domingo, 1 de noviembre de 2015

Hegel y los Chinos (II)

Del taoismo y las dinastías


David De los Reyes





(Este ensayo es la segunda parte que colocamos en nuestro blog sobre  las reflexiones de Hegel  (filósofo alemán del siglo XIX)   sobre la cultura China. La primera parte se publicó el mes Agosto del 2015 en este mismo espacio virtual)
De los cambios de una dinastía, su orden y su religión
I
Hegel recoge de la jesuítica narración Mémoires des chinois  una representación peculiar de ese mundo lejano e inhóspito para un pensador  del siglo XIX, pero no menos interesado en llegar a comprender lo que sucede en las antípodas del lado oscuro  de la tierra respecto a un occidental.
Se detiene a relatar y reflexionar el cómo del cambio de dinastías. El caso estudiado es tomado de la dinastía Zhou. La pregunta que  nos hacemos es ¿qué tiene de importancia esta dinastía? Ella, que es la tercera dinastía en el orden de aparición para la historia tradicional china,  gobernará alrededor del 1050 a.C. hasta el 256 a.C. Como podemos pensar,  Hegel debe tener cierta curiosidad por lo que pasaba  en el mismo periodo oriental que sucede a la par toda la transformación creativa del logos del mundo griego, del cual, acordémonos, como ha dicho Heidegger, Hegel es el más radical de los griegos. Por ello no puede pasar por alto qué está pasando en esos ochocientos años de historia china, que han sido tan ricos en pensadores y eventos que han marcado la cultura tanto de allá como de acá
Su llegada ha sido valorada como el paso de una dinastía corrupta (la Shang), por una nueva de reyes virtuosos. Ella corresponde a la aparición de la concepción propia de los Zhou: el «mandato del cielo» (天命 tiānmìng), la cual refiere que su legitimidad en el gobierno vendría a ser concebida por el Cielo (Tien), que sería una especie de deidad  como  ya vimos antes, pero con una diferencia a lo que se puede entender por cielo dentro del corpus cristiano. Es gracias a tal legitimidad que estos reyes aparecen como reyes virtuosos en relación a los de la anterior dinastía Shang. Sin embargo se nos deja ver una peculiar observación de Hegel al narrarnos el proceder del cambio de dinastía. Los reyes Zhou fueron llamados como rey civilizador, rey de la cultura (文王, Wénwáng), rey sabio, rey guerrero (武王 Wǔwáng). Y en los textos confucianos se le otorga a su último representante como ejemplo de caballero virtuoso.
En la dinastía Zhou florecerán  técnicas y artes ornamentales que vendrían a representar su deseo de comunicarse los hombres con los difuntos inmortales. Será la última dinastía que antecede a las dinastías que tendrán un carácter imperial y que, desde sus comienzos, no ha dejado nunca al espíritu chino de estar de una u otra  forma presente en sus políticas de Estado. Fue el período de la aparición de los grandes pensadores chinos de la antigüedad, como pasó con Grecia. Entre ellos a Lao-Tse y Confucio, por decir dos de los más conocidos; la lista es larga. Y con ellos se inicia la literatura china clásica.
¿Cuáles textos? Para empezar el libro fundamental para conocer la política de la antigua china, en cómo se ejerce el buen gobierno de un estado, son las reflexiones recogidas en el libro clásico Shàngshū (尚書), también llamado Shūjīng (書經) o, en español, el Clásico de los Documentos del último gobernante de esa dinastía, el Duque de Zhou. También se han referido que algunos de los pasajes, que son más que todos legendarias, del I Ching o libro de los cambios (Yì Yīng, 易經) y del Shījīng (詩經) o Clásico de las Odas que son del llamado Rey cultural y del mismo Duque referido antes. Estos textos, que han sido reelaborados en épocas posteriores, sus orígenes están en el periodo de esta larga dinastía[1]
Pero pasemos al relato hegeliano de cómo se estableció esta dinastía al acabar con la pérfida dinastía  Shang. No se nos presenta que fuese muy virtuosa dicha sucesión. El nuevo príncipe Wu-wang (武王. Gobierna entre 1046-1043 a. c.), promulga las leyes  de su dinastía y  con ello organizó su estado.  Refiere que el último príncipe de la dinastía Shang se había inmolado  con todas sus riquezas, mandarines, etc., en su palacio, que a su vez contenía a la ciudad capital del reino. Al quedar sólo cenizas de todo el palacio, entró el príncipe Wu-wang. Y lo que primero que dijo es que no celebraría la toma de posesión del trono antes de que todo fuera regulado entre el cielo y él, es decir, que fueran ordenas las leyes y la administración del imperio (LFR:396). Ello se hizo promulgando dos libros que hasta entonces habían sido conservados por un anciano en una vieja montaña, según se nos narra. ¿Qué contenían estos libros? Uno de ellos  las nuevas leyes, aunque la mayoría eran iguales a las antiguas, pero ahora  promulgadas –y actualizadas- por el nuevo príncipe. El otro texto contenía el nombre de los funcionarios del imperio. Estos, a su vez, se dividían en dos tipos de funcionarios: unos vivos: los mandarines, y otros, los difuntos: Shen. Ambos, vivos y muertos, van a tener el mismo tratamiento al nombrarlos en sus funciones a ocupar. Habría que decir que hasta el siglo XIX prácticamente se mantuvo esta tradición: el emperador  era el regente de los genios de su imperio, los cuales son difuntos, y todavía hoy el calendario estatal consta de estas dos secciones, nos dice Hegel, para el siglo XIX (LFR:397). El pronunciamiento de la distribución de los cargos según la voluntad del  emperador vendría dado por el general más cercano a él. El general, que había recogido los libros y estaba encargado de designar a los Shen, relata ahora su despacho al poner en funciones a los genios, lo cual era el asunto principal (idem).
Este nombramiento de las ocupaciones dentro de la administración del nuevo Estado se lleva a cabo sin no antes un reconocimiento de los difuntos y la honra a sus familias, vinculándolos a la nueva dinastía, una especie de aristocracia celestial. Para ello el general encargado del rito debe dirigirse a una de las montañas sagradas, allí erigía un altar, se sentaba sobre el trono, pone frente a él una especie de cetro de mando y llama ante él a los espíritus de los difuntos. Después del sacrificio de rigor promulga la orden del emperador: ellos debían acoger con toda reverencia los decretos del cielo que iban a serle promulgados por el emperador y, aquí, por el general (idem). Esto implica dar a conocer los oficios que se les han conferido a cada uno.  Esto iba acompañado por una serie de reproches a estas almas difuntas burocráticas por sus negligencias pasadas. Los Shen, sobre todo los últimos (de la dinastía anterior Shang; aclarac. nuestra.), fueron censurados por la mala administración del imperio que causó su desintegración. Entonces dijo a éstos que eran la causa de los desordenes  en el Estado, que ahora eran destituidos por el cielo y que podían ir a donde quisieran pero también ingresar a una nueva vida para enmendar sus faltas. Entonces se retiró el coro de los Shen; el general se puso su coraza y empuño en su izquierda la bandera amarilla (idem). Entonces  ordenaba desde ese trono de sacrificio, a cierto  Bo-qian que leyera los registros imperiales, pues este era el primer shen  sobre los demás. Hecho esto es felicitado por el elegido militar de rango que lleva el  orden del ritual, pues este Bo-qian, mediante sus victorias, había apartado al Estado una desgracia mayor. Luego los caídos en la dinastía  anterior, la shang, son promovidos. Hay uno en particular, un tal general Wen-zung, de la dinastía anterior que no estaba muy conforme. Narra Hegel:

“Entre éstos estaba Wen-zung, el nombre del tío y general de la dinastía precedente; él no quiso aparecer enseguida; después vino  pero no quiso hincarse de rodillas; solamente él permaneció de pie. El general le dijo: Tú no eres más el que eras cuando vivías; ahora no eres nada; luego debes escuchar con todo respecto las órdenes del  Cielo. Entonces éste se ahincó de rodillas y fue designado inspector supremo de las nubes, tormentas y lluvias. Luego fueron designados otros veinticuatro genios para el fuego y las enfermedades epidémicas –brevemente para todo lo que el hombre natural puede necesitar” (LFR:398).

