismo y el maniqueísmo, el esoterismo místico, las posturas
del orientalismo hindú, entre las muchas en que se interesó, son producto de
ese rechazo y una búsqueda individual permanente de nuevas visiones míticas y
religiosas ante a lo sagrado en el hombre.
El
gnosticismo tiene muchas fuentes emparentadas con el cristianismo, pero las interpretaciones resultantes son diferentes. Sus inicios están
emparentados con los misterios de la antigüedad, surgidos en Egipto, Siria, Persia, Frigia, Tracia y
Grecia; tradición que recogerán las
primeras colectividades primitivas cristianas.
Gnosticismo y cristianismo tienen en común la creencia en la
inmortalidad del alma, entidad que pre-existe a la vida humana. Pero se diferencian respecto a la moral del
creador, de la creación del mundo: ella se debe para el gnosticismo a un demiurgo; y es el reflejo invertido de un mundo
superior; en la creación terrestre (y
universal), lo que perdura y se expande es la ignorancia y el mal. Ello implica
la caída del alma, cuyo rescate consiste en lograr, mediante ciertos rituales y
disciplinas, que implican muerte y renacimiento, se reintegre al mundo
superior, el cual no es otro que el mundo de lo inteligible, de la eterna
Inteligencia, espacio que nos hace recordar la teoría platónica de las formas y
al Uno de Plotino.
El
mundo en que vivimos está relacionado con el barro, las tinieblas, el
sufrimiento. Los gnósticos se
trasladaron a un intersticio mundano más
lejano que el de las teorías de salvación monoteístas; como se ha referido
antes, establecen que la creación de
este mundo no se debe a un ser bondadoso y con barbas, sino a un demiurgo o
Demonio que tiene como finalidad expandir el mal: en él encontramos de forma
sorprendente, y en todo momento, ser una guarida de vicios, absurdos, recinto
de guerras, destrucción, lascivia, injusticia y violencia, por decir algunos;
la tierra vista bajo la mirada de lo tenebroso y horrible: guarida de lo
monstruoso. La puesta en escena de la
salvación gnóstica, o su terapia de superar los males del alma y de la existencia,
se centra en una mutación interior, en una renovación del yo separado de toda
conducta exterior, lo cual propiciaba la salida del mundo en el momento de la
muerte. Algo parecido a la rueda de las encarnaciones exigidas por el budismo, hasta alcanzar la pureza del individuo y
detener todo tipo de reencarnación; esta no hace sino regresarnos a superar la mortificación de la carne por
medio del dolor físico y el sufrimiento
del alma en la reencarnación mítica.
A
Liscano le interesó de esta doctrina esotérica el elemento femenino que comprende la visión
cosmogónica y mitológica del
gnosticismo, el cual se representa concentrándose en un Eón
andrógino llamado Barbelos (o Berbelon);
tal condición de ser es fecundada
por el pensamiento de un dios invisible que lo engendra en la meditación de sí,
cuya característica se concreta en la forma del Espíritu Santo. Aquí
Dios-Barbelo-Cristo son uno y el mismo, como la trinidad católica pero con
otros atributos en su existencia.
El
gnosticismo parte de una noción dualista, el maniqueísmo, que está presente en
el inconsciente e imaginario del ser humano
en forma permanente. Sus fuentes son el judaísmo, la biblia, la
filosofía platónica, los filósofos presocráticos.
Los
gnósticos nunca crearon una iglesia, pero mantuvieron una enseñanza esotérica.
Tal formación constituía la elite de los perfectos:
practicantes de un riguroso ascetismo. El resto de sus seguidores tenían normas
menos estrictas. Su aversión contra el mundo no sólo perseguía poner en tela de
juicio a toda la ideología de salvación de la Iglesia institucional del
catolicismo sino a la misma procreación del
hombre pues significa aquí perpetuar la existencia de un mundo demoníaco. Ello
derivó a una diversidad de prácticas
gnósticas que asumieron conductas licenciosas y promiscuidad sexual desenfrenada; prácticas que tenían la
intención de humillar la carne con su
propia avidez y rescatar así la luz cautiva en ella[1].
Entre
las otras figuras míticas que están presentes
en el imaginario gnóstico se encuentran: a Cristo, surgido de una chispa de energía o luz del Dios padre que
se introducirá en Jesús (hijo);
Sofía, la sabiduría, que cargará
con la caída; Ialdabaoth (o Samael), que es un monstruo con cuerpo de sierpe y
fauces de león, engendrado por Sofía al reflejarse en sí misma, convertido en Rey de este mundo; ella
engendra al demiurgo creador de este mundo. Sofía está adscrita con el
principio del eterno femenino de la maternidad, presente en Egipto y en Grecia en las diosas
Isis y Deméter respectivamente, y Perséfone, proveedoras de fecundidad
terrenal. Los gnósticos asimilan la madre al Espíritu Santo, tercera hipóstasis
de lo Absoluto.
La
salvación o rescate solo se obtiene renunciando al mundo (carne, riqueza,
poder) y seguir las prédicas y
enseñanzas de Cristo. En relación a la religión cristiana, católica, se diferencian
porque esta secta inventa el perdón y la redención en la tierra; la religión
institucional del cristianismo esgrime al sacrificio y la pasión de Jesús como
condición de salvación post mortem. Y
del paraíso cristiano nos dice:
El Jardín
del Edén dista mucho de ser el Paraíso o Reino
Terrenal ofrecido por Jesús. Yahvé quería procreación,
superpoblación, dominio implacable del Hombre sobre los peces, las aves y
todo lo que se mueve sobre la Tierra. Para
el visionario Blake, Yahvé y Jehová eran demonios. En todo caso, quien invoca
el Diablo debería amar a Yahvé: El
Creador, a quien califica –con razón- de arbitrario. Pero, su mejor
aliado, desde el punto de vista el Mal, es
Lucifer. Lucifer y en el mundo fétido, es un aire celeste y perfumando[2].