El nuevo emperador Wu-wang debía reorganizar los espíritus, las potencias invisibles que le ayudan a manejar las condiciones naturales de su tiempo. Es así como vemos la designación de estas personalidades difuntas presentes  por el rito sagrado entablado por el general supremo del Estado y al que hasta los  difuntos más reacios a obedecer no tienen otra que hincarse ante los mandatos del Cielo y del emperador. Este es el dueño del mundo visible de los mandarines, pero también de los invisibles Shen;  ellos son convertidos  en una suerte de inspectores generales por encima de cualquier otro genio local (potencias invisibles regionales), que tienen a su cuido en la zona  la lluvia, los ríos, el fuego, los vientos, etc.; toda montaña, árbol, paraje, aldea, ciudad tiene su Shen particular: son sus guardianes.  Estamos ante un pueblo que venera a  sus Shen, pero sin guardar un respeto especial por ellos; si hay que regañarles se les hace, y el emperador comanda todo. Los mandarines también están por encima de ellos, pero estos regentes visibles deberán someterse a las órdenes del jefe real y gobernar bien, pues en caso contrario, son inmediatamente destituidos tanto los vivos como los muertos: a mandarín incapaz, mandarín depuesto; a shen descuidado, shen degradado. En esta religión natural el emperador conoce las órdenes e inclinaciones del Cielo; sólo él se conecta con el espacio celeste, extendiéndose su dominio tanto a lo visible como a lo invisible; hay fuerzas que se ven y otras que no, pero tan presentes como si fueran observables: hay que aprender a ver y contemplar las modificaciones en la naturaleza, en ello se ven las intervenciones del Cielo y de los Shen, como bien se aplican los sabios taoístas como el caso del poeta Lie-Tse[2].
En todo esto encontramos un sentido religioso natural, del animismo de los  genios que moran dentro y en torno de la naturaleza e influyen en el acontecer de la dirección del estado.  







II
Es significativo que luego de todos estos nombramientos dentro de la nueva dinastía, apareciera otra forma de manifestación religiosa ante los ojos de Hegel y que tiene que ver con el conocido tao y la condición de  sus seguidores los taoístas. En las Lecciones de la Filosofía de la Religión  (LFR, de ahora en adelante), no se nos dice si ese sería el origen de ese movimiento, pero lo que sí no cabe duda es que el emperador Wu-wang los va a tener en gran estima, tanto como guerreros y como guardianes, pero con la condición que estos tienen un tratamiento distinto a los mandarines vivos y los difuntos shen  aludidos; a estos los ha colmado de recompensas de todo tipo a estos otros funcionarios  no.
¿En qué se basa su relato? A los seguidores del Tao no son recompensados. Son declarados por Hegel como una secta, de la que no se desprende una concepción filosófica sino  una concepción de  lo que él llama por religión natural. Como sabemos,  el Tao es traducido por camino recto del espíritu que no es otra para este filósofo que la razón y sabemos que dentro de esta concepción oriental está desligado a lo que comprendemos los occidentales por logos  o razón; la idea del tao tiene un mayor alcance dentro de la tradición  espiritual de la que emerge. ¿Secta? Más que eso es un modo o estilo de vida con todo un planteamiento filosófico que va a crecer luego como tendencia, que Lao-Tse (604 a.n.e.) donara un corpus doctrinal gracias al Tao-te-king, de donde se comprende que Tao significa caminote  significa poder, y King (a veces escrito ching o jing), significa libro en el sentido de un clásico histórico.  
Hegel nos refiere  que esta secta había aparecido ya doce siglos antes de Cristo. Y continuará refiriendo lo significativo que el emperador  en sus recompensas pasara por alto a oficiales distinguidos  pero que son practicantes del camino, del Tao, y ocuparan puestos aparte respecto a los otros funcionarios. Entre ellos hay maestros como discípulos del taoísmo. En este caso son siete  oficiales distinguidos por la demostración de coraje en la defensa del reino. Para los ojos de los soldados comunes estos individuos, guerreros excepcionales, eran considerados  equivalente a Shen, pero con la condición de que habían asumido e incorporado sus habilidades en un cuerpo humano y se hacían pasar por un humano más.
El día de la ceremonia aludida antes el emperador no se ha olvidado de ellos. Les habla: Vosotros sois Shen que tienen un cuerpo, no es posible dudar de ello. Las más grandes acciones que habéis regresado a la tierra no puede ser otra que ganaros nuevos méritos y descubrir nuevas virtudes. Yo no puedo hacer nada mejor que poneros en situación  de ejercer estas virtudes en cuanto que os preservo de la corrupción del tiempo (LFR:399). Seguramente es por lo que los separa de ser recompensados como a los otros. Su moral tiene otra condición distinta que no se  vincula a la corrupción del tiempo. Estos guerreros Shen taoístas son ordenados a residir apartados en las montañas, lugar donde pueden entrar en contacto familiar con los difuntos Shen sin figura humana ya antes  referidos. A estos siete guerreros los hace jefes de todas las montañas del imperio, dándoles el derecho de soberanía  a los recién nombrados. Entre sus ocupaciones estará el dedicarse a consagrarse al estudio del Tao y a la búsqueda de la inmortalidad; deben instruirse y comprender, en todos los sentidos y misterios, flujos y cambios de la naturaleza, sabiduría impenetrable para los hombres comunes. Por esto es que son separados de la sociedad y retirados a una vida aislada y de estudio.
En estos hombres espirituales, semejantes a potencias divinas,  comparados a los difuntos Shen guardianes de los elementos de la naturaleza,  Hegel encuentra un indicio de vida filosófica además de religiosa, que como ya hemos dicho, en sus inicios el taoísmo no es una religión institucional como lo vino hacer después y lo sigue siendo en muchos países. ¿Qué lleva a Hegel pensar esto? Pues que  vendrán a ocuparse interiormente y que no es ella precisamente la religión de Estado. Forman un cuerpo aparte de la religión oficial. Son una secta que se dedicó a pensar una metafísica muy particular basado en el sentido del tao, y se retiran a su interioridad y  en  búsqueda de una conciencia que penetrara en lo que es verdadero (LFR:400), dentro de sí.
Vendrán declaraciones  en terminología hegeliana al respecto, como que representan una etapa en la filosofía de la religiosidad  china en una primera configuración natural, la cual consiste en abordar a la autoconciencia inmediata que se sabe  como lo supremo y regente de la voluntad inmediata; el taoísmo es el regreso de la conciencia a sí misma, de dedicarse a saberse que la conciencia es meditante en sí misma, lo cual viene a ser para el alemán lo que distingue a la secta del Tao de otras concepciones religiosas. En ello los hombres retornan al pensamiento y a lo interior; se colocan  al pensamiento en la abstracción con la búsqueda real de  llegar a ser inmortales, como una permanente autosuperación, puramente sabios, por ser en parte iniciados y practicantes constantes, alcanzando la maestría   que los hace considerar como seres superiores en relación a la realidad común, corrupta y afectiva, (recordemos la opinión de los soldados comunes y el discurso del emperador considerados como guerreros excepcionales, equivalente a Shen, espíritus que se habían incorporado a un cuerpo humano y se hacían pasar por un humano más).
Subraya que los chinos  ya en la antigüedad han tenido vocación filosófica al dirigirse a lo interior y denominar a lo absoluto como Tao, que vendría a ser el puro pensar  abstraído de todo lo exterior y que la presenta, más que una filosofía o una moral, como la segunda religión natural de esa región oriental. Observa que el taoísmo va a recibir una enmienda posterior que es atribuida a Lao-Tse, sabio que era un poco más viejo que Confucio, pero contemporáneo a este y al mismo Pitágoras.
Respecto a Confucio nos dice en este texto que este filósofo elaboró toda una postura completamente enfocada a la moral, lo cual es cierto. Doctrina que crecería junto a la religión del Estado. Una exigencia para ser funcionario y mandarín era haber estudiado las Analectas,  las teorías y propuestas morales de Confucio; estará abocado a la práctica y condición de las conductas individual y colectiva para seguir al orden natural y moral del emperador y de la naturaleza. En cambio nota que el taoísmo tenía otra condición distinta, pues  se referían exclusivamente al pensar abstracto.
Su clase continúa… y afirma que el Tao es lo universal, racional y concreto. Y en él se encuentra la  determinación, muy hegeliana también, del Tres: la razón produce al Uno, lo Uno al Dos, el Dos al Tres que es lo universal, lo cual está también en la concepción pitagórica al pensar numéricamente al universo. El universo reposa sobre un principio oscuro que a su vez es enmarcado por la luz. Y  llega a nombrar el Tao como espíritu, aliento que unifica la oscuridad con la luz,  produciendo la armonía entre ellos.
A  la triada de la que surge todo en el universo, Hegel la compara con el nombre de Jehová, lo cual pareciera ser, a nuestros ojos, una aproximación caprichosa. Argumenta así:


“La primera determinación de la tríada es lo Uno denominado J. La segunda determinación es el Chi o el aliento luminoso, mientras que la tercera es Wei, el enviado o mensajero. Quizá estos tres signos  no son chinos; alguno ve aquí las letras J, H, W, y lo conjuga con el tetragrama hebreo Jehova y con el trigrama Yao  de los gnósticos. Lo Uno es lo indeterminado, lo oscuro, lo carente de determinación, la primera abstracción mala, lo totalmente vacío. Cuando esto va a ser concreto en sí y viviente debe determinarse y así es el dos mientras que lo tercero es la totalidad, la consumación de la distintividad” (LFR:401; las negritas son nuestras).

La idea de la triada persigue a la concepción china del tao. Y ve en ello al menos la necesidad en los primeros intentos del hombre pensar el mundo coincidiendo con la forma de la trinidad. Este paralelismo entre la triada del Tao y el concepto  hebreo de Jehova pudiera ser visto como un prurito de sedimento jesuítico etnocentrista, que el profesor alemán asimila y reitera sin mayor crítica al respecto. La forma de la triada es de suma importancia, pues nos expresa este luterano  que si en dios no se conocen las tres determinaciones  que lo componen, dicho vocablo representa una palabra vacía (idem). En los inicios de todo apenas existen las determinaciones más simples y abstractas  del pensar. A partir de la existencia de la  potencia absoluta (como es dios dentro de esta narración académica hegeliana), se llega a lo universal (la forma, la idea platónica), y con ello se comienza a pensar; siendo éste, en su origen, completamente vacío y abstracto, que es como comprende al principio del Tao: una potencia abstracta, vacía en tanto intento de pensar lo absoluto pero reducido a un universal, recluido en las sombras del pensamiento. Tal concepción no es la que hoy en día se tiene de dicho concepto para aquellos que se han detenido a reflexionar y vivenciar, experimentar y transmitir  el principio del taoísmo. El término, dependiendo del contexto, puede utilizarse  como término filosófico, cosmológico, religioso o moral.
Igualmente surge cierta confusión al describir al ideograma del tao que nos dice que es un triángulo  o bien tres rayas superpuestas de las cuales la intermedia es más bien corta mientras que las tres deben ser concebidas esencialmente como una sola. En china estos signos se llaman Kua. Los ocho Kua contienen los elementos de la reflexión superior china (LFR:401). Sin embargo podemos ver el ideograma el cual es escrito así:


Primero debemos hablar del círculo, el cual vendrá a significar y representar el estado más simple, lo Uno, original, primigenio que es el vacío absoluto, que  forma parte sustancial de todo lo que existe. Los antiguos taoístas lo nombraron por Wu Chi a este estado requerido y existente antes de la creación, el cual es intrínseco a cualquier movimiento o manifestación, antes de que la dualidad apareciese y con ella el resto de la creación. Wu significa ausencia, nada, vacío y Chi, que es conocida en occidente por energía realmente viene a  designar lo absoluto, lo perfecto, la más grande.


Este signo vendría a ser el ideograma arcaico del Tao, el cual siempre se ha dado a conocer como camino, la totalidad, lo absoluto, lo visible e invisible,  el ser y el no ser; Hegel lo  relaciona con la razón, lo universal, lo Uno, lo abstracto, el espíritu. Representa el camino, al caminante y la acción del caminar; una trilogía de elementos que corresponden a lo observado por el filósofo cuando  nos ha dicho que es la forma de poder pensar a dios, lo cual le asombra que en la antigüedad china ya se encontraran los elementos que dan apertura al reconocimiento de ese concepto de una forma concreta. El ideograma se puede dividir en cuatro partes, de  la que  la podemos comprender así:











(   (1) La primera, Chien, representado por tres líneas inclinadas, de las que hace referencia Hegel.  E implica un ir de arriba hacia abajo: la primera línea simboliza el cielo, lo ilimitado; la segunda al hombre y los seres vivos, lo intermediario; y la tercera a la tierra, lo limitado.

(2) La segunda parte del ideograma vendría a representa a un hombre sentado con las manos al frente, simboliza erguirse,  detenerse, permanecer en silencio, y tomar como  posición de meditar.


(3) La tercera parte del ideograma representa las ondas de un río, o agua en movimiento. Simbolizará la fluidez, la  naturalidad, la consciencia del tiempo y la impermanencia en el universo.


(4) La cuarta parte representa un ojo. Simboliza la visión transcendental.




(1) y (2) Si ensamblamos uniendo la primera y segunda parte del ideograma nos da una forma que representa la acción para el taoísmo  la transformación y la alquimia del seguidor y practicante del Tao. Como resultado se  obtiene la transformación del hombre en un ser sagrado e inmortal, condición que persiguen estos seres solitarios. Para esta transformación es necesario actuar, intervenir en la tranquila movilidad de la acción meditativa  interna.



 


   (3) y (4) La unión de la tercera y cuarta parte forma un ideograma que representa la idea de cabeza, centro ó inicio en el que todo fluye (acuérdense las ondas del agua). Simboliza la consciencia, la visión del yo absoluto, pero cambiante, impermanente, fluido; y la constante transformación en el universo concreto e inconcreto a través de las fuerzas contrarias desplegadas entre el cielo y la tierra, donde el hombre y los seres vivos son los intermediarios  y en quienes reside la fluidez cambiante de lo vivo.





Todo el ideograma simboliza la consciencia de la permanente impermanencia (unión de los contrarios), y la realización de la integración con O (el círculo), para la eternidad. El ideograma nos enseña que el "Tao" es vivencia pura, es alquimia y filosofía viva, búsqueda del saber que no  sabe pero que lo determina en su devenir a todo; y no algo puramente intelectual, con lo cual no puede identificarse, como hace Hegel, con razón o lo meramente abstracto y universal. Siendo por ello fundamental para todo practicante integrar el "Tao" a la vida ó el "Tao" en su vida.

Es así que todo el ideograma, dentro del círculo O, simboliza que la meta más alta de los distintos métodos o escuelas taoístas es la unión con lo absoluto, Wu Chi[3].




Este es un dibujo más moderno del mismo término que encontramos de la siguiente manera y en apariencia algo distinto. El cual da para entenderlo que también está compuesto de dos partes pero con ciertas variantes a la primera interpretación.  Una primera parte  que viene a significar:  
  ‘Cabeza’(shǒu), y una segunda que   vendría significar ‘ir’ (chuò).

La diferencia no está en la primera parte que es comprendida como cabeza también en la primera interpretación, sino en la segunda que aquí lo dan por caminar, la situación de un hombre corriendo. Pensamos que  nosotros la tomaríamos más por la primera, la posición erguida del tronco y sentado en posición de loto para meditar, que esta otra interpretación del hombre caminando. Pudiera ser un caminar estático, sentado, un ir o fluir dentro de la vaporosidad mental en que se encuentra todo aquel que medita y fluye en  un vacio que está independiente de cualquier representación que acose al pensamiento. Esta  instancia de ir sin moverse, de colocar la cabeza entre el cielo y la tierra, de concentrarse en la fluidez del vacío, vendría a confirmar el significado total de ese sinograma que representa al Tao. No es del todo absurdo que muchos pensadores occidentales hayan referido al Tao  con el origen de todo y compararlo con el concepto de totalidad el cual, la mayoría de las veces, termina  dentro del terreno teísta y absorberlo como dios e interpretarlo, al igual que Hegel, con la concepción de la santísima trinidad, craso error, o, como ya vimos antes, al referirlo con razón o logos. Sin embargo no está del todo equivocado Hegel al ver en esta secta una religión natural, pues se aferra  a la naturaleza en tanto portadora de orden, de normas,  en la medida en que sus elementos se equilibran y armonizan, aplicándolo en diferentes aspectos a la condición práctica y contemplativa de la vida. Es el lento fluir del ser y del no ser, de la destrucción y creación   de todo; un flujo incesante y continuo intrínseco al conjunto del universo[4]:

El Tao que puede expresarse
no es el Tao permanente.
El nombre que puede nombrarse
no es el nombre permanente.
El no-ser es principio del Cielo y de la Tierra;
el ser, de los infinitos seres es madre.
Por eso con el permanente no-ser
se contempla la esencia escondida (del Tao);
con el permanente ser
se contemplan meros indicios del Tao.
Estos dos (no-ser y ser) tienen el mismo origen
aunque diferentes nombres;
tanto al uno como al otro puedes llamarlos misterio.
Misterio de los misterios