El
gnosticismo se introdujo profundamente
en diversas posturas místicas occidentales, como la fue la Alquimia, la
Francmasonería, el Iluminismo y de forma subrepticia en el inconsciente
colectivo occidental y no menos en la literatura y en la filosofía (William
Blake, Novalis, Nerval, Goethe, Schopenhauer, Schelling, etc.).
Liscano
tomo de ellos para su creación en tanto modelos, significados y metáforas
poéticas y hermenéuticas respecto al devenir del mundo. Su interés es cultural,
simbólico, intelectual. Para nada cree en sus especulaciones; no las practica.
Le seduce el contenido de la doctrina en tanto metáfora, imagen. El se declara
un racionalista[3]
y se siente imposibilitado de aceptar el
proceso cosmogónico, platónico, pitagórico, orientalista, etc. que está
implícito en tal creencia y práctica; el
gnosticismo sólo se puede experimentar si se cree y se vivencia profundamente.
Requiere una actitud donde no puede intervenir la razón; es una operación
mental y contemplativa; posición vetada para quien tiene una formación
racionalista declarada. Su seducción del gnosticismo está presentar que el mundo es un infierno; tal visión la encuentra dentro de toda la
literatura y pensamiento contemporáneo,
la cual plantea la vida y la realidad como un absurdo, una demencia colectiva e
individual, además de apoyarse en una tecnología apocalíptica la no tan
pacífica normalidad militaresca del mundo; expresiones nihilistas absolutas
pero institucionalizadas. De esta forma haya una similitud con la actitud de cierta
tendencia en el arte moderno y contemporáneo en general, la cual no es otra que
aquella que refiere al nigredo
(descenso al Hades) alquímico, que nos representa constantemente la
descomposición del mundo, la negación total, la inmersión en la nada y que
tiene olvidados los momentos rituales de la purificación de la carne y del
alma, hundiéndose en la materia prima propia del cuerpo deseante, del ego
atormentado, de la angustia irresuelta; es hundirse en un mundo que pareciera
no conducir a ninguna parte, sin salida, que tiene como resultado final la
fatalidad, la catástrofe, horizonte sin esperanza, horizonte de arena y ceniza
(que Liscano adjunta a la condición de vida propia de Estados Totalitarios, previsto
por Oswald Spengler en su obra La Decadencia de Occidente). Ante esta
perspectiva desértica del ser nos da como afirmativa a la perspectiva del arte
cinético y el objetivismo en la plástica, al textualismo, los ensayos de poesía
concreta, que encuentra como una reacción salutífera contra el subjetivismo, el
existencialismo atormentador, lo confesional y toda creación que nos presenta
una expresión de negatividad sistemática. Se trata de separarse de los arenales
movedizos de lo absurdo, de los laberintos sin sentido, de los desiertos
planetarios de la nada, de la nada y de los infiernos.
Advierte
que la única manera de vencer al racionalismo sería integrarse a una meditación constante (contemplativa y
vivencial), sobre esas visiones cosmológicas gnósticas u otras parecidas, como
son la práctica del silencio, el budismo ch’an,
el zen o el descondicionamiento drástico de Krishnamurti. Pero en todo este
periplo de ascesis para Liscano sobra la literatura y pudiera suscribir las
palabras de Artaud al respecto: Toda
escritura es una cochinada. Las gentes que salen de lo vago para tratar de
precisar cualquiera de las cosas que pasan en su pensamiento, son unos
cochinos. Toda la gente literaria es cochina, y especialmente la de estos
tiempos…y se lo dije: ninguna obra, ninguna lengua, ninguna palabra, ningún
espíritu, nada, nos dice el nihilista del teatro de la crueldad francés.
Todo
esto no muestra que la búsqueda de las formas y experiencia espiritual están prohibidas a quienes pretenden entrar en
ellas por la estrecha puerta intelectual, conceptual. Toda experiencia de tipo interior requiere meditación, un irse
desprendiendo para tener una revelación[4].
Consideró que tal retirada sería para él, en sus últimos años de su existencia,
el mejor de los destinos. Sin embargo
es un poeta conceptualista y un racionalista intelectual[5],
que lo hace impenetrable a este desprendimiento y desapego espiritual exigido;
su ego no se lo permite: está enfermo de lo mismo que despotrica.
Su
reiterada declaración de que la especie humana está condenada a la extinción
hizo que su interés estuviera concentrado en los pensamientos, las
especulaciones, los mitos, todo lo que para él llama metafísica en su sentido amplio y no aristotélico. Su interés está en colocar estas grandes
iniciaciones de cara a sus lectores. Se sintió un intermediario, un inspirador
para que el hombre común entrara por la puerta que pudiera sacudirse el
materialismo mediocre imperante, y asomarse a un mundo superior, espiritual,
que integre una dimensión liberadora que él con sus palabras, particularmente,
no pudo entrar. Stefan Zwieg lo comprendió así: el hombre maduro no va hacia la rebelión, va hacia la armonía.