III
Con  la secta del Tao nos hallamos con la transición del pensamiento  a encontrarse con su elemento puro, según las palabras del propio Hegel,  y no vendría a fundamentar una reflexión superior y espiritual (idem). Para el  pensador alemán remiten a ser sólo perfectas abstracciones, al no derramar su concepción espiritual en la realidad, por medio de la construcción de una objetividad. Es su error, pues el taoísmo persigue trasladar a la realidad la experiencia armónica del ser y del no ser, que compone a todo elemento del universo y de la vida.  Hegel refiere que al Tao: lo viviente, la conciencia y lo espiritual no pertenecen al Tao mismo, por decirlo así, sino que todavía pertenecen completamente al hombre (idem). Ese ‘por decirlo así’, vendrá a dar muchos equívocos. El Tao pertenece a lo viviente, a la conciencia, a lo espiritual, porque  en todo está su permanente fluir como temporalidad eterna más allá de una visión temporal humana, con lo cual pudiera emparentar al  taoísmo con el hegelianismo.  Para Hegel, Lao-Tse vendrá a ser otro Shen,  parecido a un Buda. Al final nos vuelve a repetir que el Tao se puede representar a la razón, fundamento abstracto, que sólo tendrá existencia, efectividad en los hombres. Este Tao, en tanto universalidad,  es un fundamento abstracto que lleva, según Hegel –no para nosotros-, a que el hombre siga careciendo ahí de una interioridad auténticamente  inmanente y plena; no se sostiene  en sí mismo (LFR:402). La distinción determinante de toda esta concepción, para Hegel, se encuentra en ls condición humana de la libertad. Observa que en el taoísmo no se halla presente esa antorcha de ruta occidental hegeliana. La interioridad, la subjetividad se transforma en mundo cuando penetra en el individuo el gusanillo de la libertad y la racionalidad; cuando se tiene conciencia de ser libre y esta libertad es elaborada como razón. En este planteamiento filosófico conjetural reside la diferencia de la conciencia occidental de la oriental. La primera aparece con la modernidad y los cambios sociales que anticipan el grado de conciencia alcanzado por la eticidad del Estado y del desenvolvimiento de la sociedad civil, que se nutren por la acción libre del individuo; en la segunda encontramos que a individuos deben retirarse para abordar una vida solitaria y contemplativa, donde el espíritu del hombre se sumerge en la armonía del tao en tanto flujo con los elementos de la naturaleza. Pueda que sean dos visiones de mundo que se complementan más que se repelen. Hegel apuesta por la libertad, la cual terminará siendo siempre pisoteada una y otra vez en el curso de la historia de occidente; y en oriente la libertad ni se nombra, sólo se cumple la condición de casta o la orden del mandarinato tanto antiguo, moderno y contemporáneo, hoy disfrazado con la moderna ideología-religiosa pagana alemana del marxismo comunista, que se adjunta en el presente con formas y  con modelos de desarrollo a ultranza, propias del capitalismo voraz  y consumista del occidente. Una  China que habla con términos bicéfalos: se mantiene y acepta la tradición confuciana pero popularizándolo con un partido comunista que remite a un planteamiento de organización  social  de una concepción occidental, alemana adherido al discurso maoísta y ampliado en con la  concepción del gobierno tecnócrata actual. Pero sin quedarse ahí tal concepción se traslada a su adecuación totalitaria del mandarinato, bajo  el escudo  populista de una  -casi extinta ya- revolución comunista que ha visto crecer al mayor capitalismo explotador de toda la historia, llevando a China a consolidarse como una potencia mundial y quizás el mayor productor de bienes de todo tipo del mundo.
Así que Hegel apuesta a la libertad. La razón debe elaborar los principios y deberes absolutos pero que deben decantarse, por la  acción de los mismos, en la objetividad en tanto construcción de un mundo; es su idealismo objetivo. Y ello sólo puede sostener –y he ahí lo que falta en el mundo actual-,  en el hombre en tanto conciencia moral: el hombre que es consciente de estos principios en su libertad y en su conciencia moral, el hombre en el cual ellos son determinaciones inmanentes (idem). Esto es lo que separa el hombre moderno occidental del hombre moderno de la China. Para éste último encuentra que lo más que puede aspirar es al encuentro con un absoluto que es solo un fundamento abstracto, para Hegel el hombre (chino; aclaración nuestra), no encuentra en sí mismo ningún sostén, ninguna interioridad inmanente; quizá lo encuentre en grado más que occidente pero el peso de la tradición y del poder no se lo permita desarrollar en su mundo.  Nuestro profesor decimonónico  sigue desarrollando su especulación filosófica y advierte que el hombre chino vive sólo para lo exterior, para la vida externa, material –algo que podría hoy haber alcanzado el hombre occidental gracias a toda la seducción de la sociedad de consumo y del cerco mediático virtual sin consciencia-; todo lo exterior poseerá significación y referencia para él en tanto referencia práctica: las habilidades y la cultura del trabajo manual. Todo esto es lo que lleva a que se engendre un tipo de hombre que debe ser siempre  gobernado desde afuera y en ello estriba su constitución estatal. El ejercicio de la fuerza política  impuesta desde el exterior al no tener el desarrollo de la libertad interior que le guía desde sí en su conducta moral. Pueda que hoy vivamos en occidente de forma muy cercano a ese orientalismo que se nos muestra aquí y no sólo en países como el nuestro, Venezuela, sino en la misma Europa que engendró al propio pensamiento de Hegel.
Termina advirtiendo en su Lecciones de la Filosofía de la Religión que la religión china no se conecta con ninguna moralidad, no ha ascendió a ese mor occidental, no posee una racionalidad inmanente por la que el hombre advierta valor en sí mismo y dignidad. Todo termina siendo una malla exterior que lo envuelve y determina sus actos; todo refiere a una potencia externa al hombre pues él en sí mismo es visto como incapaz de imponer una racionalidad y eticidad que implique la libertad; no se siente poseedor de ninguna potencia personal. De ahí siga la conocida afirmación final hegeliana  que nos da en sus Lecciones:

“De ahí se sigue esta dependencia de toda exterioridad indeterminable, esta superstición suprema, sumamente contingente. Los chinos son el pueblo más supersticioso del mundo, eternamente temeroso y angustiados por todo porque  todo lo exterior tiene un significado para ellos y es un poder que los domina, algo que puede ejercer una violencia contra ellos y afectarlos. Allí la adivinación se encuentra como en casa; la angustia ante toda situación contingente los impulsó a ello. En cada lugar hay una cantidad de hombres que se ocupan de profetizar; durante toda su vida se han ocupado de encontrar el lugar adecuado para su morada y para su tumba, el localismo, la relación con el espacio…” (LFR:402ss; negritas nuestras).

Puede que nuestro mundo, a costa de depender de forma fragante de la producción china y vivir para lo exterior y por lo exterior gracias a la ratio técnica de la electrónica y la constelación de los medios globales, el hombre haya abandonado el sentido inmanente de esa racionalidad moral que alude Hegel para distinguir la conciencia de la modernidad occidental de la oriental chinesca. Hegel hurga dentro de los textos fundamentales que llegan de esos mundos por él nunca vistos, sino sólo leídos  y quizás escuchados por la relación de algún viajero hacia ese lado extenso del globo terrestre. Sin embargo da con la piedra en el zapato que llevará a distinguir  a las sociedades de mandarines (que podemos adherirlas a las tiranías y dictaduras occidentales, cada día más presentes a nivel global), respecto a los estados republicanos democráticos, que se constituyen bajo un principio de racionalidad política y tienen, al menos como propuesta abstracta y concreta, el ejercicio racional de la libertad universal. En esto está el tipo de hombre a la oriental, que hoy ha invadido a todo el globo: vive sólo para lo exterior; y el tipo de hombre a la occidental: que ha vivido, y hoy casi en el olvido, para el desarrollo de una libertad racional interna y reflejada en la acción universal de los integrantes de una sociedad. Hoy priva la primera, así  vivamos en eso que llamamos occidente.