Su
encuentro con lo esotérico no es una búsqueda de la experiencia mística sino, sobre todo, cultural, en tanto necesidad de conocimiento e
inspiración; un deseo de orden, pues se identifica, como dijimos antes, con el
uso de la razón, del intelecto, de la intuición; ante el mundo desorganizado y
desintegrador, el esoterismo le da un cierto orden e imagen cósmica e
individual. Dicho así, el interés que mostró
por las doctrinas espiritualistas y esotéricas, junto a los grandes
movimientos del pensamiento y del desarrollo interior, fueron elementos que
nutrieron su creación poética, como fue
el caso de su poemario Myesis. Para
él representaban estas indagaciones y acercamientos la opción de ahondar en
expresiones superiores de la realidad exterior. La realidad inmediata,
cotidiana, contingente era desgarrante:
miseria, ghettos, guerra, crímenes, hambre, terrorismo, guerrilla, lucha de voluntades hegemónicas de las grandes
potencias, lobos con rostro humano, mierda brotando de todo rincón mundano.
Ingredientes que componen la sustancia de la historia y de la política. Representan, en conjunto, la
presencia de la pulsión casi ontológica del afán infinito del hombre por el
poder, lo cual lo caracteriza como propio de una manifestación demoníaca. En
una referencia al maniqueísmo y la idea
del mal presente en el mundo en su perenne descenso nos dice:
Empiezo a
comprender que la visión más completa de la condición humana la tuvo Manés,
creador del maniqueísmo. El Hombre es
un compuesto del Mal y
del Bien, en lucha desigual.
El Mal dispone de mayores recursos
para dominar al mundo. Pero hay impulsos y fuerzas del espíritu, como el amor,
que por más limitados que sean cuantitativamente alcanzan cuando se manifiestan
en la verdad del sí mismo, el
poder de una bomba atómica y envenenan al Mal, por
mucho tiempo.
Hay la búsqueda de
Dios o lo que es más importante, la necesidad de él. El Bien es minoritario pero
indestructible en esta batalla que empezó antes de la aparición del Hombre, y
que continuará después de su extinción. El espíritu es lo único que el Hombre
puede oponer a la agresión continua del Mal. Pero
en el Cosmos la batalla es menos dudosa que aquí, en la Tierra[6].
Ante
esa orilla de la pesadilla cotidiana y el mal permanente en la acción y el
cosmos, está la posibilidad de cruzar a la del frente, la aventura interior del
espíritu, la cual no es otra que la búsqueda de inspiración espiritual individual
que intente liberarnos de una miserable realidad, descondicionarnos de la
insidiosa exterioridad superficial e intentar
un camino personal de autenticidad.
Su actitud fue la del hombre
pensante que se nutre de las ideas y de ciertas doctrinas esotéricas,
ofreciendo la capacidad imaginaria de plantearse una visión del mundo infinitamente luminosa,
enriquecedora, alentadora en el individuo[7]. Su interés está en el desarrollo espiritual
tomado en serio, en tanto ascesis del ser y del trato que puede vincularse con
esa búsqueda, en parte, dentro de la sexualidad sagrada.
VIII
Sexualidad. Liscano
apostó por una aceptación de lo femenino, de la mujer en su búsqueda de cierta
plenitud espiritual; no se piensa que la
vía espiritual pueda quedar exenta de la participación de la mujer y de la
aceptación del sexo. La rebelión del sexo abrió un camino de liberación. El orgasmo es la prueba radical de que
estamos en el mundo y existimos. Está en contra de todas las posturas que
excluyan a la mujer por considerarlas un
ser inferior y que puede ser una amenaza en la realización espiritual del
hombre, como si este fuese el único depositario de la espiritualidad. Es
consciente que todo erotismo, siendo un sentimiento del alma y del pensamiento,
puede ser ambivalente: claro y oscuro. Por un lado puede ser una fuerza de trascendencia vital (Amor Cortés,
platonismo, misticismo tántrico), pero también un hundimiento de la misma vida:
pornografía, perversiones, deformaciones, lo cual plantea un serio problema
individual a elegir: la experiencia
erótica termina en sadomasoquismo cuando se desenvuelve de manera hedonista,
sin otra finalidad que su propia consumación e intensidad[8].
Liscano,
que ha rechazado la soberbia y aburrida ascética[9]
respecto a la sexualidad, ha declarado
que tanto la industria cinematográfica como la educación por géneros, la
pornografía del llamado mundo libre, las religiones del pecado, el puritanismo
del mundo totalitario deforman la pureza y espiritualidad de la sexualidad. Su complicación está a la falta de ritos de paso, al no saber los jóvenes
encarar la sexualidad de un modo creador y hermoso. Si bien estamos dentro de una civilización
que se ha abierto a esta condición,
volviéndose libertina en muchos lugares y aspectos, advierte que no sabe
preparar a las nuevas generaciones para lo que llama una vida sexual armoniosa; como tampoco se le ha quitado la
condición de vivirla y experimentarla, en muchos casos, como catástrofe
pasional procedente del odio a la carne, propio de doctrinas ascéticas de
salvación del alma. La pareja resulta un
binomio importante para su estructura imaginaria personal; considera que el mal
entendimiento entre el hombre y la mujer es un drama que impide convivir dentro
de una relación serena, positiva, ardiente. Se adhiere a la postura del
inglés D.H. Lawrence, quien planteo este
problema con la necesidad de volver a empezar, de regenerar nuestra apreciación
del sexo en el hombre: regreso al origen y renovación interior. El sexo no
puede reconocerse a través de la metáfora del infierno sartreana del conflicto
permanente entre el hombre y la mujer. Gracias al autor inglés concibió cierto tipo de liberación en tanto
plenitud erótico-sexual. Admite que lo normal sería regresar a los orígenes de
las relaciones humanas y admitir la
fuerza de la mujer y el miedo del hombre ante esa misma fuerza femenina, que
está también dentro de él mismo. Se trata de cumplir con el rito y la
devoración simbólica. Ver a la mujer como iniciadora y mediadora de esa fuerza
y energía cósmica y creadora; sin excluir al mundo cristiano de ello. Es el
caso poético que refiere respecto a la Divina Comedia de Dante en relación a la
conducción de Beatriz en el ascenso de ese largo viaje metafísico hasta
los linderos del cielo; o Diotima y la
iniciación de Sócrates en las artes eróticas y amorosas (ver: El Banquete de Platón). En el mundo
esotérico oriental (tantrismo, taoísmo, por ejemplo), la mujer también cumple
un papel benéfico, la sexualidad representa un viaje de ascenso espiritual,
bien como protectora (Fátima) o como proyección del en sí interior del
individuo (Daena), también está la oscura diosa Kali devoradora, o la
complaciente Shadki.