Notas


[1]  Según refiere el mismo Hegel hay referencias literarias y documentales de la historia de las dinastías desde 2300 a.C..
[2] El sabio eremita Lie-Tse escribió el conocido texto Una guía taoísta sobre el arte de vivir en el s. IV a.n.e., donde narra consideraciones sobre el origen y propósito  de la vida, la visión taoísta de la realidad, la naturaleza de la meditación sobre el Tao, la importancia de la libertad, del entrenamiento de la mente y el cuerpo, como también el resolver los asuntos en nuestra vida cotidiana personal. Podemos transcribir una de sus reflexiones titulada ¿podemos competir con la naturaleza? la cual dice: “Había un hombre que pasó tres años esculpiendo un trozo de jade para darle forma de hoja de árbol. Presentó su obra maestra al príncipe, quedo muy impresionado y lo contrató…la hoja parecía tan real que si se le ponía entre hojas de verdad no se la podía distinguir. Todo el mundo señalaba que era una obra de arte muy hermosa…Sin embargo, cuando Lie-Tse tuvo noticia de ello, dijo humorísticamente: ‘Si la naturaleza necesitara tres años  para hacer una hoja, tendríamos problemas’…Así pues, el sabio sabe que por mucho que imitemos las obras de la naturaleza, está continua haciéndolo mejor”.  Lie-Tse: Una guía taoísta sobre el arte de vivir. Versión Eva  Wong. Ed. Edaf. Madrid, 2005.
[3] Para esta explicación del símbolo del Tao hemos recurrido a la sencilla pero completa explicación que podemos encontrar en la página web: http://yuantaopai.com/wu_chi-tao.php, vista el 16 de junio del 2014.
[4] Para una major comprensión consultar la siguiente mínima bibliografía: Lao Tse (2006). Tao Te Ching. Los libros del Tao. Madrid: Editorial Trotta. Maspero, Henry (2000). El taoísmo y las religiones chinas. Madrid: Trotta y Watts, Alan (2006 (9.ª edición).). El camino del tao. Barcelona: Kairós

Los ciudadanos contra el Estado


 María Eugenia Cisneros Araujo
 
 

Fotografía de Mischa Gordon
 

 

 

¿Quién puede estar sereno en un país cuando ambos, gobernantes y gobernados carecen de principios?

 

“La esclavitud en Massachusetts”

Henry D. Thoreau

 

 

En el presente ensayo se mostrará que la desobediencia civil hace visible la oposición de los ciudadanos contra el Estado. Se indagará sobre la naturaleza de la conformación del poder político para evidenciar que el conflicto entre el opresor y los que se niegan a ser sometidos se encuentra en la misma raíz de su organización y estructura como Institución.

La desobediencia civil patentiza, por una parte, la defensa de la libertad de los débiles, por la otra, el uso de la violencia por los fuertes. En palabras de Maquiavelo: “…se encuentran estos dos tipos de humores: por un lado, el pueblo no desea ser dominado ni oprimido por los grandes y por otro los grandes desean dominar y oprimir al pueblo…”[1]. De las palabras de Maquiavelo, me interesa rescatar esa inclinación presente en los individuos que quieren dominar y oprimir; y de aquellos que no desean ser dominados ni oprimidos.  Cuando se hace presente la desobediencia civil se pone de manifiesto la lucha entre el poder y la libertad, la oposición de los débiles a la subordinación contra los fuertes que buscan subyugarlos. En palabras de Carolina Guerrero:

…la defensa y reafirmación de la libertad partía de la delimitación del área de lo público y lo privado; por tanto, suponía del mismo modo el resguardo de lo privado frente a lo público, entendiendo que “lo público” era el espacio de residencia del poder del Estado. De acuerdo con el pensamiento liberal, esa esfera de lo público posee la tendencia perpetua de pretender invadir lo privado, dado que es propensa a desbordar sus límites en detrimento de la latitud de las libertades del individuo y del ciudadano, en tanto la esencia de la libertad coloca su acento en la ausencia de sujeción, interferencia, dependencia (y ausencia de dominación) ante la voluntad arbitraria de uno o muchos individuos...[2]

 

La aparición de este conflicto, hace que nuevamente se reflexione sobre la naturaleza del poder y cómo la organización social lo estructura como institución[3].

El poder se institucionaliza en forma de Estado y se caracteriza por una relación social que se expresa en orden y obediencia. Desde este punto de vista, la naturaleza del poder político es social[4], consiste en una relación de coerción y coacción legítima por parte del Estado. De esta manera, el poder contiene los siguientes aspectos: coerción, coacción, violencia, subordinación jerárquica, relación orden-obediencia. “…Nuestra cultura, desde sus orígenes, conceptúa el poder político en término de relaciones jerarquizadas y autoritarias de orden-obediencia…”[5]. En cambio, la libertad es pasión, imaginación, acción, conciencia, autonomía, imaginario.

Lo que mantiene al poder político es la obediencia. Por consiguiente, la conservación del poder político depende de la obediencia. Se tiene así una institución donde el grupo social se somete voluntariamente a un Estado que como señalara Weber se reserva el monopolio legítimo de la fuerza. Desde su establecimiento, se instaura una relación jerárquica legítima donde el Estado-poder está arriba y los individuos-y la sociedad están abajo.

En la constitución del poder político como institución social se legitima a la coerción y a la coacción. Lo que quiere decir, que lo que está por encima de la sociedad es el uso de la fuerza o la violencia legítima por parte del Estado[6].Desde la institución del poder político la estructura de la sociedad está dividida entre dominantes y dominados, entre los que se reservan el ejercicio legítimo de la fuerza y los sometidos a esa violencia. Del origen del Estado se derivan dos partes: los que mandan y los que obedecen.

La relación poder y libertad desde su inicio es sumamente frágil porque los que dominan tienen una inclinación natural a querer ejercer el poder sin ningún tipo de control[7], y la aparición del deseo de vivir en libertad es una manifestación contundente de poner límites al poder.

La obediencia legitima la división entre dominantes y dominados, toda vez que la fuente del poder político recae sobre este ámbito. Por consiguiente, cuando el poder busca actuar al margen de las leyes, entonces, busca por cualquier medio (fuerza, violencia, represión) mantener la lealtad de los sometidos. En este contexto, la obediencia se caracteriza por mantener el poder político, conservar la estructura jerárquica y de subordinación, legitimar la coerción. La desobediencia civil aparece como el medio creativo de resistencia para poner límites nuevamente al poder coercitivo-coactivo del Estado y rescatar la libertad. Así se tiene por un lado, el poder, obediencia-orden y por el otro, libertad, desobediencia, creatividad.

La cuestión radica en la defensa de la libertad ante la coacción-coerción arbitraria del poder político, esto es lo que moviliza a la sociedad (individuos-grupo) contra los actos ilegales, ilegítimos e injustos del Estado. En este enfrentamiento, los individuos y el grupo constituyen la parte débil porque luchan con su imaginación contra la fuerza (armas, violencia, represión) del Estado. Cada vez que el poder político en su ejercicio, al margen de la ley, restrinja la libertad estará actuando despóticamente. Todo poder político arbitrario[8] aniquila la libertad.

…¿en qué consiste esencialmente la esclavitud? Dirán todos: en la posesión de un hombre por otro. No obstante, para que no sea simplemente nominal esta posesión, es indispensable que se cohíba la actividad del esclavo, coacción ejercida casi siempre en provecho del dueño. Por consiguiente, lo que caracteriza fundamentalmente al esclavo es el hecho de trabajar por mandato y bajo la presión de la voluntad de otro, cuyos deseos está obligado a satisfacer […] el hombre, tratado como una bestia, debe consagrar todos sus esfuerzos al beneficio de su amo…[9]

 

Las anteriores palabras de Spencer llevadas al ámbito del Estado arbitrario significan lo siguiente: el poder político, mediante el uso ilegal de la fuerza, reprime a los individuos y a la sociedad para que todas sus actividades estén destinadas a favorecer al líder autoritario. El apoyo de la sociedad se obtiene por la vía de la violencia. Decía Tolstoi:

…El hombre sumiso al poder actúa no como quiere, sino como se le obliga; y es solamente a través de la violencia física, es decir, de la prisión, de la tortura, de la mutilación, o de la amenaza de estos castigos, que se puede forzar al hombre a hacer aquello que no quiere. En esto consiste y siempre consistió el poder […] La base del poder es la violencia física; y la posibilidad de someter a los hombres a una violencia física se debe sobre todo a individuos mal organizados, de modo que actúan de acuerdo, aunque sometiéndose a una sola voluntad. Y, unidos, individuos armados que obedecen a una única voluntad forman el ejército. El poder se encuentra siempre en las manos de los que comandan el ejército, y siempre todos los poseedores del poder –desde los césares romanos hasta los emperadores rusos y alemanes- se preocupan del ejército más que de cualquier otra cosa, y solamente a él halaga, sabiendo que, si él está a su lado, su poder está asegurado[10]

 

En esta situación extrema aparece la desobediencia civil como un arma pacífica y activa para oponerse a la represión. Siendo que es la obediencia de los individuos y de varios grupos los que le dan vida al poder, una vez que decidan dejar de ayudar y ser leales al poder político éste caerá. “Prívese al mecanismo político de todos los auxilios que le han facilitado las artes y las ciencias; no se dejen al Estado más recursos que los inventos de los funcionarios, y quedará bien pronto interrumpida la marcha del gobierno”[11]. La desobediencia civil consiste en la no colaboración, el no-apoyo, no-cooperación en el mantenimiento del poder político arbitrario: “…cuando se comience a ver claro que en una nación donde gobierna el pueblo, el poder es sólo un administrador, se verá también indudablemente que este administrador carece de toda autoridad propia, habiendo recibido la que tiene de los que le nombran, que pueden limitarla como crean conveniente”[12].

Para invertir la subordinación de dominantes sobre los dominados a los poderosos sometidos por los subordinados se requiere que los individuos den el paso de transformar su libertad como condición humana en política. Este acto pacífico e imaginativo consiste en desobedecer, esto es, retirar el apoyo al poder político. En ese momento, la libertad doma al poder, lo limita, lo controla, lo encauza y lo socializa nuevamente. De ser un Estado en contra de la sociedad, ahora se convertirá en un Estado al servicio de la sociedad.

Ahora bien, lo que pone en evidencia la desobediencia civil es el enfrentamiento de los débiles contra los fuertes, esto se traduce en que los débiles se aferran a su pasión por la libertad, pero los fuertes hacen uso de la fuerza, las armas, la opresión para doblegar a los débiles. Es decir, se obliga a que los débiles busquen formas de defensa como organizarse, buscar alianzas. En la obra de Esquilo Las Suplicantes[13], se observa esta situación. La pieza trata de la huida que emprenden Dánao y sus cincuenta hijas de Egipto para Argos. Las hijas rechazan el matrimonio con sus primos hermanos, a la cual están obligadas. El Rey Pelasgo, después de consultar con su pueblo decide darles asilo y defenderlas de los hijos de Egipto, así tengan que iniciar una guerra. Cuando los hijos de Egipto llegan a Argos quieren apoderarse por la fuerza de las hijas de Dánao (Las suplicantes), quienes son defendidas por el Rey Pelasgo. El diálogo que se presenta entre el heraldo egipcio que llega a Argos y las suplicantes es el siguiente:

Heraldo: ¡Corriendo, corriendo a las naves! ¡Pronto!

Coro: ¡Bien, aquí nos tenéis! ¡Heridnos el rostro; maltratadnos; cortadnos la cabeza; derramad nuestra sangre toda!

Heraldo: ¡Corre, infeliz corre a la nave! Ven conmigo por el dilatado espacio donde se agitan las saladas ondas. Cede por fin al deseo de tu señor y al poder de su férrea lanza. Bañada en sangre te arrojaré en la nave. Allí tendida en el fondo, podrás gritar cuanto quieras. Ceda mal que te pese tu obstinada locura. ¡Lo mando!

Coro: ¡Ay, ay de mí!

[…]

Heraldo: Que quieras que no, a la nave irás; a la nave, y pronto. Sucumbirás a la fuerza; a la fuerza de tu señor, que es poderosa; y después de haber recibido miles de ultrajes de sus manos crueles, tendrás que sufrir su lecho.

Coro: ¡Ay, ay! ¡Ojalá hubieses perecido miserablemente al cruzar la movible selva de los mares, arrojado por deshecha borrasca contra el arenoso promontorio de Sarpedón!

Heraldo: Grita, vocifera, llama a los dioses. No escaparás a la nave egipcia. Grita, clama; puedes quejarte de tu miseria con más amargura todavía […] Si no venís a la nave, si no me obedecéis, no me detengo ante vuestros vestidos y los hago jiras[14].

 

De la lectura de la anterior cita se puede decir, que la desobediencia civil visibiliza ante los individuos y la sociedad que el poder político es ilegal, ilegítimo e injusto; su fuente fundamental se secó, perdió el apoyo de la mayoría. Por esta razón, debe imponer, por la fuerza la violencia, la represión y la obediencia. Claramente el heraldo egipcio le dice a las suplicantes cede a tu señor que tiene el poder de las armas, mediante la fuerza te doblegaré y bajo amenaza de muerte te llevaré de regreso a Egipto. La desobediencia civil que evoca la libertad y la imaginación se opone a la fuerza que concentra el poder y la dominación.

En el enfrentamiento de la libertad contra el poder puede suceder que los débiles consigan logros y limiten la desmesura de la arbitrariedad del mandato. Un ejemplo está presente en el hecho histórico de la Carta Magna que otorgó el rey de Inglaterra Juan sin Tierra a los nobles ingleses el 15 de junio de 1215[15]. En esa carta el rey se comprometió a respetar los derechos de los nobles y aceptar que ellos fuesen juzgados por sus iguales en materia de confiscación de bienes, prisión y disposición de su vida. Valga esta cita in extenso

Por los siglos XII -XIII estaba regido por la sociedad feudal los barones del rey tenían sus tierras “feudos” (del latín “feudum”). Contrato por el cual los soberanos y los grandes señores concedían en la edad media tierras o rentas en usufructo, otorgándose quien las reciba a guardar fidelidad, prestarle servicio militar y acudir a las asambleas políticas y judiciales que el señor convocaba, por un juramento de lealtad y obediencia, y con la obligación de proporcionarle un número fijo de caballeros siempre que éstos se requieran para el servicio en el ejército.

Esta obligación tenía una reciprocidad, la del rey de proteger a sus barones pero éste se degeneró no fue un problema que creó Juan sin tierra sino que le era propio al sistema, hubo cambios como la conmutación de la obligación en vez de servir como caballero se pagaba en dinero (éste se destinaba al pago del ejército). También en tiempos de emergencia y en ocasiones especiales como el matrimonio de su hija mayor él podía exigir de ellos una leva financiera conocido como un “aid”( el auxilium)

En caso de que muriese un barón, el Rey podría exigir un deber de sucesión o “relief” el relevium, si no había ningún heredero, o si la sucesión fuera disputada, las tierras del barón podrían comisarse o “Escheated”' a la Corona.

Si el heredero era menor de edad, el rey podría asumir la curatela de las propiedades, y disfrutar todas las ganancias hasta que el heredero fuese mayor de edad.

El rey tenía el derecho, si quisiera, de vender al mejor postor tal curatela. Podía, inclusive, vender al heredero mismo en matrimonio, por el valor de las propiedades del heredero.

La extorsión y abuso en este sistema, si no fue aplicado benignamente, era evidente y había sido asunto de queja mucho antes que el Rey Juan subiera al trono.

Su impopularidad aumentó internamente no solo frente a los barones, sino frente al pueblo raso, por su política fiscal.

Los impuestos altísimos y las represalias contra los que no pagaban eran crueles, y la administración de justicia de Juan se volvió considerablemente arbitraria.

En enero de 1215 tras una considerable discusión un grupo de barones exigió una carta de libertades como un resguardo contra la conducta abusiva del Rey. Los barones redactaron un documento (Artículos de los Barones) que enviaron al monarca para que lo sancionara con el sello real. Cuando Juan rehusó hacerlo, los nobles se negaron a mantener su fidelidad, se levantaron en armas contra Juan y marcharon a Londres. Asaltaron y tomaron la ciudad en mayo del 1215.

El Rey, comprendiendo que debía llegar a un acuerdo se encontró con sus contrincantes en Runnymede—prado del Río Támesis— el 10 de junio y se reunieron el 15 de junio para negociar. El 19 de junio los barones renovaron sus juramentos de obediencia al Rey[16]

 

Este acontecimiento es fundamental, muestra que la obediencia de los nobles mantiene el poder del rey. Cuando los barones deciden no continuar apoyando las políticas arbitrarias del rey en contra de sus derechos y libertad, entonces el monarca se da cuenta que tiene que transigir, no le queda otra alternativa si quiere seguir gozando de su mandato. Los nobles limitan el poder del rey mediante una carta, un documento escrito donde el rey acepta la restricción a su potestad y se compromete a respetar los derechos de los nobles en el ámbito comercial, de propiedad. Se establece que las diferencias serán solventadas por un tribunal que debe garantizar la justicia. El rey ya no podrá elegir a los dignatarios de la iglesia ni imponer impuestos arbitrariamente. Se impone el poder de la ley porque el rey no puede usar la fuerza contra algún súbdito. El comportamiento de los nobles estará regulado por la ley del reino y por la sentencia judicial que dicten sus pares. Ante la arbitrariedad del poder se impone la ley, la libertad y la justicia para impedir que los abusos continúen.