Dentro
de nuestra civilización judeo-cristiana
refiere el caso de la mujer-madre-amante
castradora, reivindicación femenina secreta frente al patriarcalismo despótico.
Sus palabras:
El juego psicológico de la madre
castradora resulta aterrador. Su empeño dominante satura su vida entera y puede
conducir al hijo o a la hija castrados, hacia el suicidio cuando no hacia un
seguro homosexualismo. En cuanto a la amante castradora, ella responde a un
arquetipo ancestral relacionado con la mujer de vagina dentada. Lo cierto es
que la fémina representa una gran mutabilidad psicológica, no es fija, cambia con las fases de la luna y las mareas,
y puede representar a una divinidad benéfica como a una demiurga destructora.
Los poderes biológicos y sexuales del
hombre son muy limitados con respecto a
los de la mujer. Por eso es que en el inconsciente impera el miedo ancestral,
produciendo rechazo, pánico o bien masoquismo, deseo de ser devorado y castrado[10].
Igualmente
se acerca a la concepción del amor cortés,
ante el cual tiene una fascinación cultural al ser relacionado y originado
dentro de las concepciones del catarismo y gnosticismo; de estos últimos su
concepción de la divinidad andrógina que
engloba lo femenino y lo masculino. Tal tipo de amor constituyó todo un cambio respecto
al amor en su época medieval, al reaccionar contra el dominio sexual del señor
con respecto al derecho de pernada, contra la concepción del matrimonio por
interés político (ampliar poder territorial) y económico (ampliar fortunas).
Implica otra concepción erótica entre el hombre y la mujer, produciendo un expresivo y creativo
movimiento poético (los movimientos de juglares y trovadores del siglo XI y
XII); propone nuevos comportamientos
sexuales, exalta y reconoce el predominio de la mujer y su autonomía amorosa
respecto a quién premia con su afecto. Es un amor que lleva implícito el
impulso de trascender e ingresar a una dimensión espiritual elevada, sublime,
carnal, distinta, de júbilo compartido, un estado de gracia erótica y corporal
que inunda al alma de los amantes, un espacio que transita a lo intemporal por
su intensidad al sustraerse de lo mundano.
El platonismo, sufismo, el amor cortés arábigo (Al-andalus), son sus
influencias, abriendo una faceta desconocida para occidente en el placer y la
trascendencia de la unión amorosa de los cuerpos, sumido a la barbarie del
milenio y del feudalismo guerrero. Su confesión: De ahí mi heterodoxia: YO QUIERO ENCONTRAR UNA VIA ESPIRITUAL CON LA
PARTICIPACIÓN DE LA MUJER Y LA ACEPTACIÓN DEL SEXO[11].
IX
Dios y las Religiones. Califica
que todas las religiones institucionales son aparatos de poder. Desde el
catolicismo al islamismo, pasando por el judaísmo, no
escapan de esa condición. Todas, pareciera, quisieran constituir un Estado
basado y manejado por los fines e intereses de dominio religiosos: la maldita
teocracia instalada en el Estado. Todas son normativas y dogmáticas. Se separa
de toda organización religiosa: todas, en algún momento, siempre han estado organizándose como aparatos de
dominio, de poder y sobre todo en el intento de negar a toda asociación que se
separa de sus alcances, como lo son las sectas esotéricas, gnósticas, budistas o taoístas no oficiales, etc. La
iglesia se convierte en un religión universal por acceder al poder político y
cultural al tomar el las sobras del imperio romano, ruinas de las que se agarra
hasta el día de hoy. Liscano no siente
apego ni por las religiones ni por las sectas, ni de ninguna otra agrupación
gregaria que sólo fingen alcanzar un determinado conocimiento estereotipado y
dogmático. El conocimiento de sí, lo sagrado interno, es una vivencia personal, individual: una
liberación; lo sagrado comienza en el propio cuerpo, no en el dogma.
Respecto
al budismo opina que es una postura que es completamente contraria al espíritu
de occidente, volcado al insaciable materialismo hedonista y voluntad de poder.
Le parece un producto de marketing;
todos aquellos supuestos maestros
envueltos en la publicidad al estilo norteamericano; todos se envuelven en el
superficial marketing publicitario de
la autoayuda y espiritualidad de billete color verde. Sus palabras: “El Che
decía que ser revolucionario constituía el escalón más alto al cual podía
aspirar el hombre. Yo siento que el escalón más alto lo alcanza el sabio de
espíritu, el liberado en vida, el hombre que puede tener la mente en paz”[12]. Los poderes de la mente son ilimitados.