También hay situaciones en que la represión es tan sanguinaria que el tirano se mantiene en el poder, y tiempo después actúa el derecho. Es el caso del General Efraín Ríos Montt, golpista, que gobernó en Guatemala desde marzo de 1982 hasta agosto de 1983.Montt enfrenta un juicio en su contra por genocidio, en el tiempo de su mandato en los años de 1982-1983, hizo un uso ilimitado de la fuerza al dirigir ataques directos contra la población civil. Es decir, el Ejército bajo sus órdenes cometió masacres contra la población civil desarmada. A continuación algunos testimonios de lo sucedido en esa época:

Mi padre tenía 82 años en el momento de ser asesinado. Lo encontré tirado en una casa vecina. “Su cuerpo estaba cubierto de sangre”, contó Diego Velázquez, quien a preguntas de la juez precisó que el asesinato ocurrió el 20 de julio de 1982. No pudo precisar si había sido víctima de las balas de los soldados, o había muerto a machetazos. “Solo recuerdo que estaba cubierto de sangre”, dijo a través de un intérprete.

Juan López Mateo, sobreviviente de una matanza en una aldea de Nebaj (departamento de Quiché, al norte del país), perdió a su familia el 2 de septiembre de 1982. Salvó la vida porque había salido muy temprano a trabajar la milpa (sembradío de maíz). “Cuando volvía a la aldea escuché el llanto de un niño pequeño, lo que me alertó de que algo malo estaba ocurriendo”, narró. Conforme se acercaba al poblado, “escuché disparos. Eran como las diez de la mañana”, dijo. Logró llegar a su vivienda a eso de las tres de la tarde, cuando los soldados ya se habían marchado. “En mi casa encontré los cadáveres de mi mujer y de mis hijos, de cinco y dos años”, contó con la voz entrecortada. Preguntado por si había visto a más personas asesinadas, se limitó a responder que “eran muchas”, pero que después de 31 años no podía arriesgar una cifra. Sí recordó que uno de sus niños había sido asfixiado con un lazo y el otro tenía la cabeza destrozada a golpes. Los soldados también quemaron la casa y destruyeron todos sus bienes. “Fue el Ejército”, expresó sin sombra de duda.

Otro de los testimonios, Pedro Álvarez Brito, contó ante el tribunal que los militares asesinaron a toda su familia. “El Ejército rodeó la casa”. Su hermana, “recién parida con el bebé”, otro de sus hermanos pequeños y él mismo lograron refugiarse en un temascal (baño maya de vapor), desde donde vieron cómo la totalidad de los habitantes de la aldea fueron introducidos, a la fuerza, en una casa.

“Uno de los soldados”, añadió, “empezó a apropiarse de las gallinas y pollos de la familia” dueña de la casa. Recuerda que las aves eran 60, el mayor patrimonio doméstico. “Por mala suerte, una de las gallinas, que no se dejaba capturar, se metió en el temascal”, lo que hizo que él y sus hermanos fueran descubiertos y conducidos, también a la fuerza, a la vivienda. “Luego quemaron la casa”, contó Brito. El relato de otros supervivientes abundó en esa imagen: que los soldados rociaron de gasolina las viviendas y les prendieron fuego para quemar a la gente viva.

“No sé cómo lo hice, pero logré escapar entre las llamas y me refugié bajo un árbol. Así estuve, escondido como un animal acorralado, por ocho días, sin comer ni beber. Desnudo y sin abrigo”. Como los militares habían asesinado a sus padres y sus hermanos mayores, quedó solo. “Ahora solo pido justicia, para que mis hijos no sufran una experiencia semejante”, concluyó.

Particularmente crueles resultaron los testimonios acerca de ataques perpetrados desde helicópteros. “Disparaban contra todo lo que se movía. Así murieron indiscriminadamente niños, mujeres y ancianos”, narró una mujer septuagenaria.

En Villa Hortensia de San Juan Cotzal (Quiché), “el 10 de septiembre de 1982 ingresaron los militares. Se llevaron a todos los pobladores y quemaron las casas. Mi padre, Nicolás Gómez, fue de los que murieron ese día”, relató Inés Gómez. En la misma incursión, el Ejército mató a toda la familia de otro de los supervivientes: “Cuando llegué a mi casa, encontré a mis suegros y a mis tres hijos muertos. También mataron las cuatro vacas que tenía”.

Pedro Meléndez tenía diez años en 1982, cuando presenció el asesinato de su padre y tío. “Mi papá —dijo en el tribunal— murió baleado. A mi tío le cortaron el cuello con un machete”. El drama no terminó entonces. Los sobrevivientes buscaron refugio en las montañas, donde vio morir de hambre a sus hermanos, de cinco, tres y un año de edad.

Las denuncias se repiten y todas coinciden en describir un mismo patrón en el ataque. Solo cambian el lugar y la fecha. “Creo que el Ejército, que nos vigilaba, aprovechaba que los hombres salíamos a nuestras labores agrícolas para entrar a la aldea, violar y matar a las mujeres”, dijo Juan López Matón, quien puntualizó que muchos de quienes lograron refugiarse en las montañas murieron de hambre, “pues los soldados quemaban las cosechas[17]

 

Efraín Ríos Montt se encuentra ante la ley y la justicia para asumir las consecuencias de sus actuaciones criminales. A continuación el caso de este dictador:

 

“El general guatemalteco no tiene escapatoria jurídica, ya que el Derecho Internacional impone al jefe militar la obligación ineludible de impedir, denunciar o sancionar las acciones criminales de sus subordinados

Finalmente ocurre lo que durante décadas pareció imposible en un país como Guatemala. Uno de los máximos criminales latinoamericanos —el general Efraín Ríos Montt, cuyas sanguinarias actuaciones le valieron el apelativo de Ríos de Sangre Montt— se sienta finalmente ante sus jueces, aunque todavía goza del escandaloso privilegio del arresto domiciliario. Y aunque todavía las presiones y las amenazas forman parte del precio a pagar por el intento de hacer justicia en aquella sociedad, una de las más desiguales, injustas y desgarradas de América.

Sin embargo, dentro de esa sociedad todavía atemorizada existen algunos jueces y juezas, fiscales, abogados y testigos, capaces de afrontar juicios como éste, a pesar de esas amenazas y esas presiones que invariablemente pesan sobre ellos. Esto ha permitido conseguir ya algunas sentencias de gran importancia y significación. Pero esta es la primera vez que se consigue sentar en el banquillo a un hombre que lo fue todo en Guatemala: presidente de una junta militar golpista, presidente de la República, y como tal, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, después presidente del Congreso, líder de una potente secta religiosa, la llamada Iglesia del Verbo, e incluso embajador de su país en Madrid en 1974-1977. Y, hasta hace un año, diputado por su partido, lo que le otorgaba inmunidad ante la justicia. Inmunidad que ha finalizado ya, al perder hace un año su condición de parlamentario.

Pero, por encima de todo, Ríos Montt es el general que mandaba aquellas tropas que masacraron a las comunidades mayas y quemaron tantas veces a personas vivas, despedazaron cuerpos, amputaron miembros, cortaron lenguas y orejas, formaron largas filas para violar a mujeres mayas antes de matarlas, degollaron a bebés, arrancaron fetos a las mujeres gestantes, entre otra larga serie de delitos inconcebibles, pero absolutamente documentados. Ahí están los 12 incontestables tomos del informe de la Comisión de Esclarecimiento Histórico de la ONU, a la que tuvimos el honor de pertenecer (informe entregado al entonces secretario general, Kofi Annan, el 25 de febrero de 1999).

El ver hoy al jefe supremo de quienes cometieron tales actos bajo su mando, vestido ahora de civil, sentado ante los jueces y fiscales, y sobre todo, ante las familias de quienes fueron mutilados, violados, torturados hasta la muerte en las formas más crueles imaginables, y atropellados en todos los grados posibles de la criminalidad más inhumana, esa comparecencia del genocida ante la justicia, esa simple imagen actual, nos hace sentirnos partícipes de una humanidad algo más digna, menos canallesca, más solidaria y algo menos podrida de lo habitual.

A todas aquellas acciones repulsivas, a todo aquel conjunto de crímenes ignominiosos, a todas aquellas torturas y mutilaciones, a todo aquel horror, sus autores lo llamaban “salvar a Guatemala del comunismo”. Y aun hoy, ellos y sus defensores lo siguen llamando así en sus pancartas y proclamas. Concretamente, el golpista Ríos Montt gobernó a partir de marzo de 1982 hasta agosto de 1983, periodo en el que se concentraron las peores masacres, calificadas técnicamente como genocidio por el ya citado informe de la ONU en 1999. El general reconoce que hubo desmanes. Pero ¿a qué llama desmanes? La respuesta viene dada, en términos exhaustivos, por dos documentos de abrumadora dimensión y terrible contenido, sobre unos hechos tan atroces que resultarían imposibles de creer si no fuera por la masiva avalancha de testimonios registrados.