Consciente
de su intervalo de vida sabe que intentar
acercarse a desarrollar una aventura de estilo budista, le es imposible
según su apreciación. Se siente que está demasiado condicionado, apresado, asfixiado
por el estilo de vida que practica. Asumir el budismo, que es una escuela del
desapego material y familiar, implicaría una ruptura drástica con muchas cosas, incluso creadas por él
mismo. Sólo le da pie a lo imprevisible para entrar en una realización
trascendente como esa. Y sin embargo, es el camino que le parece mejor para una
vida humana. Además confiesa que tiene la convicción en una voluntad de un
habitar en un cosmos inteligente, donde las moléculas que lo conforman tienen
implícitamente inteligencia: la energía es inteligente. Pero que
no dejan de estar presentes la visión maniquea, pues en cada una de ellas está
el Espíritu del Bien y del Mal[13].
No
separa de la religión a las ideologías como el marxismo, que aportan (y copian
de las religiones oficiales monoteístas) la actitud de la imperiosa salvación y la llegada al paraíso proletario... Pero en
el caso del marxismo se centra en que
esa salvación vendrá al realizarse la revolución; nuestra experiencia
nacional nos ha revelado todo lo contrario, únicamente ha sembrado, además de
fanatismo e intereses de dependencia exterior, miseria humana, ambiental, abusos legales en todas sus formas
y sumisión ciudadana. Considera el
marxismo como la versión moderna para el hombre del catolicismo, es la
continuación de su lógica de dominación moral y corporal. Dice: entre un marxista militante y un católico
militante hay más cercanía que entre yo y un católico ortodoxo[14].
Liscano,
citando a Heidegger, refiere la
necesidad de dios en el mundo. Tanta necesidad como la existencia del estado.
Se requiere pensar alguna forma de organización para administrar al colectivo
humano. La necesidad de dios parte en él por pensar que el mundo no tiene sentido sin esa
presencia epifenoménica imaginaria. Y en
ello está cercano a esa necesidad humana de pensar lo divino, de encontrar una metafísica, según sus
palabras. Nuestro poeta ha dicho que mantiene una actitud expectante ante dios; espera una señal, una vivencia de eso divino: puede acontecer un fenómeno de alta tensión emocional que me
ilumine. Más que creer en una cosa como un dios, tiene una necesidad
imperiosa de sentir lo divino. Pero
como hemos referido antes, está limitado por la elección de su estilo de vida
abrazar una aventura de liberación espiritual, asumir la desposesión, el desapego terrenal. Tampoco puede regresar a practicar la aberrante religión
de su familia, la católica. Finalmente:
No soy un hombre que creo en el más allá
a la manera de los católicos, o en el Paraíso musulmán, sin embargo sí me
definiría como un hombre expectante, porque no le veo sentido al mundo y al
destino del hombre si no hay otra cosa. Porque no puede haber un absurdo tan
grande como el hecho de que se produzca la especie humana, y que ésta sea capaz
de concebir la divinidad en sus aspectos más trascendentes, y que ese
representante de esa especie, capaz de concebir la eternidad, capaz de pensar la divinidad como algo incorruptible e
innombrable, esté condenado inexorable a desaparecer por un fenómeno de
desintegración interior y exterior[15].
Frente
a esto nos encontramos su reconocimiento permanente por lo que llama espiritualidad. El cual es otro de los
temas recurrentes en su pensar. Y deslindar lo que para él es el encuentro con la espiritualidad.
No
es un error pensar que su vida transcurrió en apostar por la búsqueda
espiritual o la permanencia en la creación poético-literaria. Tampoco es un
accidente en su trayectoria crítica el que haya escrito un texto, quizás el más
acabado de todo su opus ensayístico, Espiritualidad y literatura, una relación
tormentosa. Ya el mismo tema nos deja entrever su perturbación creadora y
vital; al tener que mediar entre una mutación espiritual individual y la pretensión de la creación literaria en tanto exposición de una
espiritualidad, pero a través de la lejanía
de las palabras, los conceptos, las imágenes y la metáfora.
Presto
suma atención a deslindar lo que no
hay de común en esos dos campos humanos y a comprender, a su vez, la
interrelación que nos presenta la obra literaria. Liscano encuentra que las exigencias
específicas de la literatura no corresponden a las de la realización espiritual.
Mientras la literatura ahonda en la
pluralidad, la espiritualidad anhela la unidad[16].
La literatura tiene la pretensión de sustituir a la vida por sólo nombrarla,
enunciarla a través del horizonte del verbo. En cambio la espiritualidad se
cumple en el silencio.
Tienen
ambas actividades metas y fines
distintos; toman caminos divergentes. Una toma la multiplicidad existencia y a
la ilusión como estímulos de creación; la otra a una tenaz depuración, al
despojo ascético, a un acercamiento al vacío y al silencio, en cuyo ámbito se manifiesta la unidad de la
realidad objetiva[17];
la autenticidad de la experiencia espiritual no otorga de por sí validez
artística al testimonio presentado.
La
mística presenta la disciplina de ir más allá de las apariencias sensibles en
pos de lo sagrado y de un renacer del ser; es la experiencia del éxtasis
místico, de la iluminación, del arrobamiento, del satori o del samadhi de las filosofías hinduistas; la mística como
estado de gracia y cesación del yo
mundano, externo (que constituye la atormentada subjetividad individual, la
angustia del deseo permanente, pasiones), es un camino que salta más allá de las palabras, de la comunicación
oral o literaria; condición que no puede adquirirse por los medios que presta
el arte para representarlo; la escritura
no es válida para su obtención.
Toda escritura que pretenda expresar los estados trascendentes
espirituales está condenada al fracaso, es sólo un mera ilustración-ilución, constituye una ficción, así sean testimonios
aproximativos a una experiencia espiritual personal. La palabra crea y
destruye; revela y fulmina al hombre en su búsqueda espiritual.
X
Posición de vida ante el mundo. Liscano éticamente se coloca frente a sí mismo
y se responsabiliza respecto al mundo.
Parte de su desnuda individualidad. yo soy un guerrero, un luchador dentro de un mundo con el cual estoy en
desacuerdo: ese dirigido por una idea de progreso fundamentalmente de orden
materialista (sin ética, moral ni nada) y que nos empuja, paso a paso, a la
desintegración, a una catástrofe[18].
Mantiene una actitud moral de prepararse para
resistir a un futuro inquietante: tiendo
más bien a liberarme del pensamiento oficial, del mito del progreso continuo,
de la creencia de que la humanidad cumple una vía de ascenso[19].
Afirma escépticamente que no tiene ningún derecho a obrar para cambiar o
criticar al mundo sin antes no haber obrado sobre sí mismo. Propone lo que
llama una revolución interior, que no
logra. Su búsqueda se dirige a una ascesis personal; frenar el sentimiento de compensación, del
extravío de tautologías hedonistas; se propone como alternativa la creación: “He buscado, a través de la experiencia
poética, alguna posibilidad de armonizar mis contrarios y de unificar nuestras
dispersiones. La poesía ha sido, para mí, un ejercicio, un medio, una
disciplina por medio de la cual alcanzo a vencer la fragmentación[20].
Ello implica un retorno a la simplicidad de la vida y del ser. Volver a estar
vivo, sentir la realidad como si fuera
nuestra piel, aceptar que la naturaleza no necesita de nosotros para subsistir
y sí nosotros de ella. Propone una mutación del alma que nos libere de las
ataduras del mundo folletinesco (Herman
Hesse). Producir una mutación profunda en
los modos de pensar, como lo pidió Einstein, se tratará de simple
modificaciones dentro de una misma voluntad de poder[21].
Se trata de sentirse incómodo en y para el mundo, y encontrar la tranquilidad en el refugio de la
vida interior del ser, separado de los estímulos vitales del poder, los
esquemas de la memoria y del pensamiento, la egolatría secular, las
sustituciones y las imágenes. Se trata de abrirse a la vida real, a una
perpetua renovación posible, a una cierta liberación interior inspirada por el
gnosticismo y el orientalismo que le absorbió
e influyó. Es un recogerse en el silencio creador y original; recinto personal
donde encuentra todo el esplendor de la vida; y si ese es el precio de dicha
liberación, aceptarla: sé el que eres,
al decir del estoico Epicteto. Si bien
parece que no pudo obtener ese estado de paz al menos lo tenía como un proyecto
de vida a alcanzar.
Advierte
lo difícil para el escritor de
sustraerse a la masificación, de las bambalinas y los oropeles de la
fama, de la embriaguez del discurso lineal e interminable. Depurar la vida, se
exige; despojar al individuo y a la
sociedad de sus máscaras. Recluirse en la nada las proyecciones fantasmales del
propio ego, de la ambición, de la imaginación viciosa. Ser libre en un mundo de permanentes espasmos
tecnológicos contra el indefenso y debilitado ser del hombre; es una tentativa
que pide, es una solicitud de mutación y
ascesis en la simiente misma del
pensamiento, no en las expresiones exteriores de esa simiente [22]
(Krihsnamurti).
Se
consideró un ser desgarrado ante la realidad
nacional que le ha tocó vivir. De rebelarse contra la persona
creada por el entorno en relación a él.
Visto con distancia, por la forma en
cómo tangencialmente enfrenta los
problemas que desagradan precisamente al estatus, se siente un marginal; sus
propuestas están fuera de la
preocupación de la gente común; su pensar no encajó de forma definitiva en
ninguno de los compartimentos y divisiones que el estatus posee para su
reafirmación. Por desarrollar una
postura ideológica distinta tuvo igualmente un rechazo permanente a la
militancia partidista; ello sin dejar de ser un defensor de la democracia
representativa de forma constante; ataca todo sistema moderno de inquisición e
injusticia política; ante la lucha violenta de la política no cabe la posibilidad
de ser neutral: Liscano siempre dio la cara. Sus intereses intelectuales
estuvieron en la búsqueda del Nuevo Mundo,
al regresar de sus estudios de Francia; que en una primera instancia creadora
abrazaría una bizarra y afrancesada especie de utopismo americanista[23] y
espiritualista.
Respecto
a las posiciones políticas que tuvo que asumir frente al movimiento de lucha
armada en la Venezuela de los años 60 del siglo pasado, Liscano sufrió
profundas consecuencias como intelectual
y creador; su obra fue arrinconada, sin tener mayor luz respecto a su importancia dentro del
acontecer nacional e internacional; hubo un desprestigio literario. El movimiento que apoyó la
guerrilla dedicó a anular su obra y su persona. Declara que tuvo que trabajar
el triple en relación a cualquier intelectual izquierdista de esas décadas. El dogmatismo comunista inventó algo peor
que el infierno: la nada. Se quiso abolir. Aún algunos fanáticos insisten en
esa anulación[24]:
situación presente en el régimen militarista venezolano de los primeros
dieciseis años del siglo XXI. Nunca se sintió dirigente de nada, ni tener
interés en crear asociaciones de tipo político: No soy dirigente político, ni aspiro a constituir grupos de calle o de
presión, ni quiero ser ductor de nadie. Soy un individualista con un relativo
sentimiento de fraternidad.