Empezando por el segundo (cronológicamente) de esos dos documentos, el ya citado informe de la Comisión de Esclarecimiento Histórico (CEH) de la ONU sobre Guatemala (más conocida como Comisión de la Verdad), con sus miles de páginas de horrores, constituye una pavorosa recopilación de testimonios escalofriantes sobre lo que fue aquella represión militar.

Y el otro documento, primero en el tiempo, admirable por su carácter pionero y su valor testimonial, fue el desolador Informe Remhi (Recuperación de la Memoria Histórica) de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala, con sus cuatro tomos y sus 1.500 páginas, presentado el 24 de abril de 1998, informe que costó la vida a quien lo dirigió, el obispo Juan Gerardi, asesinado dos días después. Ambos informes detallan las indescriptibles aberraciones cometidas contra las comunidades mayas, y superan todo lo conocido en las numerosas dictaduras militares latinoamericanas del siglo XX. He aquí la cínica explicación del general Ríos de Sangre: “Durante mi Gobierno el Ejército cumplió órdenes, pero cuando no se dieron órdenes se cometieron desmanes”, confiesa. Y, pretendiendo cubrirse, añade: “Yo nunca estuve enterado”. Intolerable postura en un jefe militar del último cuarto del siglo XX. Con esas pocas frases, el general aniquila de forma demoledora los preceptos básicos de la moral militar actual. Postura hoy insostenible bajo los criterios morales y jurídicos actualmente imperantes, y, más aún, bajo los modernos conceptos del mando vigentes en la actualidad. ¿Qué significa eso de “cuando no se dieron órdenes”? Intolerable argumento, pues él, como comandante en jefe, estaba inexcusablemente obligado a darlas y hacerlas cumplir.

La hoy llamada doctrina Yamashita (internacionalmente vigente desde la II Guerra Mundial y hoy asumida por los distintos tribunales internacionales, incluido el TPI de La Haya) obliga a rechazar esa grotesca alegación. El nombre citado procede del general japonés Tomuyuki Yamashita, que mandaba las tropas de ocupación de las islas Filipinas entre 1942 y 1945, tropas que cometieron numerosos crímenes contra los prisioneros de guerra y contra la población civil del archipiélago. Al producirse la derrota de Japón, el general Yamashita fue capturado y juzgado. Su alegación en 1946 fue exactamente la misma invocada por Ríos Montt seis décadas después (2006): que él no había ordenado las tropelías imputadas a sus tropas, y que si estas las cometieron lo hicieron por su cuenta, sin su conocimiento, y no bajo sus órdenes. Extravagante alegación que no le valió al general japonés, pues fue condenado a muerte y ejecutado como responsable de todos los crímenes que tuvo la obligación de impedir y no impidió. Desde entonces, el derecho internacional impone al jefe militar la obligación ineludible de impedir, denunciar o sancionar las acciones u omisiones de carácter criminal que sean imputables a sus subordinados, so pena de incurrir él mismo en responsabilidad criminal.

Este concepto se halla hoy sólidamente establecido por los preceptos siguientes: artículo 86 del Protocolo I de 1977, adicional a los cuatro convenios de Ginebra de 1949; artículo 7 del Estatuto del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia; y artículo 28 del Estatuto de Roma para el Tribunal Penal Internacional de La Haya, de 1998. Estos preceptos significan —tal como subraya el profesor Hernando Valencia Villa— que “la doctrina Yamashita tiene ya la condición de precepto de iuscogens o derecho internacional general de carácter obligatorio”.

A la luz del derecho internacional bélico y de la moral militar actual, no existe escapatoria jurídica ni moral para el general Ríos Montt. O él mismo ordenó las atrocidades del genocidio contra la población maya, o bien las permitió sistemáticamente, en cuyo caso la responsabilidad le alcanza de lleno, por criminal omisión. Enviamos nuestro ánimo y apoyo a aquellas heroicas personas que defienden los derechos humanos y la justicia en un lugar tan difícil como aquel: a las admirables juezas Yasmín Barrios y Patricia Bustamante, junto con el juez Pablo Xitumul, como miembros del tribunal; a la fiscal general Claudia Paz y Paz; al juez de lo penal Miguel Ángel Gálvez; al fiscal del caso, Orlando López; a los abogados y testigos: a todos aquellos hombres y mujeres que bajo permanentes coacciones y amenazas, van a continuar actuando como lo que son: unos ejemplares defensores de los derechos humanos, de la justicia y de la ley. Y de la dignidad humana de los más débiles, allí donde esta se vio pisoteada de la forma más cruel”.

 

El problema continúa vigente: ¿Por qué la mayoría permite que los autócratas permanezcan en el poder?, ¿Por qué la mayoría apoya, coopera y colabora con la injusticia? Estamos en el año 2015 y estas situaciones todavía ocurren. Entonces, ¿Qué estamos haciendo?, ¿Por qué nos empeñamos en que el sentido de la vida consista en lo absurdo, destructivo e irracional?, ¿Cómo aún se puede aceptar y ver normal que se instituyan las fuerzas armadas para que ataquen a la población?, ¿Por qué se le tiene miedo a emprender el ejercicio de la libertad?, ¿Por qué tanto temor para decir NO al poder represivo?

 



[1]Maquiavelo, N., El Príncipe. Madrid, Alianza Editorial, 2a ed., 1982, p. 63. Maquiavelo no hace referencia al Estado, tampoco al Príncipe. Los grandes constituyen una clase de ciudadanos que son los poderosos. Esta aclaratoria me la hizo la Prof. Carolina Guerrero (Comunicación personal, 11-02-2015)
[2]Guerrero, C., “De la sociedad, del Estado: latitudes del poder en la insurgencia democrática”, en Documentos de trabajo N° 1. Caracas, Fundación Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, 2014, p. 5.
[3]Cf. Clastres, P., La sociedad contra el Estado. Caracas, Monte Ávila Editores, C.A., 1a ed., 1978.
[4]“…el poder político […] constituye una necesidad inherente a la vida social. Puede pensarse lo político sin la violencia, no puede pensarse lo social sin lo político […] no hay sociedad sin poder…”. Ibíd., p. 21.
[5]Ibíd., pp. 15 y 16.
[6]“…el poder es por esencia coerción; […] la actividad unificadora de la función política se ejercería, no a partir de la estructura de la sociedad y en conformidad con ella, sino a partir de un más allá incontrolable y en contra de ella; que el poder en su naturaleza no es más que la coartada furtiva de la naturaleza en su poder…”. Ibíd., pp. 41 y 42.
[7]“…Aunque haya siempre en todos los grupos cierta tendencia por parte del más fuerte a atacar al más débil, sirve de freno, no obstante, la conciencia de los males resultantes de una conducta agresiva…”. Spencer, H., El individuo contra…, op. cit., 1984, p. 136.
[8]“…El amor al poder, el amor propio, la injusticia, la deslealtad que frecuentemente […] engendran males mucho mayores y menos fáciles de remediar allí donde sus efectos se acumulan de generación en generación, porque la organización administrativa, vasta, complicada y provista de toda clase de recursos, una vez desenvuelta y consolidada, es irresistible necesariamente […] La resurrección del despotismo sería la consecuencia final”. Ibíd., p. 65.
[9]Ibíd., p. 55.
[10] Tolstoi, L., El reino de Dios está dentro de vosotros. Recuperado de: https://hesiquia.files.wordpress.com/2010/09/el_reino_de_dios_esta_en_vosot.pdf. 2009. Consultado: 03-01-2015, pp. 84 y 85.
[11]Spencer, H., El individuo contra…, op. cit., p.94.
[12]Ibíd., p. 148.
[13]Esquilo. “Las Suplicantes”, en Obras completas. Buenos Aires, Librería El Ateneo Editorial, 3a ed., 1957, pp. 157-193.
[14]Ibíd., pp. 185 y 186.
[15]Agradezco al Prof. Jesús Ojeda por facilitarme esta información. (Comunicación personal. noviembre 2014).
[16] “Juan Sin Tierra. Carta Magna. Primer texto constitucional de Inglaterra, que dotó de ciertos derechos a la nobleza”. Recuperado de:http://hum.unne.edu.ar/academica/departamentos/historia/catedras/hist_medi/documentos/occidente/carmagna.pdf.  Consultado 03-11-2014.
[17]Elías, J., “El ejército esperaba que nos fuéramos al campo para violar y matar a las mujeres”, Juicio por genocidio en Guatemala. El país.  Publicado: 21 de marzo de 2013. Recuperado de: http://internacional.elpais.com/internacional/2013/03/21/actualidad/1363892767_535883.html. Consultado: 10-01-2015.