XI
Sobre Apocalipsis y suicidio.
Su visión apocalíptica no es gratuita. Optimista en su juventud, amante de la
vida y de la naturaleza, reitera que los
hechos lo han llevado a esta escéptica actitud ante el avanzar de la
permanencia del hombre reducido: la persistente lucha por el poder, la posible
destrucción nuclear, el evidente y factual desastre ecológico, como
reiteradamente nos ha dicho: acción humana (o in-humana), que ha reducido a entidades inorgánicas a miles de
estructuras y especies vivientes, o lo que es lo mismo, su extinción, junto a la
erosión y consumo de recursos indetenibles por la sobrepoblación y su civilizada
contaminación adjunta: el totalitarismo de la tecnología criminal del
capitalismo salvaje, como lo llama; o la fatídica ley de entropía del universo, que demuestra que la humanidad se condena
físicamente a sí misma con cada respiro y acción, etc.; todos son factores para
la catástrofe: el mal visto por el gnósticismo. Su intención ha sido alertar y
concebir objetivos concretos, alcanzables a corto plazo para detener lo que él
llamó la catástrofe atómica y ecológica, junto a la sobrepoblación desbordante. Solicita respetar el ritmo del cosmos. Por
ello, ante las almas suicidas y la desaparición del hombre que alguna vez el antropólogo francés Levy-Strauss
dejo entrever, la muerte para él es la condición que signa a la especie humana;
no por ello hay que adelantarla, ya
que es nuestra condición inevitable –nos acompaña desde el momento de nuestro
nacimiento-; no precipitar ese advenimiento buscando un suicidio rápido (como
el del individuo que se pega un tiro), o lento (como el del uso del alcohol o
las drogas). Se trata de reverenciar y asumir la vida para experimentarla en su
totalidad.
Establece
una diferencia entre el suicida individual y la condición inconsciente suicida
de la humanidad. El primero decide suprimirse; la humanidad en conjunto no
desea llegar a su fin. Respecto al
suicida particular hace un distingo. Son aquellos que lo llevan a cabo de forma
inmediata y, la otra condición particular suicida pero indirectamente, es la de
aquellos otros que con su vida no hacen sino molestar a sus semejantes,
amargando a sus cercanos, presentando un espectáculo decadente, bien por sustancias químicas o el alcohol. Para
él tenía su respeto del suicida que se
suprime de una vez para siempre, como respetaría a la humanidad si decidiera
conscientemente hacer saltar el planeta. Pero me irrita la inconsciencia y esa
comedia trágica de suicidarse por vía indirecta, implicando y molestando a los
demás[25].
A pesar de todas estas
declaraciones pesimistas da un pase de oportunidad al hombre, pues si bien es
un animal que está condenado a extinguirse en el tiempo, tiene una esperanza: piensa. Con lo cual no escapa a la idea
esotérica de poder mutar, lo cual es
un arquetipo del alma. Tal idea es metafísica, pues el hombre, sea religioso o
no, quiere ser, bien más poderoso o más capaz de cruzar los umbrales de sus limitaciones, alcanzar
ser un héroe de una condición desconocida pero evolutiva; tal condición,
presente en todo el inconsciente colectivo,
es un anhelo metafísico de la especie. Las representaciones exceden la imaginación, bien por la presencia del
mutante hollywoodense: Superman, la Mujer Maravilla, el Hombre Araña, el Hombre
Biónico, por un lado, como los tanáticos héroes históricos: Bolívar, Lenin,
entre otros. Sin embargo: Desde la perspectiva metafísica, yo considero que el Mal siempre ganará la partida. Yo estoy entre la permanente
revelación del espíritu del Mal y
una Voluntad De Otro Mundo: hacia
otra realidad. Sospecho que puedo finalmente lograrlo[26].
Liscano
es un hombre que desconfía de las realizaciones del hombre histórico, como bien
ha visto Arráiz, y buscaba la realización en la metafísica, en el espíritu[27].
Finalmente
encontramos que las preocupaciones del pensar
y los días de Liscano fueron múltiples y su trayectoria moral como hombre
público, poeta, escritor y ser humano cumple con las palabras de Hesiodo, aquel
bardo griego ya referido, al decirnos este respecto al ser superior helénico en
Los Trabajos y los Días: ...muy superior es quien por sí
mismo y después de meditar conoce todo
lo que, al fin, sea lo mejor. Y noble, aquel que obedece a quien bien aconseja. Pero el que ni conoce
por sí mismo ni, escuchando de otro, lo
guarda en su corazón, es un hombre de carencias.
O como dijo el bardo de la Zona Tórrida: no se puede escribir primavera sino después de haberla mirado
sin memoria…
Bibliografía
AA.VV.: 2004. Tres iniciados. El Kybalión. Estudio sobre la filosofía hermética del
antiguo Egipto y Grecia. Editorial Kier, Madrid
Arraiz , R. 2008: Juan Liscano.
Ed. El Nacional. Caracas
Guillent, J.R., 1984: Dios, el ser y el misterio: ensayo. Ed. Monte Avila. Caracas.
Hesiodo: Teogonía.
Los Trabajos y los días. El Escudo. Ed.
Centro Editor de América Latina. B.A.
Krishnamurti, 2007: Temor, placer y amor. Ed. Edaf, Madrid.
Machado, A., 1987: El Apocalipsis según Juan Liscano. Ed Seleven. Caracas.
Liscano, J., 1976: Espiritualidad y literatura. Una relación tormentosa. Ed. Seix Barral. Barcelona
1980: El Horror en la Historia.
Ed. Ateneo de Caracas. Caracas
1988: Los Mitos de la Sexualidad en Oriente y Occidente. Ed.Alfadil.
Caracas
1993: La tentación del Caos. Ed. Alfadggil. Caracas
1995: Pensar Venezuela. Ed. Academia Nacional de la Historia. Caracas
2007: Obra
poética completa (1939 -1999). Ed. Fundación Cultura Urbana. Caracas.
Liscano, J. y Ure, J.: 2008: Juan Liscano/Jiménez Ure a contracorriente, Ed. Universidad de los Andes, Mérida. En: http://urescritor.wordpress.com/2013/04/06/juan-liscanojimenez-ure-a-contracorriente/?blogsub=confirming#subscribe-blog. Visitado el 15 de dic de 2014.
Pauwlis, L. y Bergier, J. 1960: Matin des magiciens. Ed. Gallimard.
Paris
Picón-Salas, M.: 1964: Antología de la prosa venezolana. Ed. Edime. Caracas
Notas
[1] Liscano,
1977:47
[3] “…no logro
zafarme de mis condicionamientos racionalistas, historicistas, logicistas,
occidentales, para hundirme en ese trance místico-filosófico, del mismo modo
que no logré dar el salto en el vacío que propone Krishnamurti”, (Machado,
1987:127).
[4] Idid, p.128.
[5] Tiene la convicción que el
camino de la espiritualidad debe comenzarse desde joven y en su madurez ese
camino está cerrado: Para emprender el camino del
espíritu, del desarrollo metafísico –hasta alcanzar cualquier Revelación de Otro Mundo- se requiere
hacerlo desde muy joven. Todos los místicos –y yo disto mucho de ser uno- han
iniciado su vida espiritual muy joven o bien han tenido una revelación en el
curso de su existencia que los ha llevado a ello. Como, por ejemplo, William
Blake [II]: el pintor y poeta. Esta es una digresión que quisiera situarla en
Inglaterra. Ver en op. cit: Juan
Liscano/Jiménez Ure a contracorriente, 2008.
[6]
Ver: Juan Liscano/Jiménez Ure a contracorriente, 2008.
[7] Se debe apuntar
que Liscano si bien se plantea una necesidad
intrínseca de ahondar en estos campos de la espiritualidad esotérica no
descartó atacar a todos aquellos que juegan a ser maestros espirituales,
buscando sobretodo poder y afirmación del ego; santidades fingidas, no reales,
falsas: queriendo ser ángeles terminan
siendo bestias (Pascal). Su elección
está por una necesidad de conocimiento no de acólitos en torno a él. Es un
individualista, como se ha dicho (ibid, p:151).
[8] Dentro de los
autores que le da un reconocimiento por
sus aportes literarios respecto al tema de la sexualidad y el erotismo están
principalmente D.H. Lawrence y Henry Miller.
En contra de la tendencia literaria de presentar al sexo como una red
inaplazable de caos, muerte y destrucción humana, estos autores le dan un giro
en su obra: D. H. Lawrence canta las
bellezas de la sexualidad regenerada inventando una suerte de tantrismo
europeo, intento equilibrador de sexualidad y
espiritualidad en el despertar de
una consciencia totalizadora. Henry Miller tiende el puente entre desquiciamiento
erótico, entre la pornografía magnífica y la reconciliación con el mundo. Su
esfuerzo final reconoce el zen y la
alta espiritualidad de Oriente. Ver: Liscano, 1977:205.
[9] Nos dice: “Nos
corresponde la elección erótica pero, en mi caso, tiendo a rechazar los caminos
de soberbia ascética, porque ésta crea
una frustración y una distorsión muy grandes e imagina monstruos
diabólicos casi siempre bajo el aspecto de mujer o de Satanás”, (Machado,
1987:155).
[10] Ibid, p:122
[11] Ibid, p:154
[12] Ibid, p:129
[13] Desde el punto de
vista maniqueo, la única forma de combatir el Mal es
envenenándolo por dentro con el sentimiento del Bien: que
es, fundamentalmente, el amor. Es la visión
maniqueísta, de
Manés. No veo el Maniqueísmo como religión,
sino como filosofía. No adhiero a las religiones ni ordenes esotéricas,
partidos políticos o una clase determinada. No estoy en contra de los banqueros ni a favor de ellos. Yo veo la
posibilidad de desarrollar, individualmente, una parte de la bondad que sirva
de compensación, (sub. nuestro). ver en
op.cit: Ver
en op. cit: Juan Liscano/Jiménez Ure a contracorriente, 2008.
[14] Idem.
[15] Ibid p:156
[16] Liscano,
1977:21
[17] Idem:24
[18] Ver en op. cit: Juan Liscano/Jiménez Ure a
contracorriente, 2008.
[19] Ibid p:140
[20] Ibid, p:153
[21] Ibid:142
[22] Liscano,
1977:19
[23] Que con su obra
Nuevo Mundo Orinoco vendrá a liquidar
sus acercamientos con esa pasión americanista, con sus ancestros y con su
identidad telúrica. (Ver: Machado, 1987:62).
[24] Ibid, p:145
[25] Ibid, p.112
[26] Ver en op. cit: Juan Liscano/Jiménez Ure a
contracorriente, 2008.
[27] Arráiz, 2009, p:73.